Ejemplos con santabárbara

Algunos estudios actuales apuntan a una explosión accidental de la santabárbara, motivada por el calentamiento de los mamparos que la separaban de la carbonera contigua, que en esos momentos estaba ardiendo.

Antes de rendirse, Azopardo había decidido hacer explotar la santabárbara de su navío, pero desistió de sus propósitos cuando Romarate le dio garantías sobre los pocos tripulantes que lo acompañaban.

Declaró que era inadmisible que el Bahía se hubiera hundido por la explosión espontanea de su santabárbara como aseguraban algunas de las hipótesis.

Azopardo luchó por dos horas hasta que la situación se hizo insostenible y tras varios intentos de volar la santabárbara accedió a rendirse.

El artista plástico José Santa-Bárbara diseñó la entreplanta con los tradicionales azulejos portugueses, y de esta misma manera trató de hacer una referencia más abstracta a la vecina estación de ferrocarril.

Azopardo intentó volar la santabárbara, pero los heridos le suplicaron que no lo hiciera, de modo que accedió a rendirse.

Sin embargo los acontecimientos se precipitaron, y un cañoneo intimidatorio británico alcanzó la santabárbara de la fragata Mercedes, que se hundió en el acto, llevándose consigo las riquezas acumuladas por Diego Alvear y las vidas de su esposa e hijos.

La santabárbara es el pañol o paraje destinado en los buques para custodiar la pólvora, así como la cámara por donde se comunica o baja a este pañol.

A media noche reventó la santabárbara: la cubierta voló por los aires, hasta llegar a las estrellas, se hicieron cisco los palos, el cordaje, cuanto a bordo había, y el casco se fue a pique.

Pero Peter salió de la santabárbara con la bomba en las manos y la tiró por la borda tranquilamente.

Abandonando la lucha corrió hasta la santabárbara y le prendió fuego.

De regreso para el Callao, entró una de las victoriosas flotas en la rada de Paita, y hallándose el almirante de paseo en tierra, estalló la santabárbara de la nave capitana, salvando únicamente dos hombres de los cuatrocientos que la tripulaban.

Para colmo de desastre el incendio estalló en ésta, y a fin de salvarse de la explosión de la santabárbara tuvieron nuestros infortunados marinos que arrojarse al agua.

Pero a las primeras señales de su inquietud, comenzaron los señores «de mucha correa» a dejar de tenerla para él, a irritarle con gestos de desagrado, con sonrisas de burla o con palabras acres, hasta que, en fuerza de avivarse el fuego, llegó éste a la pólvora y voló la santabárbara.

A ti, padre mío, de pie ahí, sobre la puerta abierta de la santabárbara, con una mecha encendida en una mano y el reloj en la otra, contando los minutos que nos separaban de la muerte.

Y el capitán de pie sobre la santabárbara, con el botafuego ardiendo en una mano, el reloj en la otra y la frente radiante de una serenidad terrible, gritaba con el acento inexorable del destino.

Y uniendo a la voz la acción, abrió la trampa que cerraba la santabárbara, colocada al pie de su cama, cogió un botafuego, encendiolo, tomó en la otra mano su reloj abierto, bajó la primera grada del terrible depósito, y gritó:.