Ejemplos con seducciones

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

La infraestructura es propicia e invita a descubrir las seducciones de la naturaleza.
Nikki cae presa de las seducciones de Bobby y le entrega su virgindad pero sale embarazada.
En una carta privada expresó su agradecimiento por haber recibido el libro, Es bueno que usted ilumine a las personas acerca de Harry Potter, ya que este tipo de seducciones pasan sin advertencia y por lo tanto distorsionan el cristianismo en el corazón de los niños antes de que la fe pueda crecer de forma apropiada.
En vano Castillejo apeló a las seducciones del gobernante para vencer su desvío.
Y como si temiese un renacimiento de los escrúpulos de Ulises, extremó sus seducciones en las tardes de voluptuoso encierro.
Pero le inspiró una repugnancia invencible este cuerpo abundante en seducciones: tuvo miedo a su contacto, quiso huir de las sorpresas eléctricas de su carne Además, él no iba a maltratarla a cada encuentro, como un bellaco profesional de los que mezclan el amor y los golpes.
¡Yo no quiero morir!gritó de pronto, abandonando sus seducciones, pasando a ser una pobre criatura enloquecida por el miedo.
Su hermana Lola, a pesar de que veía en él un conjunto de todas las gallardías y seducciones varoniles, protestaba contra las maternales larguezas.
Aquel Juan brioso, que andaba siempre escondido en las ocasiones de fama y alarde, pero visible apenas se sabía de una prerrogativa de la patria desconocida o del decoro y albedrío de algún hombre hollados, aquel batallador temible y áspero, a quien jamás se atrevieron a llegar, avergonzadas de antemano, las ofertas y seducciones corruptoras a que otros vociferantes de temple venal habían prestado oídos, aquel que llevaba siempre en el rostro pálido y enjuto como el resplandor de una luz alta y desconocida, y en los ojos el centelleo de la hoja de una espada, aquel que no veía desdicha sin que creyese deber suyo remediarla, y se miraba como un delincuente cada vez que no podía poner remedio a una desdicha, aquel amantísimo corazón, que sobre todo desamparo vaciaba su piedad inagotable, y sobre toda humildad, energía o hermosura prodigaba apasionadamente su amor, había cedido, en su vida de libros y abstracciones, a la dulce necesidad, tantas veces funesta, de apretar sobre su corazón una manecita blanca.
Yo vivía en santa ignorancia de ciertos desvaríos, y tú has venido con seducciones infernales a manchar mi conciencia.
Y sabía también que, no obstante que en apariencia la obra política del rebelde absorbía toda su actividad, todavía disponía de tiempo para llevar una existencia llena de aventuras galantes, pasando de un amor a otro, recompensando con el dolor del abandono y la traición a las desventuradas incapaces de resistir a sus seducciones.
La idea de la belleza se asocia naturalmente a las de la bondad y de la virtud, que son contiguas, hasta el punto de que nada sea más fácil que atribuir estas dotes a los seres hermosos, pero ¿acaso no estaba acostumbrado, no solamente a defenderse de las deducciones demasiado naturales y no comprobadas todavía, a observar con igual penetración a los otros, a sí mismo y a la vida, acaso no había concluido por negar a ésta toda importancia? ¿De modo que iba a pagar su larga, enérgica, desesperada resistencia a todas las seducciones, con una alucinación repentina? La mejor prueba del cambio que se había operado en él, era ésta: que ya no se complacía, como en otros tiempos, en la fatigosa e infecunda labor de examen íntimo, en la continua alternativa de la duda, sino que, dejando de mano toda discusión, casi obedecía a una voluntad extraña o imperiosa.
No soy sincera, no lo digo todo ¿No pensaría, en el momento de escribir esas palabras, que la traición del marido a quien ella había dedicado todo su amor, la traición de quien había dudado de su amor creyéndole indigno de poseerlo, de quien había prometido dedicar toda su vida a merecerlo, a conservarlo, era en él una grave culpa, y para ella un castigo inmerecido? ¿No pensaba que aquel hombre había mentido o se había vanagloriado de una fuerza que le faltaba? Si también sobre ella habían obrado turbadoras seducciones, y había sabido domarlas y alejarlas, ella, que a juicio del mundo habría sido más excusable al acogerlas, ¿no era natural que juzgara severamente la debilidad de ese hombre? Todo el dolor que el desengaño, que la ciencia del mal hasta aquel día inesperado iban despertando en el alma de la esposa, se expresaba en aquella frase: Tenía miedo de pensar y Ferpierre, leyéndola otra vez, se afirmaba en su explicación, reconocía que la imprevista solución era lógica: ilógico, o por lo menos poco atento a los antecedentes, había estado él mismo al prever un desenlace contrario.
