Ejemplos con ríos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Había visto en su delirio claros arroyos, ríos silenciosos e inmensos, a los que no podía llegar nunca, sumidas sus piernas en dolorosa inmovilidad.
Antes, en la edad teológica, el hombre se había acostumbrado a la presencia de lo absoluto en cada realidad relativa, el mundo estaba poblado de mitos, la esencia de los seres flotaba en la superficie, como la niebla matinal sobre los ríos, y el conocimiento íntegro se ofrecía al alcance de la mano, como la frambuesa de los setos.
Allí se cambiaban los vapores de dos mundos, y el agua del hemisferio Surel hemisferio de los grandes mares, sin otros relieves que los triángulos extremos de África y América y las gibas de los archipiélagos oceánicosiba a reforzar, convertida en nubes, los ríos y arroyos del hemisferio Norte, ocupado en su mayor parte por la tierras habitadas.
Perdiendo por evaporación tres veces más líquido que el que le aportan los ríos, este mar asoleado se habría convertido en una extensión de sal, de no enviarle el Atlántico una rápida corriente de renovación que se precipitaba por el estrecho de Gibraltar.
Los ríos que se arrojaban en su seno para renovarlo eran pocos y de escaso caudal.
Próximos a estos caprichos galantes y afeminados, los raros productos del arte asiático proyectaban sus siluetas extrañas y deformes, semejantes a ídolos de un bárbaro culto, por los panzudos tibores, cubiertos de una vegetación de hojas amarillas y flores moradas o color de fuego, cruzaban bandadas de pajarracos estrafalarios, o serpenteaban monstruosos reptiles, del fondo obscuro de los vasos tabicados surgían escenas fantásticas, ríos verdes corriendo sobre un lecho de ocre, kioscos de laca purpúrea con campanillas de oro, mandarines de hopalanda recta y charra, bigotes lacios y péndulos, ojos oblicuos y cabeza de calabacín.
¡Id, inspiradas MUSAS, y cogiendo del oloroso mirto, laurel bello y rosas purpurinas, tejed en honor de CERVANTES inmortales coronas! PAN, y vosotros, SILENOS, FAUNOS y alegres SÁTIROS, danzad en la alfombra de los umbrosos bosques, en tanto que las NEREIDAS, las Náyades, las bulliciosas ONDINAS y juguetonas NINFAS, esparciendo mil aromosas flores, embellecerán con sus cantos la soledad de los mares, las lagunas, las cascadas y los ríos, y agitarán la clara superficie de las fuentes en sus variados juegos.
Adentro del carruaje, la dichosa Sol era toda exclamaciones: jamás, jamás, en su vida de huérfana pobre, había visto Sol correr los ríos, vestirse a los bosques fuertes de campanillas moradas y azules, y verdear y florecer los campos.
En este diario y en aquel, no bien puso el pie en el país, escribió el señor Valle con mano ejercitada, aunque un tanto febril y descompuesta, sus azotainas contra las monarquías y vilezas que engendra, y sus himnos, encendidos como cantos de batalla, en loor de la libertad, de que los campos nuevos y los altos montes y los anchos ríos de esta linda América, parecen natural sustento.
Allí, en los campos de Dos Ríos, campos ya para siempre memorables, se apagó aquel astro inmenso que parecía inmortal, allí cayó peleando por la independencia de su patria, arremetiendo contra los defensores de la tiranía, la cabeza imperial descubierta y nutrida de leyendas y de asombros, con el alma en el aire, el batallador infatigable que fue para los cubanos, con sus racimos de palabras y sus manantiales de ternuras, como otra isla sonora y espiritual.
De Vuelta Grande a Dos Ríos había poco más de una legua.
A poco avisan las avanzadas que estaban cerca de Dos Ríos la proximidad del enemigo.
¡Todavía viven algunos de los que oyeron a caballo y con la mano a la cintura su elocuencia arrebatadora: todavía viven algunos de los que le vieron sin cansancio y sin fatiga andando con el rifle al hombro por las montañas agrias, por los pedregales ásperos, por los ríos creídos, por las ciénegas espantables.
