Ejemplos con sibarita

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El antónimo del Sibarita es el hombre de Davos , según el sociólogo estadounidense Samuel Huntington, que lo describe como un sujeto de preferencia varón, joven y verdaderos maniquíes, familiarizado con las nuevas y más recientes tecnologías de la informática, que se codean y hacen gárgaras con el Nasdaq, seguidores de la nueva economía global, y muy ricos aun cuando hay algunos que son financiados por grandes corporaciones, ya que alrededor de los hombres de Davos, se reúnen en círculos concéntricos, ejecutivos, empresarios y otros pasados de moda que son la línea instrumental, pues luego hacen y repiten lo que dicen de los hombres de Davos, pues aspiran a ser como estos últimos.
Sark es un sibarita del buen vino y puede ser considerado sexualmente fetichista, una vez comentó un fuerte interés en tener sexo con una mujer mientras ella llevase puesta una mascara de látex de Sydney Bristow.
El lenguage del memorial era extremadamente brusco, llamando al Ministro de Relaciones Exteriores Christian von Haugwitz, un hombre sin veracidad, un sibarita embotado, que sólo busca gozar placeres de todo tipo.
, el amor, para el cual se viste y se peina, el amor, por el cual se alegra de ser bonita, el amor, en provecho del cual piensa alguna vez en eso que llaman bienes de fortuna, el amor, que la lleva a paseo y la tiene de pié toda la tarde, a ella, tan débil y delicada, que se libraría de quintas por endeble, si fuera hombre, el amor, que la conduce al teatro, a ella, que ninguna afición tiene a la literatura ni la moral, y muchísimo menos a la música italiana, el amor, que la hace madrugar y trasnochar, a ella, tan dormilona, tan perezosa, tan sibarita.
Vicioso y discreto, sibarita y hombre de talento, aspirando a la erudición de todos los goces y con bastante buen gusto para espiritualizar las cosas materiales, no podía contentarse con gustar la belleza comprada o conquistada, la gracia, el donaire, la extravagancia, quería gustar también la virtud, no precisamente vencida, que deja de serlo, sino la pura, que en su pureza misma tenía para él su picante.
Enorme estante de roble contiene una rica y escogida biblioteca, y allí está Horacio el epicúreo y sibarita junto con el tierno Virgilio, en cuyos versos se ve palpitar y derretirse el corazón de la inflamada Dido, Ovidio el narigudo, tan sublime como obsceno y adulador, junto con Marcial el tunante lenguaraz y conceptista, Tibulo el apasionado, con Cicerón el grande, el severo Tito Livio, con el terrible Tácito, verdugo de los Césares, Lucrecio el panteísta, Juvenal, que con la pluma desollaba, Plauto, el que imaginó las mejores comedias de la antigüedad dando vueltas a la rueda de un molino, Séneca el filósofo, de quien se dijo que el mejor acto de su vida fue su muerte, Quintiliano el retórico, Salustio el pícaro, que tan bien habla de la virtud, ambos Plinios, Suetonio y Varrón, en una palabra, todas las letras latinas, desde que balbucieron su primera palabra con Livio Andrónico, hasta que exhalaron su postrer suspiro con Ruttilio.
¿Quién no se hubiera dejado hacer? Un catre no es, por cierto, cama de sibarita, pero me tendí voluptuosamente entro las limpias sábanas de algodón, sin tener tiempo de fijarme que eran cortas y que olían a jabón, pues el sueño que me acechaba, apenas hube descansado la cabeza en la almohada, se apoderó de mí.
Era una tarde de primavera despues de un día de verano, pues el suave vientecillo que corría se había, como hace un sibarita, refrescado en las nieves de las altas cumbres, y perfumádose después entre las jaras que cubren sus laderas.
Sus cerebros son invernaderos de flores cortesanas que al extenderse sobre el lecho del Sibarita tienen cuidado de no formar ni un pliegue que moleste.
Lógico era, pues, que para el sibarita don Simón aprestasen en Caraz buena casa, buena mesa y etc.
La palpó voluptuosamente y comenzó a desnudarla con deleite sibarita.
Desnudos disfrutaban las vituallas derramadas a propósito en la piel para que la pareja la limpiara sibarita con mordisqueos, chupetes y lengüetazos.
En el día, con una hora de preparación bastaría para presentar ante el sibarita más refinado a la más ruda de las campesinas, prueba irrefragable de que lo adquirido por arte y educación se transmite de madres a hijas.
