Ejemplos con sayas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El güelo y la güela vestían sayas de saco, golpeando el primero la enorme chepa de la güela.
Manuscrito de Ayala: Malo anda el negocio, cuando el viento y no el dinero levanta las sayas a las buenas mozas.
La vestimenta de los diablos se compone de sayas y chaquetillas negras, el cinturón está recubierto por cencerros grandes, y en la testa unos cuernos de toro, todo el cuerpo visible está untado con una mezcla de hollín y aceite, manos, brazos y cara, en la boca una dentadura hecha de patata, y el calzado recubierto de tela negra, todo con la intención de resultar totalmente irreconocibles.
Tal oficio, a veces, resultaba excesivamente largo, motivo por el cual la juventud buscaba entretenimiento clavando a la tarima del templo las sayas negras de las viejas que asistían a ellos.
La gran mayoría de los ciudadanos, más otros tantos miles de turistas y visitantes se vuelcan a las calles para presenciar este desfile, aplaudiendo y arrojando confeti o serpentinas a los participantes, todos danzando al ritmo de canciones tradicionales y típicas, como La Guaneña, Trompo Sarandengue, Son Sureño, Chambú y el infaltable Sandoná del maestro Jorge Midero, así como sayas y en general composiciones andinas inéditas que se estrenan cada año.
Estas telas eran las usadas para la confección de las sayas, jubones y justillos de fiesta , gala y los complementos, como podían ser las medias, los pañuelos, las manteletas, etc.
Usaban sayas de lana de colores lisos y sobrios o las de seda, color grana, para las fiestas.
Las sayas de sarga de lana solían ser de colores oscuros y más raramente con algunas listas en blanco.
En la segunda mitad del siglo XIX funcionó una pequeña factoría o mini-batán textil, impulsado por la única anergía que había, la hidráulica, en el que se manufacturaban estambres y paños, muy apreciados para la confección de sayas de estameña y escarpines, indumentaria propia de la época.
VI , SAYAS ABENGOCHEA & Garcia MOROCHO, op.
Le gustaban estas mujeres: iban vestidas de negro, con amplias sayas y gorros blancos y rígidos que traían a su memoria las tocas de las monjas Algunas muchachas, altas, carnudas, de ojos azules y cándidos, reían con el español sin entenderle una palabra.
Las comadres de Nápoles y de Castilla abrían sus arcas para extraer sayas y corpiños.
Más allá del estrado, sentadas en el suelo y con las piernas cruzadas, estaban unas cuantas negras con sayas de blancura deslumbradora.
Las hojas secas de su huerto crujían bajo las amplias sayas de pizpiretas comediantas que venían en busca de madrigales improvisados por el maestro a puerta cerrada.
Pasan labriegos con sus largas cabazas amarillentas, de cogulla a la espalda, luego, de tarde en tarde, una vieja, vestida de negro, arrugada, seca, pajiza, abre una puerta claveteada con amplios chatones enmohecidos, cruza el umbral, desaparece, una mendiga, con las sayas amarillentas sobre los hombros, exangüe la cara, ribeteados de rojo los ojuelos, se acerca y tiende su mano suplicante.
Cuando se llevaban los pantalones anchos, los de Pablito parecían sayas, si estrechos, era una cigüeña.
Otra vieja, con las sayas en la cabeza, compareció ante nosotros y nos largó un relato terrorífico del fuego que hacían los carlistas desde las casas contiguas a las puertas del Postigo, Valencia y convento de la Concepción.
Los transeúntes cruzaban por la acera muy de prisa, armados de paraguas e impermeables, chapalateando sobre el fango, que salpicaba las sayas remangadas de las mujeres, los pantalones recogidos o las altas botas de los hombres.
Sabel salió y volvió con el chiquillo agarrado a sus sayas.
El chiquillo gateaba por entre las patas de los perdigueros, que, convertidos en fieras por el primer impulso del hambre no saciada todavía, le miraban de reojo, regañando los dientes y exhalando ronquidos amenazadores: de pronto la criatura, incitada por el tasajo que sobrenadaba en la cubeta de la perra Chula, tendió la mano para cogerlo, y la perra, torciendo la cabeza, lanzó una feroz dentellada, que por fortuna sólo alcanzó la manga del chico, obligándole a refugiarse más que de prisa, asustado y lloriqueando, entre las sayas de la moza, ya ocupada en servir caldo a los racionales.
Allí, en efecto, habia, como antaño, clérigos y cofrades, soldados y bailadoras, señores y plebe: allí se veian, a la puerta de las oscuras cuevas, hileras de sillas ocupadas por lujosas damas y endomingados caballeros: allí resaltaban a la luz del sol los animados colorines de los pañuelos y sayas de las criadas y labriegas, los pintarrajados chalecos y fajas encarnadas de los hombres del pueblo, las medias blancas de trabilla de los que llevaban calzon corto, los refajillos colorados de las niñas pobres y descalzas que no tenian vestido, y las cobrizas carnes de los chicuelos que no tenian ninguna ropa.
Diríase que existe un armazón de madera, en lugar de un rollo de carne y huesos, debajo de aquella docena de sayas y de aquellos pañuelos estiradísimos.
Y, queriendo pasar adelante y romperlo todo, al improviso se le ofrecieron delante, saliendo de entre unos árboles, dos hermosísimas pastoras, a lo menos, vestidas como pastoras, sino que los pellicos y sayas eran de fino brocado, digo, que las sayas eran riquísimos faldellines de tabí de oro.
Pero su adversaria, no bien llegó la saliva al suelo, rugiendo como una pantera, saltó sobre la retadora, y asiéndola con todas sus fuerzas por el pelo, la hizo tocar el polvo con las narices, en seguida, de otro tirón la metió la cabeza entre sus piernas, oprimiéndosela a su gusto, y tendido el cuerpo, sobre las espaldas de su víctima, alargó la mano izquierda hasta cogerle las sayas por la altura de las pantorrillas, enarboló la diestra, trémula y amenazante.
Mujer de Tanasio: «tiene gloria en las manos» para cortar sayas y jubones, y es por eso la única costudera del pueblo.
la mantilla y las sayas que hace almohadas,.
Como estas cosas sucedían tan cerca de la hoguera como lo consentía su calor, brillaban los rostros ardorosos de las danzantes, y se podían contar las pintas, los remiendos y las pegas de las alegres sayas de las mozas, y distinguir la que llevaba medias de la que iba en pernetas o de la que estaba descalza, pues de todo había, y tanta era la luz que a la sazón derramaba la hoguera, que transformaba, ante los fascinados ojos, en transparentes jirones de verde gasa el espeso follaje de los árboles, y aun llegaba a la carral de vino con fuerza bastante para que desde la braña se conociera, con sus pelos y señales, a todos y a cada uno de los agazapados bebedores, en la pared de la iglesia se leían cuantos letreros habían escrito allí los muchachos con carbón, relucía el entonces mudo metal de las campanas, como si ardiendo estuviera también, y hasta en el cielo parecía haberse extinguido el fulgor de los astros.
Y con las sayas levantadas se dirigió presurosa a comprobar el.
¿Viste esa visión que acostándose fea se hizo esta mañana hermosa ella misma y haces extremos grandes? Pues sábete que las mujeres lo primero que se visten en despertándose es una cara, una garganta y unas manos, y luego las sayas.

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