Ejemplos con silbaba

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Más de una vez con una melodía obsesiva dando vueltas y más vueltas en su cabeza, Buenaventura Luna se acercaba a alguno de sus músicos amigos y se la silbaba, hasta que el otro lograba ponerle las notas y el ritmo necesario para lograr una canción.
El viento silbaba y gemía con alaridos violentos, el mar bramaba en la playa y la resaca debía de ser furiosa.
Afuera, el viento silbaba con furia, haciendo retemblar puertas y ventanas.
El día estaba gris, el mar lleno de bruma, el viento silbaba entre los árboles, agitando las hojas rojizas de las hayas que aun quedaban en las ramas y las copas negruzcas de los pinos.
El viento silbaba en las encrucijadas, ladraban los perros, comenzaba a llover a chaparrón.
Seguía lloviendo, el agua azotaba los cristales, el viento silbaba furioso, dando unas notas de tiple extraordinarias.
La gente silbaba: comenzaban a volar las piedras por encima de la negra masa: caían con estrépito las vidrieras rotas.
Los balcones estaban adornados con antiguas colgaduras de sólidos colores, las bocacalles vomitaban sin cesar nuevos grupos en el compacto gentío, y los pájaros que anidaban en los árboles del Mercado huían ante la granujería que, montada en las ramas, silbaba y gritaba a los de abajo, con la confianza del que está en su propia casa.
¡Y, cual si esto no fuese bastante, el viento silbaba lúgubremente, y la lluvia se divertía, como los pastores de la Arcadia, en hacer correr a las doncellas.
¡Y el viento silbaba a lo lejos, hablándonos de los ausentes, de los pobres, de los caminantes!.
Y le silbaba en el oído estas fúnebres palabras: Es mucha hembra para ti, barbián.
De repente se obscureció el cielo, se levantó terrible tempestad, el aire silbaba y formaba remolinos, deslumbraban los relámpagos, y los truenos espantosos ensordecían y aterraban.
Roncaba el ama de llaves, roncaba don Silvestre, roncaban los criados y el gato y el perro, silbaba el viento, bramaba la cellisca contra las inseguras ventanas, y más que visión placentera, parecía aquel cuadro escena de conjuro, o ensueño de calenturiento.
Ya caían algunas gotas de agua, el viento silbaba, giraba, calmaba, volvía a soplar y remolineaba, azotando con ímpetu fragoroso el bosque umbrío.
Llovía a cántaros, silbaba el viento, eléctricos fulgores resplandecían en el cielo a distancias inconmensurables, haciendo llegar hasta nuestros oídos el ruido sordo del rayo.
Y mientras el látigo silbaba sobre sus lomos, enroscándose en torno de su cuerpo como una culebra, el paciente caía y se levantaba exhalando sin interrupción el grito ronco:.
Si hubiese visto aquellos ojos negros, y fijos, aquella cabeza crinuda inclinada hacia él, aquella mano armada de cuchillo, y sentido aquella respiración entrecortada en cuyos hálitos silbaba el instinto como un reptil quemado a hierro, el brioso soldado hubiérase estremecido de pavura.

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