Ejemplos con regocijado

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Sonreía maliciosamente y al mismo tiempo con desprecio, como regocijado por la inferioridad en que vive la hembra de los campos.
, mi querido Belarminoreplicó el confitero con regocijado pasmo.
Aquícontestole Miranda en tono mucho menos regocijado.
Cuando un cuarto de hora después entró el camarero con la bandeja, ardía el fuego más que nunca claro y regocijado, y las dos butacas, colocadas a ambos lados de la chimenea, y el velador cubierto de níveo mantel, convidaban a la dulce intimidad del almuerzo.
Ello es, que estas locas imaginaciones, ayudadas de los desvelos de enfermera, y acaso de alguna otra causa, marchitaban la tez de Lucía y alteraban su antes regocijado y apacible genio.
Pero el hado, que de muy distinta manera tenía resuelto atar los cabos de estos sucesos, dispuso, sirviéndole de instrumento Perico, que Miranda comenzase presto a hallarse satisfecho, entretenido y regocijado en aquella babilonia y golfo parisiense, por cuyos arrecifes y bajíos le piloteó el pollo Gonzalvo con más acierto y destreza que buena intención.
Marcelo pudo ver cómo el cándido estudiante que hacía llamamientos a la paz con una gravedad sacerdotal rodaba envuelto en su estandarte bajo el regocijado pateo de los zuavos.
Fernando experimentó un deseo egoísta de comunicar su desaliento y su amargura a este amigo regocijado.
Y luego, regocijado por su frase, soltaba una larga y sonora carcajada, como las que debían lanzar los reyes bárbaros en sus festines, sacudiendo su enorme tórax con temerosas convulsiones.
Pues bien, este ingeniosísimo varón, que tanto había regocijado a la villa con sus peregrinas invenciones, hacía ya mucho tiempo que permanecía inactivo.
Mucho le ha regocijado mi tentativa de asaltar el harem y de llevarme a , así como la solución discreta que el agudísimo renegado supo dar a mi travesura.
¿Habéis visto el gesto hipócrita, el regocijado silencio con que acoge un pueblo la muerte del gobernante que le oprime? Así lloró la huerta la desaparición de don Salvador.
Miguel, a quien los cuchicheos de los amantes producían idéntico efecto que los gritos y discursos de los filósofos, dejándole gratamente dormido, y soñando quizá en el gran papel que le tocaba hacer en aquel drama regocijado, cuando echase a los novios las bendiciones.
Salí de allí muy alegre y regocijado.
Villaverde me convidaba a recorrer sus calles desiertas, y el acento tierno y conmovido de los míos resonaba en mis oídos regocijado y amante.
Elías Perez encontrábase allí, tan regocijado como todo el mundo, muy atendido y bien tratado por los circunstantes, cruzando algunas palabras con ellos, y hasta riéndose contra su costumbre,—cual si al pobre viejo le alegrase el alma aquel tardío rayo de popularidad refleja que doraba el ocaso de su vida en el invierno precursor de la muerte.
El carácter burlón y regocijado de D.
Su taciturna tristeza, dado su carácter regocijado, parecía superior a la pena que pudiera sentir por el mal de Doña Blanca, y aun al mismo disgusto que los devaneos mentales y los dolores fantásticos de su amiga debieran causarle.
-Pues me han dicho más -continuó Pluma regocijado por la idea de que su rival iba a tener pronto castigo-.
Llegó Sancho a su casa tan regocijado y alegre, que su mujer conoció su alegría a tiro de ballesta, tanto, que la obligó a preguntarle:.
En este parecer venimos todos, y Zoraida, a quien se le dio cuenta, con las causas que nos movían a no hacer luego lo que quería, también se satisfizo, y luego, con regocijado silencio y alegre diligencia, cada uno de nuestros valientes remeros tomó su remo, y comenzamos, encomendándonos a Dios de todo corazón, a navegar la vuelta de las islas de Mallorca, que es la tierra de cristianos más cerca.
Según entraba y hablaba en su estilo regocijado y pintoresco, iba destocándose la cabeza y desenvolviendo el airoso cuerpo con sus ágiles manos medio cubiertas por mitones rojos de estambre.
Conoció al mediquillo de Tablanca y le abrazó muy regocijado y cariñoso, a mí me saludó con la cortesía y los ademanes de un gran señor, de los exquisitamente educados, porque los hay de ellos sin pizca de educación.
Yo tenía noticia, por mi padre, de lo regocijado y expansivo de su carácter cuando no le daba por ponerse hecho un erizo y hacer andar a todos en un pie, pero no creí, vistas sus cartas y su lacia catadura, que le quedara en el cuerpo tanto acopio de aquellos ingredientes retozones.
Sueño le pareció lo que veía, pero no tardó en convencerse de que era pura realidad, allí estaba Bastián en medio de la familia de Tasia leyendo unos papelones, cuyo contenido causaba el más regocijado asombro en los oyentes.
¡Cosa más rara! También el locuaz y regocijado espolique le miró de mal talante, y fue preciso que Fernando le llamara para que se acercase a él.
Pero fuiste a Madrid, saliste airoso del empeño del doctorado, y más tarde adquiriste un ruidoso triunfo en el Ateneo, y, sin embargo, la tinta de melancolía que dio en empañar aquí tu regocijado semblante, continuó velando las forzadas bizarrías de tus cartas.
¿Querrán ustedes creer lo que voy a decir? Precisamente yo tengo una mujer demasiado afectada del histérico, y como este mal es tan común en las señoras, vea usted que el deseo mismo me hizo consentir en que sería alguna medicina para algún mal de las mujeres, de modo que me puse tan contento, creyendo haber encontrado la piedra filosofal, y sin leer más, ni dónde se vendía siquiera, pensando hallarlo en los cafés, me dirigí al primero que encontré, interiormente regocijado de ver los adelantos que hace la Medicina, pregunté por un té que acababa de descubrirse, exclusivamente para las señoras, respondiome el mozo: «Señor, yo le sacaré a usted té, pero hasta la presente, el que tenemos en estas casas puede servir, y ha servido siempre, para señoras y para caballeros».
Formadas en fila, las mujeres siguieron al cantero, y apenas fuera de la casa, alzaron las voces, el griterío obligado en todo entierro de aldea, lúgubre cuando acompañan a un adulto, regocijado cuando se trata de un niño.
tal vez su espíritu se habrá serenado y hasta regocijado, y el.

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