Ejemplos con sibilítico

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Cada uno de aquellos señores conspicuos expresó su parecer sobre la expedición, sin que ninguno acertara con la finalidad de ella, hasta que el insigne don Tadeo, que era el oráculo de Nájera por su ciencia y penetración, y el definidor de todas las cuestiones, soltó una tosecilla, limpió el gaznate, y ante el solemne silencio y expectación de los circunstantes, soltó este sibilítico discurso: Desde que oí el anuncio del envío de estas tropas y máquinas de guerra a la parte de América que llamamos , le calé la intención a O'Donnell, la cual no puede ser otra que emprender la reconquista de aquellos estados de Tierra Firme para volverlos al dominio de nuestra Patria, que así, poquito a poco, a esta quiero, a esta no quiero, será otra vez señora de todas las Américas.
-Sí señores -respondí yo en tono profético, misterioso y sibilítico-.
Fernando no estaba en el ejército de León, pues un día de Octubre, hallándose meditabundo en Artajona, rumiando su impaciencia y amargado por las añoranzas, presentose Martín Echaide y pronunció el conjuro sibilítico: D.
-exclamó el filósofo Canencia en tono sibilítico-.
-Mira, chiquillo -repuso Chinitas con sibilítico tono-, yo me tengo tragado que el heredero no vale para maldita la cosa, y esto no se puede decir sino acá para entre los dos, porque si algunos nos oyeran, lloverían almendradas.
Se abrió la puerta de la alcoba, y antes que nada, Bonifacio oyó distinto, claro, el quejido sibilítico de un recién nacido. «¡Su propia carne volvía a nacer llorando!».
Cada uno de aquellos señores conspicuos expresó su parecer sobre la expedición, sin que ninguno acertara con la finalidad de ella, hasta que el insigne don Tadeo, que era el oráculo de Nájera por su ciencia y penetración, y el definidor de todas las cuestiones, soltó una tosecilla, limpió el gaznate, y ante el solemne silencio y expectación de los circunstantes, soltó este sibilítico discurso: «Desde que oí el anuncio del envío de estas tropas y máquinas de guerra a la parte de América que llamamos Nueva España, le calé la intención a O'Donnell, la cual no puede ser otra que emprender la reconquista de aquellos estados de Tierra Firme para volverlos al dominio de nuestra Patria, que así, poquito a poco, a esta quiero, a esta no quiero, será otra vez señora de todas las Américas.
Teresita la Monja enunciaba con su sibilítico labio mil abominables cosas, y ningún ficobrigeño pasaba por el camino real ni por la plazoleta sin mirar a las tristes ventanas, cerradas también, cual ojos de durmiente, y decir para sí: «¿qué hará?».
Y es usted clarividente, es usted providencial, ¿es usted genio sibilítico?.

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