Ejemplos con reyezuelos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Entonces Ben-Hadad cambio a sus reyezuelos vasallos y puso capitanes sirios en su lugar, y rearmo su ejército.
De regreso en Macedonia se dedicó, con un reducido grupo de fieles, al bandidaje, entablando contactos con algunos de los reyezuelos de Tracia en la frontera norte, hasta que uno de ellos lo reconoció como heredero legítimo al trono macedonio, probablemente a finales de , y puso a su disposición su alianza y sus tropas.
En bosques y sembrados chochas, reyezuelos, chotacabras, papamoscas, perdices y codornices.
En la contienda lucharon blancos y muchos africanos reclutados en los ejércitos del Kaiser por distintos métodos: entrada voluntaria para salir de zonas de hambruna, reclutamiento forzoso, entrega voluntaria por reyezuelos deseoso de ganar el favor de los europeos.
Estos se metían entre los reyezuelos y jefes de tribu y hacían negocio.
Se decía que uno de los reyezuelos del interior iba a hacer una y a traer cientos de esclavos.
El primero produjo un gran desencanto: había dentro una porción de baratijas de las que se empleaban para regalar a los reyezuelos africanos.
Cada vez que el doctor, después de una visita, quería lavarse las manos, quedaba asombrado ante las toallas con más colores que el iris, y las pastillas de jabón en forma de tigre o de lagarto que parecían fabricadas para reyezuelos del África.
Para obtener el pase o conformidad de estos reyezuelos de taifa, solicitó mi hermano la mediación de mi suegro, según este me dijo al referirme las dificultades vencidas.
Los españoles sucesores de Pelayo, vencedores de una gran parte de los reyezuelos moros que habían poseído media España, ya reconquistada, tomaron de sus conquistadores en un principio, compatriotas, amigos o parientes en seguida, enemigos casi siempre, y aliados muchas veces, estas fiestas, cuya atrocidad era entonces disculpable, pues que entretenía el valor ardiente de los guerreros en sus suspensiones de armas para la guerra, la emulación entre los nobles que se ocupaban en ellas, haciéndolos verdaderamente superiores a la plebe, y acostumbraba al que había de pelear a mirar con desprecio a un semejante suyo, cuando le era preciso combatir con él, si acababa de aterrar a una fiera más temible.
Pasó de allí Pompeyo a Amiso, y vino a pagar su rencillosa emulación cayendo en lo mismo que había reprendido, pues habiendo censurado amargamente en Luculo el que hirviendo aún la guerra hubiese arreglado las pro- vincias, haciendo también la distribución de los dones y premios que los vencedores acostumbran hacer concluida y terminada aquélla, ejecutó él mismo otro tanto en el Bósforo, cuando todavía Mitridates estaba mandando y conservaba respetables fuerzas, como si todo estuviera acabado, tomando disposiciones en las provincias y distribuyendo presentes con motivo de haber acudido a él generales y otros sujetos de autoridad y doce reyezuelos de los bárbaros, y aun por esto, contestando al rey de los Partos, se desdeñó de darle, como todos los demás, el título de rey de reyes, por no desagradar a estos otros.
Empezó por reunir toda su corte, y acudieron los dignatarios, reyezuelos y rajaes, cargados de pedrerías, tan refulgentes, que la sala donde se congregaron parecía un firmamento esmaltado de estrellas.
Entonces, después de besar a los niños por vigésima vez, la tierna Doniazada se encaró con el rey Schahriar y le dijo: Y ahora, ¡oh rey del tiempo! ¿vas a hacer cortar la cabeza a mi hermana Schehrazada, madre de tus hijos, dejando así huérfanos de madre a estos tres reyezuelos que ninguna mujer podrá amar y cuidar con el corazón de una madre?.
Con todo, Alfonso, antes hombre que monarca, y como tal, víctima de las miserias y fragilidades humanas, podía hallar aun medio de transacción posible con aquellos soberbios reyezuelos, bien que a costa de cualquier pequeño sacrificio de autoridad, pero tratándose del conde de Altamira, el asunto variaba de especie: reclamaba de este una prenda que valía para él más que su propio tesoro acaso, pero Ataulfo, si bien admitiera la amistad del soberano, con tal de no partir de él mismo la iniciativa, no podía tampoco satisfacer esta exigencia que reclamara con tenacidad esa prenda de alianza, inestimable para él bajo diversos aspectos.
Luego aquellos altivos reyezuelos marchaban a sus castillejos, escoltados por un puñado de aventureros, que eran el contingente respectivo que los correspondiera por vía de auxilio en favor del pretendido conde de Altamira.
Dividido el país en muchos cantones, mandaban reyezuelos que llamaban Caciques: se ponían al frente de sus súbditos en la guerra, imponían contribuciones, administraban justicia, pero era preciso que sus leyes y sus edictos se confirmasen por el senado de Tlascala, que, compuesto de ciudadanos elegidos en cada cantón en asambleas populares, era el verdadero soberano.

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