Ejemplos con sahumerio

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Actualmente su imagen se ve en Popayán participando de las procesiones de la semana santa generalmente portando un sahumerio y en Pasto es personaje infaltable en los eventos del carnaval de negros y blancos.
El k -bon, o porta sahumerio, se convirtió en tabako-bon, un lugar para depositar el tabaco y el contenedor para la quema de incienso, en un cuenco para contenedor de brasa ardiente, y así el tazón para depositar el incienso se utilizó como cenicero.
Y tenían sacrificados de aquel día dos muchachos, y abiertos por los pechos, y los corazones y sangre ofrecidos aquel maldito ídolo y no consentimos que tal sahumerio nos diesen, antes tuvimos gran lástima de ver muertos aquellos dos muchachos, y ver tan grandísima crueldad.
Fue la guerra un colosal sahumerio.
Después del sahumerio, Fortunata entró a ver a Mauricia, a quien encontró muy mal, en un estado de decaimiento y postración muy visibles.
Todos andan como moco de pavo, muy devotos y rezones, y esta noche creo que van a hacer un sahumerio de romero bendito y raspaduras de cuerno para limpiar la casa de maleficio.
—El sahumerio le perdonaríamos, respondió el estudiante.
Del sahumerio os hago gracia dijo don Quijote, dádselos en reales, que con eso me contento, y mirad que lo cumpláis como lo habéis jurado, si no, por el mismo juramento os juro de volver a buscaros y a castigaros, y que os tengo de hallar, aunque os escondáis más que una lagartija.
Si la señorita tiene que hablar con él, echaré un poco de sahumerio».
Desconfiadas de sus personas, cuando quieren halagar algunas narices, luego se encomiendan a la pastilla y al sahumerio o aguas de olor, y a veces los pies disimulan el sudor con las zapatillas de ámbar.
-Soy, en efecto, el doctor Peñarrubia, y muy servidor de usted -respondió éste, con ánimo bien notorio de rechazar el sahumerio que el otro quería darle.
Apenas comenzaba la sesión, ya chisporroteaba, y eso que don Lesmes, con su comedimiento habitual, había expuesto técnicamente a sus contertulios el estado de cada uno de los enfermos existentes en el pueblo, cosa que hacía todas las noches, y no había citado más que tres veces a su «íntimo amigo» el doctor Peñarrubia, pero cabalmente había visto el maestro a Fernando salir de la ''casa'' y con el último sahumerio al padre, asaltó al pedagogo este recuerdo del hijo.
de sol y de sahumerio baña el claustro fragante.
Recuerdo que me costó un poquillo tomar la embocadura a la tarea, pero con unos preludios de falsa modestia, un sahumerio discreto al talento de mi predecesor, y unas excursiones, eruditas a mi modo, por los cerros del arte, fuese templando el horno.
Y en medio del ardor canicular , el olfato percibe, como un sahumerio, un acre olor de sangre.
Hasta las monjas confeccionaban pastillas y mixturas y mechas de sahumerio para obsequiar al vencedor, cuando éste resultaba ángel de su coro.
-Este papel, que trasciende a sahumerio, se lo dirá a vuecencia -contestó el paje, sacando del bolsillo una carta.
Fue la guerra un colosal sahumerio.
Todos andan como moco de pavo, muy devotos y rezones, y esta noche creo que van a hacer un sahumerio de romero bendito y raspaduras de cuerno para limpiar la casa de maleficio.
y la prensa, si la hay en el pueblo, que sí la habrá, gracias a Dios, para sahumerio, cuando menos, de estos ídolos, y decirnos si van o si vienen, o si vestían de nube o de carámbano la noche de la recepción de X o de Z.
::¡Quemaremos el sahumerio del nadd hasta que los vapores embalsamados llenen la sala toda y se esparzan en todos sentidos!.
La semilla echada va levantando tal sahumerio y despidiendo de sí tanto vapor, que no hay estufa alguna entre los griegos que en esto le exceda.
Para la cosecha del incienso sírvense del sahumerio del estoraque, una de las drogas que nos traen a Grecia los fenicios, y la causa de sahumarle al irlo a recoger es porque hay unas sierpes aladas de pequeño tamaño y de color vario por sus manchas, que son las mismas que a bandadas hacen sus expediciones hacia el Egipto, las que guardan tanto los árboles del incienso, que en cada uno se hallan muchas de ellas, y sola tan amigas de estos árboles que no hay medio de apartarlas sino a fuerza de humo del estoraque mencionado.
Siempre que un marido babilonio tiene comunicación con su mujer, se purifica con un sahumerio, y lo mismo hace la mujer sentada en otro sitio.
En el sahumerio a «la familia del prócer», se elevó hasta lo épico, tanto, que no acertaba a bajarse.
¿Puede, en buena justicia, y aunque pudiera, aspirar al pleno y singular dominio y usufructo de esta mi «lozana y exuberante juventud», como dijo de ella nuestro poeta Aljófar en su anteúltimo sahumerio? ¡Oh!, sobre estas materias, ni él ni yo podemos llamarnos nunca a engaño, por muy recio que truene.
Echó de menos don Gonzalo en este tributo de cortesía un sahumerio a su importancia de acaudalado y a su saber de hombre del día, y amoscóse, tachando a don Román de lugareño incivil y de vanidoso destripaterrones.
El cuerno del vigía tocó la fanfarria que anunciaban la visita de un gran señor, el puente levadizo se bajó con estrépito, los escuderos acudieron al estribo, los pajes de rodillas descalzaron las espuelas del duque, las dueñas envueltas en sus blancas y reverendas tocas le presentaron el aguamanil de oro y el pebetero de sahumerio, y más allá, en fin, de pie en la puerta del salón de honor, el viejo castellano recibió al duque con toda la rigidez de la etiqueta que Felipe V heredó de su bisabuelo, con todos esos requisitos del paso y del asiento que hicieron al duque sonreír más de una vez pensando en su mujer, porque el grave personaje hacía todas aquellas evoluciones de la antigua ordenanza palaciega con una seriedad imperturbable que prometía al del Alba un triunfo seguro en su apuesta.
Al pie del lecho y sobre el mármol de una cómoda, había una pequeña biblioteca cuya nomenclatura, en la que figuraban los nombres de Andral, Huffeland, Raspail y otros autores, entre cráneos de estudio y grabados anatómicos, habría hecho creer que aquella habitación pertenecía a un hombre de ciencia, si una simple mirada en torno no persuadiera de lo contrario, y aquí, sobre una canasta d labor, una guirnalda a medio acabar, allí, un velo pendiente de una columna del tocador, más allá, una falda de gasa cargada de cintas y arrojada de prisa sobre un cojín, flores colocadas con amor en vasos de todas dimensiones, el suave perfume de los extractos ingleses, el azulado humo del sahumerio exhalándose de un pebetero de arcilla, todo revelaba el sexo de su dueño.
Y hasta el sahumerio del paisaje agreste.

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