Ejemplos con sirvo

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Crom, jamás te he rezado, no sirvo para ello.
¿Que si sirvo? Si éste me dijera de verdad quiénes son los que no pagan, le prometo a usted que, o pagan, o les saco el galillo.
Yo sirvo para tododecía, si me dan tiempo para ejercitarme.
Hay que tener una predisposición especial, cierto talento para fingir lo que no se siente Yo he intentado venderme, y no puedo, no sirvo.
No ¡no! te equivocas, no sirvo para eso.
¿Quiere mi niñita los tamales hoy de coco, o de carnecita fresca? Ayer maté un cochito, que está de lo más blando: era el cochito rosado, ¡y la carne está como merengue! ¡Jesús, mi niñita, no me diga eso! Si yo me muero por servirla: mire que yo soy como las tacitas de coco, que dicen en letras muy guapas: ‘yo sirvo a mi dueña’.
Pienso que esta esperanza es falaz, que esta confianza no es sincera, que yo me sirvo de ambos para ocultar algo menos digno, para secundar un deseo menos puro.
Entonces me siento casi orgullosa de que mi papacito, un hombre tan fuerte y grande, se apoye en mí, me parece que le sirvo de algo, pero después me entra un terrible miedo de no servir en realidad para nada.
Si sirvo yo para algo, incluso para romperle un esternón a Jacobito.
Yo hago prosperar la agricultura, aumento la riqueza, doy de comer a los pobres que trabajan, en fin, sirvo de mucho.
Dicen que ya no sirvo para nada.
Pues qué, ¿cree usted que yo sirvo para otra cosa?.
Soy algo viejo, pero sin vanidad creo que sirvo para todo, y por fuera y por dentro valgo más que la mayoría de los muchachos.
Principiaba a creerse una nulidad, y allá en sus soliloquios desesperados, cuando le salía mal alguna de las bajezas con que se procuraba dinero, se escarnecía sinceramente, diciéndose: soy pior que una caballería, soy más tonto que un cerrojo, no sirvo absolutamente para nada.
Si caes enfermo, no vengas a que te cuide tu tía, que para eso sí sirvo yo, ¿eh?, para eso sí sirvo, ingrato, tunante ¿Y te parece bien que cuando me miro en ti, cuando te saco adelante con tanto trabajo y soy para ti más que una madre, te parece bien que me des este pago, infame, y que te me cases con una mujer de mala vida?.
Juan me decía que no sirvo para nada, y que no me merezco el palmito que tengo.
Yo habría querido ayudar, pero, francamente, no sirvo para esas cosas.
Aunque no sirvo mucho para estas cosas, quise informarme para no caer de inocente.
Y yo ¿para qué os sirvo? Supongo que no me mandaréis barrer.
¿Por qué no, si tal es lo que siento? ¿Qué hago yo en el mundo? ¿De qué sirvo? De estorbo, nada más que de estorbo.
Deseo, puedo y está en mi mano servirle, creo que si le sirvo esta vez, ha de pagármelo bien.
Poco a poco, ya por ruegos, ora por amonestaciones suaves, logró Isabel apartar de sí a las más petulantes, dio la orden de partir, y anegada en llanto exclamó:Yo no sirvo para estas escenas.
el asidero y le sirvo de la mejor gana, no obstante que sé le voy a causar disgusto al amigo Leonardo, contribuyendo al plagio de su amiga.
No te quiero yo a montón, ni te pretendo y te sirvo por lo de barraganía, que más bueno es mi designio.
Yo no podré afirmar si la dulce mi enemiga gusta, o no, de que el mundo sepa que yo la sirvo, sólo sé decir, respondiendo a lo que con tanto comedimiento se me pide, que su nombre es Dulcinea, su patria, el Toboso, un lugar de la Mancha, su calidad, por lo menos, ha de ser de princesa, pues es reina y señora mía, su hermosura, sobrehumana, pues en ella se vienen a hacer verdaderos todos los imposibles y quiméricos atributos de belleza que los poetas dan a sus damas: que sus cabellos son oro, su frente campos elíseos, sus cejas arcos del cielo, sus ojos soles, sus mejillas rosas, sus labios corales, perlas sus dientes, alabastro su cuello, mármol su pecho, marfil sus manos, su blancura nieve, y las partes que a la vista humana encubrió la honestidad son tales, según yo pienso y entiendo, que sólo la discreta consideración puede encarecerlas, y no compararlas.
Este mi amo, por mil señales, he visto que es un loco de atar, y aun también yo no le quedo en zaga, pues soy más mentecato que él, pues le sigo y le sirvo, si es verdadero el refrán que dice: Dime con quién andas, decirte he quién eres, y el otro de No con quien naces, sino con quien paces.
Labrador soy, Sancho Panza me llamo, casado soy, hijos tengo y de escudero sirvo: si con alguna destas cosas puedo servir a vuestra grandeza, menos tardaré yo en obedecer que vuestra señoría en mandar.
Cuando yo servía respondió Sancho a Tomé Carrasco, el padre del bachiller Sansón Carrasco, que vuestra merced bien conoce, dos ducados ganaba cada mes, amén de la comida, con vuestra merced no sé lo que puedo ganar, puesto que sé que tiene más trabajo el escudero del caballero andante que el que sirve a un labrador, que, en resolución, los que servimos a labradores, por mucho que trabajemos de día, por mal que suceda, a la noche cenamos olla y dormimos en cama, en la cual no he dormido después que ha que sirvo a vuestra merced.
Sí, que algo se me ha de pegar de la discreción de vuestra merced respondió Sancho, que las tierras que de suyo son estériles y secas, estercolándolas y cultivándolas, vienen a dar buenos frutos: quiero decir que la conversación de vuestra merced ha sido el estiércol que sobre la estéril tierra de mi seco ingenio ha caído, la cultivación, el tiempo que ha que le sirvo y comunico, y con esto espero de dar frutos de mí que sean de bendición, tales, que no desdigan ni deslicen de los senderos de la buena crianza que vuesa merced ha hecho en el agostado entendimiento mío.

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