Ejemplos con román

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Enfrente de don Román coloca el señor Pereda otro tipo, montañés de pura raza, y el mejor tipo de Pereda, el arbitrante Patricio Rigüelta, , como dijo aguda y felizmente un crítico.
Don Gonzalo es mero instrumento y juguete de la omnipotente voluntad y de las negras tramas de Patricio, que le maneja como blanda cera, y explota sus rencores contra don Román por el desaire de las bodas.
Debíase tal milagro a un don Román Pérez de la Llosía, señor rico, franco y campechano, sin aires de patriarca de la aldea, pero con muy buen sentido y recta intención en todo.
Salí, y a poco estaba yo en la casa de don Román.
Aunque eres pobre te casarás, sí, porque no te has de quedar soltero, como don Román, tu maestro, ni has de ser sacerdote.
Así me lo dijo dos días después el bueno de don Román.
Ya don Román le hablaría de las circunstancias en que me encuentro.
Ya Román me dijo que es usted un muchachito inteligente, que sabe usted hacer bonitos versos.
Está usted eficazmente recomendado por Román.
Mi maestro, el señor don Román López, me ha recomendado.
Una tarde recibí una cartita de don Román, una esquela muy punticomada, escrita gallardamente, con aquella la excelente letra de Palomares que años atrás dió a mi maestro fama de habilísimo pendolista.
Serenóse don Román, sacó la tabaquera, tomó un polvo, y, quitándose las gafas, me dijo en tono cariñoso:.
Los rivales de mi maestro, Jacinto Ocaña, el director de la Escuela del Cura , y Agustín Venegas, el de la Escuela Nacional , creyeron que el sonetista era el pomposísimo , y al domingo siguiente, cuando esperaba yo elogios y aplausos, salió en La Voz de Villaverde un articulejo desentonado y cáustico, en que ponían a don Román de oro y azul.
Discípulo aprovechado de don Román, criado en los clásicos, como él me dijo, dióme,a pesar de mis aficiones románticas,por la poesía mitológica y horaciana.
Publiqué los tales sonetos en El Montañés , previa la aprobación de don Román, quien los tuvo por buenos y muy buenos, antes y después de que La Voz de Villaverde , La Sombra de Vega , y cierto periodiquín de Pluviosilla los hicieran trizas y pusieran al autor como chupa de dómine.
Casi a mi lado avanzaban paso a paso algunos discípulos de don Román, con el Nebrija bajo el brazo, serios, graves, orgullosos, muy pagados de su ciencia, como personas de altísimos saberes.
Pero es lo cierto que don Román me quiso siempre como a un hijo, que me trató con suma benevolencia, que pocas veces sintieron mis manos los golpes de su férula, y que el buen anciano, no obstante su pobreza, me dio lecciones durante dos años, sin exigir de mis tías extipendio alguno.
Pero tal era de bondadoso el señor don Román.
Don Román, severo e irascible, dictó nuevas órdenes, amenazó con duros castigos, y luego, haciendo un gesto de dolor, pronto borrado por una expresión resignada de tristeza, vino al estrado.
Allí estaba la campanilla, con el mango roto, y el tintero circundado de plumas de ave,don Román no usaba de otras,y al lado la palmeta de zapotillo.
Cerca de la mesa se detuvo don Román, volvióse hacia la chiquillería, y prorrumpió solemnemente, en tono de sermón:.
Don Román se detuvo a dos pasos de mí.
Verdugo diligente e implacable, dispuesto a vengar en las manos infantiles el menor desmán, cualquiera osadía contra los poetas del siglo de Augusto, don Román no se andaba con chicas, ni tenía piedad, quien la hacía la pagaba, así fuera el hijo del alcalde.
Don Román vestía su eterno traje, su traje típico: pantalones anchos, larga levita negra, verduzca y mugrienta, chaleco blanco, pringado de rapé en las solapas, el cuello de la camisa altísimo, arrugado, sin almidón, ancho y apretado corbatín.
Me detuve en un tenducho, y pregunté por don Román López.
Mi querida ciudad natal es pobre, , como decía don Román.
La otra gloria villaverdina fué un buen clérigo que nunca se acordó de su pueblo natal, un sacerdote austero, sencillo y trabajador, gran teólogo,al decir de don Román Lópezque llegó a canónigo angelopolitano, y después a obispo, honor a que nunca aspiraron los villaverdinos, que nunca pensaron alcanzar, y que los llenó de alegría ¡Obispo un hijo de Villaverde! ¡Cielos! ¡Qué dicha! Desde entonces sueñan mis paisanos con que Villaverde llegue a ciudad episcopal.
Visita a don Román, tu maestro, al doctor Sarmiento, que es tan bueno con nosotras, a don Basilio, que te quiere tanto, al señor Fernández.
Lo que es hoy, me desayuno, y dejo al don Román con sus odas y sus églogas.
Aun conservaban en sus guardas la caricatura del maestro, don Román López, , como le llamábamos porque nunca hablaba del orador de Túsculo sin aplicarle rimbombante epíteto, y legibles todavía, notas, significados de inusitadas voces, sólo usadas de tal o cual poeta, listas de condiscípulos condenados a ser detenidos dos o tres horas, por no haber acertado con no sé qué dificultades horacianas.

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