Ejemplos con rozagante

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

La imagen, risueña, sonrosada, candorosa, con ropas flotantes y manto azul, llegaba más al alma de Lucía que las rígidas efigies de la catedral de León, cubiertas de rozagante atavío.
Los dependientes me abrazaron, colmándome de felicitaciones, y al punto bajó la rozagante doña Cabeza Ventosa de San José, quien, al estrecharme ambas manos cariñosamente, se puso muy colorada de la retozona emoción que al verme sentía.
Montañas y valles permanecen velados durante algunas semanas, y sólo de cuando en cuando, de mañanita, asoma el sol su rostro paliducho a través de las gasas, como para decir a los villaverdinos que no ha muerto, que ya le tendrán, el mejor día, muy guapo y rozagante.
—Llega tan hermosa y rozagante como si el tiempo no pasase por ella.
Si se encontrase allí algún maestro de la escuela pictórica flamenca, de los que han derramado la poesía del arte sobre la prosa de la vida doméstica y material, ¡con cuánto placer vería el espectáculo de la gran cocina, la hermosa actividad del fuego de leña que acariciaba la panza reluciente de los peroles, los gruesos brazos del ama confundidos con la carne no menos rolliza y sanguínea del asado que aderezaba, las rojas mejillas de las muchachas entretenidas en retozar con el idiota, como ninfas con un sátiro atado, arrojándole entre el cuero y la camisa puñados de arroz y cucuruchos de pimiento! Y momentos después, cuando el gaitero y los demás músicos vinieron a reclamar su o desayuno, el guiso de intestinos de castrón, hígado y bofes, llamado en el país , ¡cuán digna de su pincel encontraría la escena de rozagante apetito, de expansión del estómago, de carrillos hinchados y tragos de mosto despabilados al vuelo, que allí se representó entre bromas y risotadas!.
no ha visto al príncipe, señora doña María Facunda? Si es el más rozagante, el más lindo mozo que hay en toda España y sus Indias.
Pero ya todo eso ha pasado y ahora está gorda y rozagante, es decir, según me ha informado Montes de Oca, porque yo no la he visto desde la noche en que la hice pasar por el torno Los ojos se me fueron tras ella.
Obdulia, sentada enfrente, miraba a veces con languidez a la rozagante pareja.
Por fin, volviendo varios músicos de los festejos tradicionales de Caacupé, mostrose a ellos una rozagante muchacha.
Alegre, rozagante, como nuevo volvió de los baños de Termasaltas el señor Arcediano don Restituto Mourelo, dispuesto a emprender otra campaña, que esperaba fuese la última y decisiva, «contra el despotismo del simoníaco y lascivo y sórdido enemigo de la Iglesia que, apoderado del ánimo del señor Obispo, tenía sojuzgada a la diócesis».
Pálido, casi amarillo, agitado, muy nervioso, llegaba De Pas al lado de su amiga mística, cada vez más hermosa, de nuevo fresca y rozagante, de formas llenas, fuertes y armoniosas.
De Pas parecía un santo bajado del cielo, una alegría de arcángel satisfecho brillaba en su rostro hermoso, fuerte en que había reflejos de una juventud de aldeano robusto y fino de facciones, era la juventud de la pasión, rozagante en aquel momento.
Es, en suma, la cajiga, un verdadero salvaje entre el haya ostentosa, el argentino abedul, atildado y geométrico, y el rozagante aliso, con su cohorte de rizados acebos, finas y olorosas retamas, y espléndidos algortos.
Desaparecieron como por encanto los portillos y seturas de las mieses, y cada una de las brechas resultantes fue vomitando en la vega el ganado a borbotones, en abigarrada y pintoresca mezcla de especies, sexos, edades y tamaños: la mansa oveja y el retozón becerro, la cabra arisca y el perezoso buey, la dócil burra y la gentil novilla, la sosegada vaca, el inquieto potro de recría y el toro rozagante.
Nació gimiendo, entre gruñidos y pataleos recibió el agua del bautismo, y gruñendo volvió a casa y continuó, sin cesar, muchos días, comiéndose los puños apretados y perneando rabioso, como sapo clavado en estaca, mientras la pacífica y rozagante Verónica, olvidada de su familia en el último confín del hogar, no se moría de hambre porque la niñera cuidaba, de propio impulso, de esos y otros menesteres.
