Ejemplos con ruboriza

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Tiene una marca de nacimiento en su mejilla que se muestra sólo cuando se ruboriza al enojarse, tres tenues líneas muy pálidas que le cruzan la mejilla y le dan el aspecto de que acaban de abofetearla -al igual que las líneas que fueron dejadas a su padre cuando la Muerte lo abofetea en Mort-.
Una de las más obvias señales es cuando se ruboriza su cara de placer al ver a la chica desnuda cuando toma un baño o cuando ella misma lo metió junto a ella desnudos en un onsen.
El barbudo hermosote que avanza pisándole la cola del vestido es el esposo: dos metros de talla, se ruboriza cuando tiene que hablar con un extraño, pero se le adivinan unos músculos de boxeador y una gran facilidad para dar puñete , como él dice Los que ocupan la mesa con ellos son todos del mismo país: muchachos grandotes y buenazos, que vuelven de Alemania, gente simpática y franca que me quiere y distingue.
Creo que, si ante ella me viese de improviso, me turbaría como pobre chicuelo sin sociedad, educado en convento o seminario, que tiembla y se ruboriza ante una mujer.
-Pues Ceferino Ibarburu no se ruboriza de afirmar que se conceptúa necesario en el ejército del Rey legítimo, y que está plenamente convencido de que, el día del triunfo, sus servicios no pueden ser en justicia recompensados con menos que con una mitra.
Teme que se le acuse de servil, teme las murmuraciones y se ruboriza si le dicen que protege al absolutismo.
Isabel se ruboriza oyéndose llamar por él buena y bonita.
Se ruboriza y balbuciendo, contesta que ella no puede resolver.
¡Pero Hassán bajó los ojos, y lanzó un suspiro capaz de derretir el corazón más duro! Y las princesas le preguntaron, asombradas: Pero, ¿por qué suspiras de ese modo, ¡oh hermano nuestro!? ¿Y quién puede turbar tu quietud? ¿Quieres retornar a tu patria al lado de tu madre? ¡Habla, Hassán, abre tu corazón a tus hermanas! Pero Hassán se encaró con su hermana Botón-de-Rosa, que acababa de llegar precisamente, y le dijo, ruborizándose en extremo: ¡Mejor es que hables tu! ¡Porque a mí me da mucha vergüenza decir la causa de mi turbación! Y dijo Botón-de-Rosa: ¡No es nada, absolutamente, hermanas mías! ¡Todo se reduce a que nuestro hermano Hassán ha cogido un pájaro del aire muy hermoso y desea de vosotras que le ayudéis a domesticarlo! Y exclamaron todas: ¡Claro! ¡vaya una cosa! Pero, ¿por qué le ruboriza eso tanto a Hassán? La joven contestó: ¡Ah! Es que Hassán ama con amor ¡y con qué amor! a ese pájaro.
El cartón no se ruboriza.
La mujer, ordinariamente, es meticulosa y pulcra, la vista de una araña la hace temblar, al contacto de un hombre en un paseo se ruboriza, la menor humedad la obliga a caminar de puntillas, el humo de un cigarro la hace estornudar, y en un carruaje público se marea.
Puesta esta misma mujer en un baile campestre, aguanta el relente de la noche sin constiparse, gira como una peonza en brazos de un hombre horas enteras, y no se marea, sufre un pisotón que le aplasta un par de dedos, y no se queja, encuéntrase en su rápida marcha con una docena de parejas, crujen hasta sus pulmones con la violencia del choque, y no se da por entendida del suceso, rozan su terso cutis las patillas de su adjunto, y no se ruboriza, respira casi en la boca de éste su aliento tabacoso, y no estornuda, rómpese el leve zapato entre los chinarros del salón, y su pie delicado no da señales de sentir la aspereza del suelo, cae, en fin, un chaparrón de agosto, y si no le dicen «párate», sigue bailando con el agua a las rodillas.

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