Ejemplos con saqué

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

En mi disco lo que saqué fue mi parte personal, que alimenté a punta de nostalgia, esperanza, alegría, imaginación y mucho amor.
Por alguna razón, esta vez cuando él cantó yo saqué unos acordes para acompañarlo y luego él añadió el cántico que yo había estado cantando, surfin ', surfin'.
Logré salir del avión y ayudado por otros sobrevivientes, saqué tres niños y otros pasajeros.
La idea la saqué de La Morsa y el Carpintero, de Alicia en el País de las Maravillas.
y por lo visto y por lo oído saqué la conclusión de que José Gordillo pule su arte en silencio, aislado de toda influencia.
Cuando yo saqué mi cuartilla para apuntar el nombre de María y el nombre de su caballo me dijeron: Es jorobada.
Apadrinada por el maestro Armando Manzanero en México, con quien colaboró en su disco de duetos, cantando Te extraño , diana ha hecho colaboraciones con otros artistas como Arcángel, Huecco, David de Maria con el tema Miradas cruzadas y con el grupo de rock Mago de Oz, donde dice ella saqué mi copla más heavy.
Pues nada, que saqué los regalos: dos cortes de vestido para ellas, dos piezas de lienzo blanco para mi madre, unos pendientes de coral para la chica, una petaca y una cadena de plata para él, todo lo que llevaba Me dieron el mejor cuarto de la casa, no me preguntaron palabra de cómo ni de qué vivía y me trataron lo mejor que pudieron.
Hice un lío con la poca ropa que tenía, saqué hasta treinta reales, que eran todos mis ahorros, del escondrijo donde los ocultaba, antes del amanecer tomé a campo traviesa el camino de Madrid, y aquí entré por la carretera de Extremadura y la calle de Segovia.
Con qué cuidado saqué de la gran caja, uno por uno, temeroso de romperlos, aquella multitud de zagalas y rabadanes que tejían danzas cerca del portal, y aquellos magos que seguidos de criados y soldados, tan suntuosos de vestidos como sus señores, y jinetes en caballos, elefantes y camellos, debían ser lo más lindo de aquel belén que tendría chozas y palacios, caminos de hierro y barcos de vapor, volcanes nevados, cascadas de brea, lagunas de cristal pobladas de ánades y garzas, catedrales y mezquitas, feroces beduinos y apuestos charros mexicanos que perseguían con el lazo al aire las reses montaraces.
No venía muy provisto el baúl, no había en él mucho con que engalanarme, pero en dos por tres, con ayuda de tía Pepa y de Angelina, saqué la ropa, y pronto me presenté delante de la enferma hecho un veinticuatro.
Me metí más adentro y les dije cuatro frescas pero bien dichas ¡bonito genio tengo yo! ¡Pues creerán ustedes que les saqué dinero! Pásmense, pásmense la más desvergonzada, la que me salió con la escoba fue a los dos días a mi casa a llevarme un napoleón.
Ella me mordió un brazo, mira todavía está aquí la señal, pero yo le dejé sellaíto un ojo todavía no lo ha abierto, y le saqué una tira de pellejo ¡ras!, desde semejante parte, aquí por la sien hasta la barba.
Fortunata, yo te saqué de las barreduras de la calle, y tú me cubres a mí de fango.
Lo saqué con las puntas de los dedos y lo estuve mirando.
Esto no lo hago yo más que por ti ¡meterme en vidas ajenas! La impresión que saqué el otro día es que por el momento no es ella quien te le distrae.
Para averiguar si era fundada aquella pícara idea, fui ¿y qué hice? Pues saqué la cancamurria del Mesías que iba a venir, diciéndole que ella lo tenía en su seno y que el papá era el En fin, que con esta farsa pensaba yo arrancarle la confesión de lo que se me había metido entre ceja y ceja.
Metí la mano en mi bolsillo y saqué una moneda.
Así con las tenazas el libro, y le saqué de la chimenea donde olía mal, arrojándole a la jofaina.
—No sabré decir si fué por amores, respondió el alférez, aunque sabré afirmar que fué por dolores, pues de mi casamiento o cansamiento, saqué tantos en el cuerpo y en el alma, que los del cuerpo para entretenerlos me cuestan cuarenta sudores, y los del alma no hallo remedio para aliviarlos siquiera, pero porque no estoy para tener largas pláticas en la calle, vuesa merced me perdone, que otro dia con mas comodidad le daré cuenta de mis sucesos, que son los mas nuevos y peregrinos que vuesa merced habrá oido en todos los dias de su vida.
Háseme olvidado decirte que las carlancas con puntas de acero que saqué cuando me desgarré y ausenté del ganado, me las quitó un jitano en una venta, y ya en Sevilla andaba sin ellas, pero el alguacil me puso un collar tachonado todo de laton morisco.
