Ejemplos con rigurosa

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

En la música popular, es una composición completamente revisada con respecto a la rigurosa música clásica, teniendo en cuenta al público que se dirige, y de los métodos utilizados en el proceso de la composición.
Segun los parientes y familiares de James, es la película más rigurosa y fiel a la historia de todas que se han hecho sobre el bandido.
En la grandeza de su palacio y en la alta dignidad a que se veía elevado, pasaba sus días en la mayor rigurosa observancia de su primitiva profesión.
Jesús al dar cumplimiento y nuevo sentido a la ley interpreta de manera más rigurosa la indisolubilidad del matrimonio y el adulterio.
De rigurosa simetría y proporción se ordena con pilastras dóricas en ambos cuerpos, el inferior tiene en su parte central la portada, mientras que en el superior centra una ventana adintelada.
Debido a la rigurosa naturaleza académica del Centro, los estudiantes deben solicitar admisión para ser considerados como miembros de la escuela.
En el mundo contemporáneo, la apostasía del Islam es objeto de controversia, pues mientras que para muchos musulmanes, sobre todo desde una perspectiva rigurosa o integrista, es condenable con la pena de muerte según la Sharia o ley islámica, aplicable en varios países, para otros, de tendencia más tolerante, no debe ser castigada.
En tiempos más recientes, sin invocar conceptos marxistas, ha sido reformulado a partir de una noción más rigurosa de sistema en trabajos como el del filósofo alemán G.
En áreas libres depende sobre todo de impedir la penetración de animales portadores y de Amblyomma mediante una inspección rigurosa de las importaciones.
A pesar de su disconformidad con el lugar también se dio tiempo para bromear por la rigurosa vigilancia a la que fue sometido diciendo: Es mucha gente para tan pocas personas.
Desafortunadamente las ecuaciones del flujo y de continuidad en su forma de ecuaciones diferenciales de derivadas parciales no tienen soluciones rigurosa cuando sus condiciones de contorno son complejas.
La fachada observa una rigurosa simetría en la disposición de los vanos: dos a ambos lados de la puerta y de cada uno de los balcones.
El rey, para asegurar la eficacia de tan rigurosa legislación, ordenó que se obligasen bajo juramento a aceptarla los magnates y demás miembros del oficio palatino, así como los obispos.
Hasta se susurrapero sin que existan datos para establecerlo como rigurosa verdad históricaque el insigne ex buen mozo quiso recordar sus pasadas glorias, y verter una regaderita de agua sobre sus secos y mustios lauros, y eligió para cómplice a cierta rata de proscenio, nombrada Zulma en la docta academia teatral, si bien está averiguado que en regiones menos olímpicas pudo llamarse Antonia, Dionisia o cosa así.
Hizo el recién venido al diplomático mudas señas de que no se molestase, y renegando por lo bajo, volvió a su observatorio, encargando disimuladamente al señor Pulido que saliese a repetir a los criados la rigurosa consigna.
Acrecentáronse sus temores al verse solo, sintióse malo y se metió en la cama, dando orden rigurosa de no recibir a nadie.
¡Excelente y alegre cena la de aquella noche en casa de los opulentos señores de Santa Cruz! Realmente no era cena sino comida retrasada, pues no gustaba la familia de trasnochar, y por tanto, caía dentro de la jurisdicción de la vigilia más rigurosa.
En fin, que en la marcha que llevaba el proceso cerebral, le sobrevino el , y se dice esto así, porque cuando pensaba algo, ponía un verdadero empeño maniático en que fuera pensado en los términos usuales de la más rigurosa dialéctica.
Al pasar a una rama colateral la hacienda de los Pazos de Ulloa, fue el marquesado a donde correspondía por rigurosa agnación, pero los aldeanos, que no entienden de agnaciones, hechos a que los Pazos de Ulloa diesen nombre al título, siguieron llamando marqueses a los dueños de la gran huronera.
Y si esta culpa merece alguna pena, en parte estoy y a tiempo somos donde y cuando se me pueda dar: pues ninguna me vendrá de sus manos que yo no estime por muy crecida gloria, ni podrá ser mas rigurosa para mí que la que padezco de mis deseos.