Ya en tierra, cargados como bestias, subieron los espinares y pasaron las ciénegas y cruzaron ríos crecidos y subieron cumbres, hasta que dieron con la guerrilla baracoana de Félix Ruenes hombre de consejo y moderación como lo llamó Martí, y a quien la gloria le crece ya sobre la sepultura.
Veía en sus pesadillas arroyos claros y murmuradores, ríos inmensos, y buscando frescura para su boca, paseaba la lengua por las paredes mugrientas, sintiendo cierto alivio al contacto de la cal del enjalbegado.
Los teólogos de la corte repelían el plan de un canal para unir el Tajo con el Manzanares, diciendo que la obra era contra la voluntad de Dios, pues con decir éste fiat , los dos ríos se hubieran unido, y que por algo estaban separados desde el principio del mundo.
Los ríos ruedan hacia los mares por cerca de comarcas abrasadas, desbordándose en el invierno no para fecundar, sino para arrastrarlo lodo en el ímpetu de la inundación.
¿Será esta agua menos útil que la del río? No, porque luego desciende en bienhechora lluvia, más fecundante que todo riego artificial, y aun de este mismo riego artificial es causa mediata, ya que la lluvia, que viene del cielo, cuaja y forma en la cima de los montes con apretada y cándida nieve las inexhaustas urnas, de donde brotan y se desatan arroyos y ríos en cristalinos raudales.
En sus aguas y en sus ríos tiene una fuente de riqueza.
Pues de aquí a veinte años ¡ya verán ustedes! Sería oportuno adquirir terrenos en Pluviosilla, particularmente cerca de los ríos.
¡Y nada acerca de ríos, ni de montañas, ni de límites, ni de ninguna otra particularidad física del territorio español! ¡Nada tampoco de la actual división por provincias, ya realizada entonces! ¡Ni tan siquiera se nombraba a Madrid! ¿Para qué, si no era ? En cambio, justo es decirlo, los que allí estudiamos sabemos hoy perfectamente y podemos lucirnos en cualquier tertulia diciendo de golpe qué poblaciones de España son y cuáles no.
He sido llevado a cuestas para pasar algunos ríos.
—Alamedas, campiñas, bosques, ríos, lagos, estanques, parras pomposas y aristocráticos lechos de jazmines, todo pasó ante mi vista en variada confusión, mientras que los chicos y las mujeres gritaban en torno mío:.
¡Cuántos ríos de lágrimas habrá derramado la infeliz en la soledad de su lecho!.
Y todos se dirán: —¡Y ni de noche habrá silencio ni quietud! Las mismas estrellas se requebrarán en lo alto: sólo que, como más sublimes, se dirán: —A todo esto los ríos se desperezarán contra las guijas de su lecho, dando estirones para llegar pronto a la mar salada, coquetona que los acoje a todos en su seno y les chupa su caudal, que gasta luego en vistosas papalinas de nubes y anchos peinadores de niebla.
Si no inventas tú un específico, al fin tendré que inventarlo yo Fortunata, dile que invente, hija, convéncele Podéis ganar ríos de oro.
Yo compraré algunas ovejas, y todas las demás cosas que al pastoral ejercicio son necesarias, y llamándome yo el pastor Quijotiz, y tú el pastor Pancino, nos andaremos por los montes, por las selvas y por los prados, cantando aquí, endechando allí, bebiendo de los líquidos cristales de las fuentes, o ya de los limpios arroyuelos, o de los caudalosos ríos.
Y ya, en esto, se venía a más andar el alba, alegre y risueña: las florecillas de los campos se descollaban y erguían, y los líquidos cristales de los arroyuelos, murmurando por entre blancas y pardas guijas, iban a dar tributo a los ríos que los esperaban.
En esto, y en suspirar y en llamar a los faunos y silvanos de aquellos bosques, a las ninfas de los ríos, a la dolorosa y húmida Eco, que le respondiese, consolasen y escuchasen, se entretenía, y en buscar algunas yerbas con que sustentarse en tanto que Sancho volvía, que, si como tardó tres días, tardara tres semanas, el Caballero de la Triste Figura quedara tan desfigurado que no le conociera la madre que lo parió.
Las claras fuentes y corrientes ríos, en magnífica abundancia, sabrosas y transparentes aguas les ofrecían.

© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba