Ejemplos con resultaba

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Antes, con el auxilio del perro, la vigilancia resultaba más completa, el animal era tan fino, que bastaba que un transeúnte se aproximase a una puerta exterior para que al momento acudiera ladrando.
¡Y qué orquestas, según me contaba mi padrino, formaban los Jerónimos en sus conventos! Para las señoras era una gloria ir los domingos por la tarde al locutorio, donde encontraban a los buenos Padres, cada uno de los cuales resultaba un profesorazo instrumentista.
Hasta le resultaba un hombre notable a su modo.
Aquel mercado extraordinario, que se prolongaba hasta bien entrada la noche, resultaba una festividad ruidosa, la explosión de alegría y bullicio de un pueblo que entre montones de alimentos y aspirando el tufillo de las mil cosas que satisfacen la voracidad humana, regocijábase al pensar en los atracones del día siguiente.
¡Oh, cuán execrable le resultaba ahora su antiguo ídolo! Y sin embargo, estaba convencido de que todo su odio era una impresión del momento, que se desvanecería apenas se hallase en presencia de la mamá.
Vería ella cómo le resultaba más barato, por una bestia tan hermosa como sólo tendría que desembolsar unos tres mil reales.
No era legal ni justo ganar ocho o nueve mil duros en un mes, jugando, ni más ni menos que los perdidos que van a los garitos, además, ese lucro resultaba criminal, ya que lo que él ganaba otros lo perdían.
¡Cómo ensanchaba el alma ver a la familia con sus amigos celebrando la Pascua tradicional! Era verdad que la fiesta resultaba costosa, que llena de trampas como estaba no debía permitirse tales despilfarres, pero ¡qué diablo! hay que saber vivir, y aquella fiesta, pensando egoístamente, bien podía resultar un medio seguro de proporcionarse auxilios en el porvenir.
Era muy dueño de no darle aquella miseria, al fin, resultaba lo que ella había creído siempre: un avaro sin corazón.
Aquella mujer resultaba incomprensible.
La lectura la cansaba también y la aburría soberanamente, porque después de estarse un mediano rato sacando las sílabas como quien saca el agua de un pozo, resultaba que no entendía ni jota de lo que el texto decía.
¡Oh!, no, interrogándose y respondiéndose con toda lealtad, resultaba que no le quería absolutamente nada.

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