Allí estaba la encanijada solterona aristocrática, verdadera gaviota imponderable, envuelta en muelle plumaje de céfiros y encajes, la robusta matrona de plateados rizos y sonora voz, égida, guía y maestra de su pimpollo, aspirante a cortesana, fresca y delicada criatura que, viendo del revés sus conveniencias, buscaba aquel agosto sofocante para desarrollar sus abriles risueños, las del jubilado funcionario X***, de quienes se contaba que, puestas por su padre en la alternativa de comer patatas y vestir con lujo, o comer de firme y vestir indiana, optaron sin vacilar por lo primero, la rolliza codiciada heredera de un banquero de nota, buscando con ojos de diamantes una ejecutoria de primera clase para ennoblecer las peluconas de su padre, la sublime viuda, de rostro dolorido, que entretenía allí sus penas mientras labraba en un claustro retirada celda para enterrarse en vida, la dama esplendorosa y rozagante que movía un huracán con sus vestidos y muchas tempestades con sus coqueterías, la inofensiva esclava del buen tono, que se exhibía así por cumplir un deber de «su posición», la pudorosa beldad que recitaba arias de Norma y cantaba monólogos de Racine.
Iba el tal espetado y rozagante como nunca.
-¡Heme aquí, esposo mío! Heme aquí, no rozagante y bella como al pie del altar, sino pálida y fría cual me puso tu primer beso.
Don Víctor tenía a su izquierda a don Robustiano Somoza, el rozagante médico de la nobleza, que comía con la servilleta sujeta al cuello con un gracioso nudo.
hasta fresca y rozagante.
Que ponga arriba lo más viejo, y abajo lo más joven, o al revés, que todo sea rozagante, o todo marchito y arrugado, que dé sus preferencias a la más quisquillosa, aunque las merezca menos, que no se las muestre a ninguna, que no se queje aunque halle tachuelas en la sopa y cables en el estofado, que en pro de la paz, en fin, renuncie a todos sus derechos de amo y señor, y dome los naturales ímpetus de su carácter.
En primer término, sobre una espléndida alcatifa de Persia, y sentado en mullidos almohadones de seda, admirablemente bordados, se parecía un señor, en la flor de la juventud, cubierto de blanca y rozagante vestidura y coronada la gentil cabeza de un amplio turbante, cándido también, sobre el cual se erguía un airón o copete de rizadas y lindas plumas, sujeto el airón al turbante por una enorme piocha de perlas, diamantes y rubíes, que debía valer un imperio.
Aquí anda «la francesada» todavía tan fresca y tan rozagante como si hubiera pasado por Villavieja antes de ayer.
«Aqueya vista de oju que leía en la escuridá», «el decir agudu de la su palabra», «la mucha mano que tenía en todas partes para vencer imposibles, en bien de aquel vecindario», este rasgo generoso, aquel dicho tan a tiempo, la blandura de su corazón, siempre abierto a las desdichas ajenas, igual que su bolsa inagotable, su saber de todo, su tener de todo para todos, y su vivir con nada, lo duro de su correa, su apegamiento al terruño natal, sus heroicidades de hombre, sus valentías de mozo, los donaires de su persona, el rumbo de sus bodas y lo rozagante de su mujer, siendo muy de notarse que en estas pinturas de las cosas de la juventud de mi tío Celso, siempre acudían presurosos don Pedro Nolasco o don Sabas el Cura a confirmarlas, cuando no a enriquecerlas con nuevos y muy curiosos datos, con la autoridad irrecusable de testigos presenciales.
-Déjela, déjela -me decía casi al mismo tiempo la rozagante Mari Pepa, arrojando el último de sus abrigos flotantes sobre una silla, encima de los que acababa de arrojar Lituca-, déjela que entre y salga cuando quiera, que es bueno jacerse a todo, como ella se irá jiciendo, porque la conozco bien.
A todo esto, ella me miraba de hito en hito, hasta que, sin llegar yo a decirla cuanto pensaba decir, bañó toda su faz noblota y rozagante en una sonrisa que pudiera llamarse inmensa, si se midieran las sonrisas como las superficies, arrancó hacia mí con ambas manos tendidas, y exclamó cortándome el descosido discurso de repente:.
Allí dio el médico dos golpes en el suelo con el regatón del cachiporro, y aparecieron simultáneamente y como evocados por un conjuro, en una puerta de la derecha, la figura descomunal de don Pedro Nolasco, y en otra de la izquierda, la de una jovencita, algo desaliñada de ropa y de peinado, pero limpia como los oros, fresca y rozagante como una rosita de abril.
Y en dos zancadas atravesó la sala, y en pocas más llegó al portal, y como ya hacía rato que se estaban oyendo las campanas de la iglesia y algunos estallidos de cohetes, en cuanto se vio al aire libre comenzó a relinchar y a dar corcovos, como potro cerril que columbra el verde de la rozagante pradera.
Tomó el rábano por las hojas, y acercándose a la rozagante alemana, cuando ella creía que le iba a revelar un secreto, a hacer alguna íntima confidencia.
Así estaba él de guapo y rozagante.

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