No fué menester que nadie les dijese a los dos que aquella música se daba por Costanza, pues bien claro lo habia descubierto el soneto, que sonó de tal manera en los oidos de Avendaño, que diera por bien empleado por no haberle oido haber nacido sordo y estarlo todos los dias de la vida que le quedaba, a causa que desde aquel punto la comenzó a tener tan mala, como quien se halló traspasado el corazon de la rigurosa lanza de los celos, y era lo peor que no sabia de quién debia o podia tenerlos.
Respondióme que pensaba otorgar la apelacion, y que con esto dejaba campo abierto a los señores del consejo para mostrar su misericordia, moderando y poniendo aquella su rigurosa sentencia en su punto y debida proporcion.
Con esta resolucion de la reina quedó la camarera tan desconsolada, que no le replicó palabra, y pareciéndole lo que ya le habia parecido, que si no era quitando a Isabela de por medio, no habia de haber medio alguno que la rigurosa condicion de su hijo ablandase ni redujese a tener paz con Ricaredo, determinó de hacer una de las mayores crueldades que pudo caber jamas en pensamiento de mujer principal, y tanto como ella lo era, y fué su determinacion matar con tósigo a Isabela: y como por la mayor parte sea la condicion de las mujeres ser prestas y determinadas, aquella misma tarde atosigó a Isabela en una conserva que le dió, forzándola que la tomase por ser buena contra las ansias de corazon que sentia.
Arrojáronse de los caballos Claudia y Roque, llegáronse a él, temieron los criados la presencia de Roque, y Claudia se turbó en ver la de don Vicente, y así, entre enternecida y rigurosa, se llegó a él, y asiéndole de las manos, le dijo:.
Sabida esta ley y la rigurosa condición della, pasaban muchos, y luego en lo que juraban se echaba de ver que decían verdad, y los jueces los dejaban pasar libremente.
Ése es otro error respondió don Quijote en que han caído muchos, que no creen que haya habido tales caballeros en el mundo, y yo muchas veces, con diversas gentes y ocasiones, he procurado sacar a la luz de la verdad este casi común engaño, pero algunas veces no he salido con mi intención, y otras sí, sustentándola sobre los hombros de la verdad, la cual verdad es tan cierta, que estoy por decir que con mis propios ojos vi a Amadís de Gaula, que era un hombre alto de cuerpo, blanco de rostro, bien puesto de barba, aunque negra, de vista entre blanda y rigurosa, corto de razones, tardo en airarse y presto en deponer la ira, y del modo que he delineado a Amadís pudiera, a mi parecer, pintar y descubrir todos cuantos caballeros andantes andan en las historias en el orbe, que, por la aprehensión que tengo de que fueron como sus historias cuentan, y por las hazañas que hicieron y condiciones que tuvieron, se pueden sacar por buena filosofía sus faciones, sus colores y estaturas.
Sea vuestra merced servido, señor don Quijote mío, de darme el gobierno de la ínsula que en esta rigurosa pendencia se ha ganado, que, por grande que sea, yo me siento con fuerzas de saberla gobernar tal y tan bien como otro que haya gobernado ínsulas en el mundo.
Y el primero que fue a descargar el golpe fue el colérico vizcaíno, el cual fue dado con tanta fuerza y tanta furia que, a no volvérsele la espada en el camino, aquel solo golpe fuera bastante para dar fin a su rigurosa contienda y a todas las aventuras de nuestro caballero, mas la buena suerte, que para mayores cosas le tenía guardado, torció la espada de su contrario, de modo que, aunque le acertó en el hombro izquierdo, no le hizo otro daño que desarmarle todo aquel lado, llevándole de camino gran parte de la celada, con la mitad de la oreja, que todo ello con espantosa ruina vino al suelo, dejándole muy maltrecho.
La señora del coche, admirada y temerosa de lo que veía, hizo al cochero que se desviase de allí algún poco, y desde lejos se puso a mirar la rigurosa contienda, en el discurso de la cual dio el vizcaíno una gran cuchillada a don Quijote encima de un hombro, por encima de la rodela, que, a dársela sin defensa, le abriera hasta la cintura.
Por acudir a este ruido y estruendo, no se pasó adelante con el escrutinio de los demás libros que quedaban, y así, se cree que fueron al fuego, sin ser vistos ni oídos, La Carolea y León de España, con Los Hechos del Emperador, compuestos por don Luis de Ávila, que, sin duda, debían de estar entre los que quedaban, y quizá, si el cura los viera, no pasaran por tan rigurosa sentencia.

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