Ejemplos con retablo

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

La de Bayona le pareció linda como un dije de filigrana, pero no pudo oír en ella tan devotamente la misa: se lo estorbaba la pulcritud esmerada del templo, semejante a caja primorosa, los colores vivos de las figuras neobizantinas pintadas sobre oro en el crucero, o la novedad de aquel coro descubierto, de aquel tabernáculo aislado y sin retablo, el moverse de los reclinatorios, el circular de las alquiladoras de sillas.
Tú, ya se sabe, una santita, un angelín de retablo y él él es un caballero chapado a la antigua, a pesar de sus manías más fama tiene que el Cid.
¿Dónde había visto a aquel pájaro raro? Gabriel notó su esfuerzo por concentrar la memoria, y evitó el ser examinado, volviéndose de espaldas para mirar con falsa atención un retablo colocado en una pilastra.
Detrás de ella lucía el retablo del altar mayor su majestuosa fábrica de un dorado suave y viejo: todo un mundo de figuras representando, bajo calados doseletes, las diversas escenas del drama de la Pasión.
Entre el retablo y la verja, el oro parecía chorrear, resbalando por las blancas paredes, marcando con líneas deslumbrantes las junturas de los sillares.
Gabriel se asombraba viendo cómo iba el sabio desentrañando los orígenes intelectuales del pueblo hebreo, que habían servido de base al cristianismo, cómo desarmaba el inmenso retablo ante el cual había permanecido de rodillas la humanidad diecinueve siglos, pieza por pieza, marcando sus diversas procedencias.
Arriba, la fachada de piedra lisa, amarillenta, carcomida, con un retablo de gastada es cultura, dos portadas vulgares, una fila de ventanas bajo el alero, santos berroqueños al nivel de los tejados, y como final, el campanil triangular con sus tres balconcillos, su reloj descolorido y descompuesto, rematado todo por la fina pirámide, a cuyo extremo, a guisa de veleta y posado sobre una esfera, gira pesadamente el pájaro fabuloso, el popular con su cola de abanico.
Y, por hora, baste esto, y vámonos a ver el retablo del buen maese Pedro, que para mí tengo que debe de tener alguna novedad.
En resolución, la borrasca del retablo se acabó y todos cenaron en paz y en buena compañía, a costa de don Quijote, que era liberal en todo estremo.
¿Cómo alguna? respondió maese Pedro: sesenta mil encierra en sí este mi retablo, dígole a vuesa merced, mi señor don Quijote, que es una de las cosas más de ver que hoy tiene el mundo, y operibus credite, et non verbis, y manos a labor, que se hace tarde y tenemos mucho que hacer y que decir y que mostrar.
Obedeciéronle don Quijote y Sancho, y vinieron donde ya estaba el retablo puesto y descubierto, lleno por todas partes de candelillas de cera encendidas, que le hacían vistoso y resplandeciente.
En llegando, se metió maese Pedro dentro dél, que era el que había de manejar las figuras del artificio, y fuera se puso un muchacho, criado del maese Pedro, para servir de intérprete y declarador de los misterios del tal retablo: tenía una varilla en la mano, con que señalaba las figuras que salían.
Puestos, pues, todos cuantos había en la venta, y algunos en pie, frontero del retablo, y acomodados don Quijote, Sancho, el paje y el primo en los mejores lugares, el trujamán comenzó a decir lo que oirá y verá el que le oyere o viere el capítulo siguiente.
Callaron todos, tirios y troyanos, quiero decir, pendientes estaban todos los que el retablo miraban de la boca del declarador de sus maravillas, cuando se oyeron sonar en el retablo cantidad de atabales y trompetas, y dispararse mucha artillería, cuyo rumor pasó en tiempo breve, y luego alzó la voz el muchacho, y dijo:.
Y, diciendo y haciendo, desenvainó la espada, y de un brinco se puso junto al retablo, y, con acelerada y nunca vista furia, comenzó a llover cuchilladas sobre la titerera morisma, derribando a unos, descabezando a otros, estropeando a éste, destrozando a aquél, y, entre otros muchos, tiró un altibajo tal, que si maese Pedro no se abaja, se encoge y agazapa, le cercenara la cabeza con más facilidad que si fuera hecha de masa de mazapán.
Finalmente, en menos de dos credos dio con todo el retablo en el suelo, hechas pedazos y desmenuzadas todas sus jarcias y figuras: el rey Marsilio, mal herido, y el emperador Carlomagno, partida la corona y la cabeza en dos partes.
Hecho, pues, el general destrozo del retablo, sosegóse un poco don Quijote y dijo:.
Estando en esto, llegó maese Pedro a buscar a don Quijote y decirle que ya estaba en orden el retablo, que su merced viniese a verle, porque lo merecía.
Don Quijote no estaba muy contento con las adivinanzas del mono, por parecerle no ser a propósito que un mono adivinase, ni las de por venir, ni las pasadas cosas, y así, en tanto que maese Pedro acomodaba el retablo, se retiró don Quijote con Sancho a un rincón de la caballeriza, donde, sin ser oídos de nadie, le dijo:.
Oyendo lo cual el ventero, alegre sobremanera, señaló el lugar donde se podía poner el retablo, que en un punto fue hecho.
Y agora, porque se lo debo, y por darle gusto, quiero armar mi retablo y dar placer a cuantos están en la venta, sin paga alguna.
En esto, volvió maese Pedro, y en una carreta venía el retablo, y el mono, grande y sin cola, con las posaderas de fieltro, pero no de mala cara, y, apenas le vio don Quijote, cuando le preguntó:.
Dos reales lleva por cada pregunta, si es que el mono responde, quiero decir, si responde el amo por él, después de haberle hablado al oído, y así, se cree que el tal maese Pedro esta riquísimo, y es hombre galante, como dicen en Italia y bon compaño, y dase la mejor vida del mundo, habla más que seis y bebe más que doce, todo a costa de su lengua y de su mono y de su retablo.
Éste es un famoso titerero, que ha muchos días que anda por esta Mancha de Aragón enseñando un retablo de Melisendra, libertada por el famoso don Gaiferos, que es una de las mejores y más bien representadas historias que de muchos años a esta parte en este reino se han visto.
Preguntó luego don Quijote al ventero qué mase Pedro era aquél, y qué retablo y qué mono traía.
Sea en buen hora respondió el del parche, que yo moderaré el precio, y con sola la costa me daré por bien pagado, y yo vuelvo a hacer que camine la carreta donde viene el mono y el retablo.
Al mismo duque de Alba se la quitara para dársela al señor mase Pedro respondió el ventero, llegue el mono y el retablo, que gente hay esta noche en la venta que pagará el verle y las habilidades del mono.
¿Adónde está el mono y el retablo, que no los veo?.
Señor huésped, ¿hay posada? Que viene aquí el mono adivino y el retablo de la libertad de Melisendra.

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