Pero para él no existía otra mujer en el mundo, y era ciego y sordo ante muchas seducciones que le asediaban, atraídas por su opulencia.
Copiaré las seducciones mundanas para servir a Dios.
Cayó el gran cínico, dotado por naturaleza de las más bellas seducciones de palabra y trato, el hombre a quien sobraba de talento todo lo que le faltaba de escrúpulos, el que llenaba los archivos vacíos de su instrucción con los frutos repentinos de su entendimiento, el que en vez de moral tenía la prontitud imaginativa para fingirla, y en vez de ciencia el arte de ganar amigos.
Pasó por el lugar donde había encontrado el fúnebre cortejo, y no pensó ya en aquel ataúd blanco que le obsesionaba con la más amarga de las seducciones.
¡No sospechas cuántos encantos y cuántas seducciones tiene la vida!.
Te la has figurado como un monstruo de seducciones, como una de esas que, sin tener pizca de educación ni ningún atractivo moral, poseen un sin fin de artimañas para enloquecer a los hombres y esclavizarles volviéndoles estúpidos.
No tenía las seducciones personales de Juan Pablo, ni la humildad del pequeño.
Has hecho que Leocadia riña con un hombre honrado y bueno, que podía haberla hecho feliz: y ¿para qué? para llevarla ahora a las reuniones de esa hermandad, donde la devoción es negocio y la piedad tercera de seducciones.
Tú reconocerás que está lleno de seducciones y que no es extraño que su fantasía acalore y agite el alma de una.
Pero conocer a fondo la índole y las necesidades de los pueblos a quienes debe aplicarse la legislación, desconfiar de las seducciones de brillantes teorías, escuchar con atención e imparcialidad la voz de la experiencia, sacrificar al bien público opiniones queridas, no es lo más común en la infancia de las naciones y en crisis en que una gran transición política, como la nuestra, inflama todos los espíritus.
Nada inocente, pues el medio no lo permitía, era sin embargo, una virtud arisca inaccesible hasta entonces a las seducciones de los galanes que bebían los vientos por aquella beldad de cuerpo sano, exuberante de vida con la gracia irresistible de la mujer ya formada.
Pasaré por alto una infinidad de detalles, que te probarían hasta la evidencia todas las seducciones a que está expuesta la diplomacia de un jefe de fronteras, teniendo que habérselas con secretarios como mi comadre, y te diré solamente que esta vez se le quemaron los libros de su experiencia a Mariano, siendo Carmen misma la que me inició en los secretos de su misión.
Obedecían a una predisposición, a una educación, a las seducciones del caudillaje bárbaro y turbulento.
Me quedé pensando en las seducciones de la barbarie, y como había tiempo para enterarme de ellas y quería conocer el fin de la historia empezada, le dije:.
Podía quedarse dormido si continuaba haciendo gala de mis talentos oratorios, de mis conocimientos en la ciencia del derecho constitucional, de las seducciones que el hombre civilizado cree siempre tener para el bárbaro.
Oíase el alegre murmurio del agua de riego esparciéndose en cien diferentes direcciones por los huertos, dócil en seguir la senda que le traza el hombre, se veía a esta hija de las nubes y de las fuentes, ya rodear un naranjo como un ceñidor de bruñido acero, ya esparcirse sobre un cuadro recién sembrado como una cubierta de cristal, y entonces pararse incierta entre ceder a las seducciones del sol, que la atrae a sí para tejerse con ella sus velos, o a la atracción de la tierra, que la anhela para nutrir con ella las plantas tan lindas que le forman su rico vestido.
En la Coruña, en Santander, había resistido a todas las seducciones del dinero, únicas que, en verdad, se le habían presentado.

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