Ejemplos con seno

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El botánico le pone un mote, el matemático le da ciertas dimensiones, en relación con la circunferencia del ecuador, ¡atiza!, el arquitecto lo considera como una viga maestra, el ingeniero naval, como una cuaderna o un mástil, el telegrafista, como un poste de telégrafos, el economista, como un valor cotizable, el ingeniero agrónomo, como un orden de cultivo, el médico, como una especie terapéutica, el químico, como una retorta en cuyo seno se efectúan ciertas reacciones, el biólogo, poco menos que como una persona, y así sucesivamente.
Este hombre desconcertante e inaudito, ¿es un humorista? ¿Es un genio lóbrego, en bruto, como la piedra diamante escondida en el seno de la tierra? ¿Es un loco? Y el buen Estudiantón se hacía un lío.
Sacó del seno un montón de papeles y los despidió, con ademán repulsivo, sobre el mostrador.
Sorbió el agua, pidió los papeles, los restauró al cobijo del seno, no sin antes besarlos, y dijo a Apolonio:.
Por la razón apuntada más atrás, no reproduzco algunos párrafos de los dedicados a la fiesta por al día siguiente, en los cuales se decían de Julieta cosas peregrinas a propósito de sus ojos negros, sedosas pestañas, morena tez y túrgido seno, pintándola como la realidad del sueño más oriental, y poniéndola por encima de todas las sultanas habidas y por haber.
La alemana, reducido , o sea, lugar consagrado al culto de la democrática Afrodita tudesca, de cadera copiosa y relevado seno.
El Señor me perdonará, recibiéndome en su seno.
El diamante se empaña en el seno de la gran avara, el cuadro más hermoso se ennegrece en sus altares.
Al principio fruncía el seno, cual si la repeliese, mas poco a poco su rostro fue aclarándose con una sonrisa maliciosa.
Se injiere en todas las cosas de los humanos, desde las grandes a las insignificantes, interviene en la vida pública y en la íntima, bautiza al que viene al mundo, acompaña al niño a la escuela, monopoliza el amor, declarándolo vergonzoso y abominable cuando no se somete a su bendición, y divide la tierra en dos categorías: la sagrada para el que muere en su seno, y el estercolero al aire libre para el hereje.
Antes, mucho antes, había sido el propietario de todo aquello un gran señor, que al morir depositó sus pecados y sus fincas en el seno de la comunidad, y ahora ¡ay! pertenecían a don Salvador, un vejete de Valencia, que era el tormento del tío , pues hasta en sueños se le aparecía.
Melchor Peña, entrando con frecuencia en la casa, estaba al tanto de cuanto ocurría en el seno de la familia y conocía el carácter de cada uno de sus individuos.
Formaba aparte en el seno de la familia.
La pobreza desesperanzada imprime carácter, y en su seno se crían la soberbia hipócrita, la modestia burlona, la astucia dolosa, que tienen flexibilidades de víbora, la ruindad intrigante, la maledicencia ponzoñosa, y la envidia exangüe que todo lo codicia y que todo lo afea.
La huérfana callaba, baja la frente, mientras abría con la punta de los dedos el apretado seno de una rosa pálida.
En el extremo superior un grupo de azucenas rodeado de espigas, abajo de éstas, a cada lado, grandes malváceas de anchos pétalos, y en seguida estupendas rosas de apretado seno, capullos vigorosos, hojas de lirio gráciles y flexibles.
Cuando me levanté y me incliné para darle un beso en la frente, vi que por las pálidas mejillas de la enferma rodaban dos lágrimas, dos lágrimas de esas que en el rostro de un cadáver parecen gotas de rocío en el seno de una rosa blanca.
Allí brillaba espléndidamente esa fraternidad española en cuyo seno se dan mano de amigo el carlista y el republicano, el progresista de cabeza dura y el moderado implacable.
El alma se le desgajaba y sacudía resistiéndose a albergar en su seno la ira.
A la vista, después de vestida, ofrecía gallardo conjunto, pero tras de la ropa, sólo la mitad de su seno era de carne, la otra mitad era insensible y bien se le podía clavar un puñal sin que le doliese.
¡Buena ha sido, buena!exclamó doña Lupe, oprimiendo contra su seno la mano en que tenía los billetes, tan bien cogidos que no se veía el papel por entre los dedos.
Sacado al fin de aquel suplicio y bien envuelto en una sábana de baño, Jacinta le estrechó contra su seno diciéndole que ahora sí que estaba guapo.
En el seno de la prosperidad en que ella vivía, no pudo darse nunca cuenta de lo grande que es el imperio de la pobreza, y ahora veía que, por mucho que se explore, no se llega nunca a los confines de este dilatado continente.
Jacinta, al fin, metió la mano en su seno, sacó lo que el muchacho deseaba, y le miró segura de que se desenojaría cuando viera una cosa tan rica y tan bonita Nada, cogió entonces la cabeza del muchacho, la atrajo a sí, y que quieras que no le metió en la boca Pero la boca era insensible, y los labios no se movían.
Después dio cabezadas contra el seno.
Algunas noches, en el primer periodo del sueño, sentía sobre su seno un contacto caliente y una boca que la chupaba.
Las niñas vestidas de rosa o celeste que juegan a la rueda en el Prado y que parecen flores vivas que se han caído de los árboles, las pobrecitas que envuelven su cabeza en una toquilla agujereada, los que hacen sus primeros pinitos en la puerta de una tienda agarrándose a la pared, los que chupan el seno de sus madres mirando por el rabo del ojo a la persona que se acerca a curiosear, los pilletes que enredan en las calles o en el solar vacío arrojándose piedras y rompiéndose la ropa para desesperación de las madres, las nenas que en Carnaval se visten de chulas y se contonean con la mano clavada en la cintura, las que piden para la Cruz de Mayo, los talluditos que usan ya bastón y ganan premios en los colegios, y los que en las funciones de teatro por la tarde sueltan el grito en la escena más interesante, distrayendo a los actores y enfureciendo al público todos, en una palabra, le interesaban igualmente.
Como los palomos no comen sino del pico de la madre, Fortunata se los metía en el seno, ¡y si vieras tú qué seno tan bonito!, sólo que tenía muchos rasguños que le hacían los palomos con los garfios de sus patas.
A pesar de la edad y del juicio adquirido con ella, no vio nunca con indiferencia tales chucherías, y hoy mismo declara que cuando cae en sus manos alguno de aquellos delicados campanarios de marfil, le dan ganas de guardárselo en el seno y echar a correr.

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