En aquel varón sabio, que escudriña los senos de la Naturaleza, y sabe de los pájaros, las fieras y los peces, y de las plantas, desde el cedro del Líbano hasta el hisopo que crece en la pared, que así contesta a los enigmas de la reina de Sabá como instruye, en los Proverbios, a los ignorantes y los cándidos, en aquel filósofo, que comunica valor universal a su desengaño y hastío, anticipando el acento penetrante de Kempis y la implacable dialéctica de Schopenhauer, en aquel juez, a quien fue dada sabiduría de Dios para discernir lo bueno de lo malo, y resolver intrincadas querellas, en aquel monarca que, mientras el sabio que lleva dentro esquilma el campo del conocimiento teórico, labra, con la soberana energía de la acción, la prosperidad y grandeza de su reino, dilatándolo desde el Eufrates hasta el Egipto, sojuzgando naciones, reedificando ciudades, equipando ejércitos y flotas, habilitando puertos, y manteniendo una dulce paz con que cada cual goce de abundancia y quietud «a la sombra de su parra o a la sombra de su higuera», en aquel hijo de David, que hereda el don poético, para desatarlo en el más ferviente, pomposo y admirable canto de amor que haya resonado en el mundo, y hereda el pensamiento del Templo, para plasmarlo en la madera de los bosques del Líbano, y en la piedra, el bronce y el oro, en aquel sibarita, que amontona riquezas, y vive en casa revestida de cedro, entre cantores y cantoras y músicos, y tiene jardines donde crece toda especie de plantas, y dice de sí: «No negué a mis ojos nada que deseasen ni aparté a mi corazón de ninguna alegría», hay un típico ejemplar de redondeada y cabal capacidad humana, al que nuestro sentido moderno de las cosas del espíritu logra añadir todavía una nota más, un complemento, que la Escritura sólo puede apuntar como flaqueza, y es el dilettantismo religioso, la inquietud politeísta, que le mueve, en sus últimos años, a levantar, junto al Templo que él mismo ha erigido al dios de Israel, los altares de divinidades extrañas, desde Astharot, ídolo de los sidonios, hasta Chamós, abominación de Moab, y Moloch, abominación de los ammonitas, confundiendo en su reverencia, o en su angustia, del misterio, las imágenes de enemigos dioses, como antes había abarcado, en los anhelos de su amor humano, a la princesa del Egipto y a las mujeres de Ammón y de Moab, a las de Idumea, a las de Sidón, y a las hetheas.
¡Bah, sibarita! Le hace a usted daño la hoja de rosa.
-Amamos el placer, las fiestas, las mujeres, es verdad, pero el manjar que hinche y apoltrono, preferimos el vino que bulle, emblema de nuestra sangre y que presta imágenes encantadoras, preferimos el festín del sibarita, el que finge mundo desconocidos, preferimos a la mujer positiva, la que nos hace soñar con paraísos y con amores sin límites.
Vázquez, cuyas tendencias fueron siempre aristocráticas, aunque él no lo quiera confesar, y que ama la vida confortable, advirtió desde su vuelta a la ciudad este refinamiento mío y se propuso aprovecharlo, comiendo conmigo cuantas veces pudiera, aunque sin idea de gula: simplemente como un aprendiz de sibarita.
Caín llevaba generalmente los bocados y Abel los tragos, porque Abel tenía un cuñado que comerciaba en vinos y licores, y eso le regalaba, y Caín contaba con el arte de su cocinera de solterón sibarita.
Devoró a mordiscos la dorada faz de los pasteles de crema, pidió café y copa, como un sibarita.
A este mismo propósito dijo un Sibarita, hablando de los Esparcíatas, que no hacían mucho en morir en la guerra para salir de tanto trabajo y de tan mal trato como se daban.
Este derecho correspondía ya al Pretor, o sea al Procurador o Gobernador que Tiberio tenía en aquella provincia, el cual era hacía seis años un tal Poncio Pilato, o Pilatos, probablemente natural de la misma ciudad de Roma, y de fijo tan disipado, escéptico y sibarita como todos los que hacían fortuna a las márgenes del Tíber bajo los auspicios del más corrompido de los Césares.
En efecto, ningún otro sitio hay en Cádiar, que pudiera haber preferido para edificar su morada un príncipe tan poderoso, espléndido y sibarita como el Zaguer, ninguno más adecuado para asiento de un palacio al gusto de los moros, ninguno más apartado y más seguro a un tiempo mismo, ninguno más deleitable y solo, al par que más confundido en apariencia con el resto de la población.
para designar a aquel sibarita cincuentón, víctima de todos los apetitos, gran devoto de la humanidad y enemigo bilioso de sus favorecedores, que con los labios tiznados con las caricias de la crápula hablaba de abnegación como Graco, de virtud como un Arístides, de fortaleza de alma como un Scévola o un Sócrates, ¡y no era más que un fanfarrón!.
Y crimen diario de refinado, de sibarita, que paladea su dosis de crimen, como paladearía un confite de hatchis, la verde droga oriental que nos arrebata del mundo grosero, idealiza nuestras sensaciones y.

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