Ejemplos con señalándola

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Estos tres autores, tienen una crítica benévola a Truque, tanto como Martínez como Alape, escriben a favor de la narrativa de Truque, señalándola como innovadora, y equiparable a los grandes cuentistas internacionales.
Es mi hija Lucila -dijo el padre señalándola, y ella mirándonos con curiosidad un tanto desdeñosa, no hizo ni un movimiento de cabeza ni pronunció palabra alguna.
Otra dellas, que había sido pública ramera, por no llegar al valle no hacía sino decir que se le habían olvidado las muelas y una ceja, y volvía y deteníase, pero al fin llegó a vista del teatro, y fue tanta la gente de los que había ayudado a perder y que señalándola daban gritos contra ella, que se quiso esconder entre una caterva de corchetes, pareciéndole que aquella no era gente de cuenta aun en aquel día.
Las vacas de leche, de monótono cencerreo, husmeaban sus ruedas, las cabras, asustadas por el rocín, apartábanse sonando sus campanillas y balanceando sus pesadas ubres, las comadres, apoyadas en sus escobas, miraban con curiosidad aquellas ventanillas cerradas, y hasta un municipal sonrió maliciosamente, señalándola a unos vecinos.
Ya Chinta, musa de la economía en aquel hogar miserable, había muerto mirando a la vaca por un boquete del destrozado tabique de ramaje, señalándola como salvación de la familia.
«Es mi hija Lucila -dijo el padre señalándola, y ella mirándonos con curiosidad un tanto desdeñosa, no hizo ni un movimiento de cabeza ni pronunció palabra alguna.
Una puerta comunicaba la tal pieza con otra que debía ser alcoba, porque Caifás señalándola, dijo:.
Si me hubiese muerto en el fondo de esta zanja - añadió señalándola enfáticamente con sus esposadas manos , si me hubiese muerto ahí, a pesar de todo le habría sujetado, para que ustedes lo encontrasen todavía agarrado por mis manos.
De pronto arrancóse el cuello, la corbata negra y arrojóla al rostro de su mujer, luego se detuvo un momento como si hubiera recibido un golpe en las sienes y después echó a correr, salió hasta la calle, los ojos saltándole de las órbitas, y parándose en medio de la vereda, moviendo la rapada cabeza desnuda, señalándola como un loco a los transeúntes, los brazos extendidos, le gritó con voz desnaturalizada por el coraje:.

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