Pidió el breton unos follados de camuza, que habia puesto en una silla a los piés de la cama, donde tenia dineros para pagar su libertad, y no parecieron los follados ni podian parecer, porque así como yo entré en el aposento, llegó a mis narices un olor de tocino que me consoló todo, descubríle con el olfato, y halléle en una faldriquera de los follados: digo que hallé en ella un pedazo de jamon famoso, y por gozarle y poderle sacar sin rumor, saqué los follados a la calle, y allí me entregué en el jamon a toda mi voluntad, y cuando volví al aposento, hallé que el breton daba voces, diciendo en lenguaje adúltero y bastardo, aunque se entendia, que le volviesen sus calzas, que en ellas tenia cincuenta de oro : imaginó el escribano o que la Colindres o los corchetes se los habian robado: el alguacil pensó lo mismo: llamóles aparte, no confesó ninguno, y diéronse al diablo todos.
Púseme despacio a mirarla, y apriesa comenzó a apoderarse de mí el miedo, considerando la mala vision de su cuerpo y la peor ocupacion de su alma: quise morderla por ver si volvia en sí, y no hallé parte en toda ella, que el asco no me lo estorbase, pero con todo eso, la así de un carcaño, y la saqué arrastrando al patio, mas ni por esto dió muestras de tener sentido.
Digo, pues prosiguió Cardenio, que, estando todos en la sala, entró el cura de la perroquia, y, tomando a los dos por la mano para hacer lo que en tal acto se requiere, al decir: ¿Queréis, señora Luscinda, al señor don Fernando, que está presente, por vuestro legítimo esposo, como lo manda la Santa Madre Iglesia?, yo saqué toda la cabeza y cuello de entre los tapices, y con atentísimos oídos y alma turbada me puse a escuchar lo que Luscinda respondía, esperando de su respuesta la sentencia de mi muerte o la confirmación de mi vida.
Mucho me pesa, Sancho, que hayas dicho y digas que yo fui el que te saqué de tus casillas, sabiendo que yo no me quedé en mis casas: juntos salimos, juntos fuimos y juntos peregrinamos, una misma fortuna y una misma suerte ha corrido por los dos: si a ti te mantearon una vez, a mí me han molido ciento, y esto es lo que te llevo de ventaja.
Ésta, señores prosiguió Dorotea, es mi historia: sólo resta por deciros que de cuanta gente de acompañamiento saqué de mi reino no me ha quedado sino sólo este buen barbado escudero, porque todos se anegaron en una gran borrasca que tuvimos a vista del puerto, y él y yo salimos en dos tablas a tierra, como por milagro, y así, es todo milagro y misterio el discurso de mi vida, como lo habréis notado.
Si no ha sido el tiempo breve que estuvimos en casa de don Diego de Miranda, y la jira que tuve con la espuma que saqué de las ollas de Camacho, y lo que comí y bebí y dormí en casa de Basilio, todo el otro tiempo he dormido en la dura tierra, al cielo abierto, sujeto a lo que dicen inclemencias del cielo, sustentándome con rajas de queso y mendrugos de pan, y bebiendo aguas, ya de arroyos, ya de fuentes, de las que encontramos por esos andurriales donde andamos.
Oyendo lo cual el venerable Montesinos, se puso de rodillas ante el lastimado caballero, y, con lágrimas en los ojos, le dijo: Ya, señor Durandarte, carísimo primo mío, ya hice lo que me mandastes en el aciago día de nuestra pérdida: yo os saqué el corazón lo mejor que pude, sin que os dejase una mínima parte en el pecho, yo le limpié con un pañizuelo de puntas, yo partí con él de carrera para Francia, habiéndoos primero puesto en el seno de la tierra, con tantas lágrimas, que fueron bastantes a lavarme las manos y limpiarme con ellas la sangre que tenían, de haberos andado en las entrañas, y, por más señas, primo de mi alma, en el primero lugar que topé, saliendo de Roncesvalles, eché un poco de sal en vuestro corazón, porque no oliese mal, y fuese, si no fresco, a lo menos amojamado, a la presencia de la señora Belerma, la cual, con vos, y conmigo, y con Guadiana, vuestro escudero, y con la dueña Ruidera y sus siete hijas y dos sobrinas, y con otros muchos de vuestros conocidos y amigos, nos tiene aquí encantados el sabio Merlín ha muchos años, y, aunque pasan de quinientos, no se ha muerto ninguno de nosotros: solamente faltan Ruidera y sus hijas y sobrinas, las cuales llorando, por compasión que debió de tener Merlín dellas, las convirtió en otras tantas lagunas, que ahora, en el mundo de los vivos y en la provincia de la Mancha, las llaman las lagunas de Ruidera, las siete son de los reyes de España, y las dos sobrinas, de los caballeros de una orden santísima, que llaman de San Juan.
Lo que a mí me admira es que sé, tan cierto como ahora es de día, que Durandarte acabó los de su vida en mis brazos, y que después de muerto le saqué el corazón con mis propias manos, y en verdad que debía de pesar dos libras, porque, según los naturales, el que tiene mayor corazón es dotado de mayor valentía del que le tiene pequeño.
Detuve el movimiento a la Giralda, pesé los Toros de Guisando, despeñéme en la sima y saqué a luz lo escondido de su abismo, y mis esperanzas, muertas que muertas, y sus mandamientos y desdenes, vivos que vivos.

© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba