Ejemplos con redondeles

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El adulto come hojas, con característicos redondeles.
El depósito de redondeles de oro guardado por su madre se había extinguido, pero arrojaba los billetes pródigamente en las mesas de juego, y cuando venía la mala escribía a su administrador, un abogado hijo de una familia de antiguos , dependientes de los Febrer desde hacía siglos.
Era porque rondaba cerca el jaguar, el tigre americano, de piel pintada a redondeles, al que los indios guaraníes, en su lenguaje, apodan el Señor.
¡Se acabó la iglesia! Y como una bandada de pájaros, volaban escalera arriba, sobre unos peldaños de azulejos multicolores con redondeles de barniz saltado que mostraban la roja pasta del ladrillo.
Vió con el pensamiento dos anillos tricolores, iguales a los redondeles que colorean los mantos volantes de las mariposas.
Sacó del pecho un medallón de plata con adornos de arte de Munich, y tocando un resorte lo hizo abrirse en redondeles, como las hojas de un libro, dejando ver los rostros de toda la familia: la , de una belleza austera y rígida, imitando el gesto y el peinado de la emperatriz, luego las hijas, las , vestidas de blanco, los ojos en alto como si cantasen una romanza, y al final los niños, con uniformes de escuelas del ejército o de instituciones particulares.
Unos carruajes ostentaban redondeles blancos con el centro cortado por la cruz roja, otros tenían como marca letras y cifras que sólo podían entender los iniciados en los secretos de la administración militar.
Se vió en un remolcador que danzaba sobre las ondulaciones del mar, frente al muro negro é inmóvil del trasatlántico, acribillado de redondeles luminosos y con los balconajes de las cubiertas repletos de gente que saludaba agitando pañuelos.
Los reverberos trazaban en el suelo amplios redondeles de púrpura.
En torno de ellos, las conchas vacías de las ostras destacaban sobre el barro los redondeles de su cal nacarada.
En el corredor había una pileta de agua y en su fondo una especie de harapo flácido y gris, con redondeles negros en el dorso.
Pasaban también el purpúreo relámpago del salmonete, la majestad brillante de la dorada, el vientre azulado de los pajeles, el lomo rallado del sargo, la boca en forma de trompeta de la brema de mar, la risa inmóvil del llamado festivo, el remate dorsal del pavón, que parecía hecho de plumas, la cola inquieta y hondamente bifurcada de la caballa, el estiramiento del mújol entre sus triples aletas, las redondeces grotescas del peje-jabalí y del peje-cerdo, la platitud obscura de la pastinaca flotando como un harapo, el largo hocico del peje-becacina, la esbeltez del róbalo, ágil y recogido como un torpedo, el rubio, todo espina, el ángel de mar, con sus carnosas alas, el gobio, erizado de angulosidades natatorias, el escribano, rojo y blanco, con bandas negras semejantes al rubricado de las firmas, el esmarrido modesto, el pequeño peje-araña, el soberbio rodaballo, casi redondo, con la cola de abanico y un ribete natatorio en torno de su disco manchado a redondeles, y la corvina sombría, que tiene en su piel el negro azulado de los cuervos.
Pasaron por ella rayas de color, nubes ruborosas que iban del rojo al verde, redondeles que se inflaban sobre la hinchazón, formando temblonas excrecencias.
Avanzaba el busto hacia el cristal para ver mejor la actividad devoradora de este estómago en forma de pirámide, que tenía en su cúspide una diminuta cabeza de loro con dos ojos feroces y en torno da la base la retorcida madeja de sus patas llenas de redondeles salientes.
Luego subía y subía lentamente con la ascensión del agua que hierve, hasta llenar la mitad del rectángulo de cristal, permanecía inmóvil un momento, temblando en ella lejanos redondeles de espuma, ojos curiosos que intentaban contemplar el interior de los salones, y poco después se iniciaba su descenso con gran lentitud, cediendo el paso a la triste claridad de una tarde sin sol.
En la proa y la popa formaban los emigrantes dos masas obscuras, sobre las cuales se agitaban los pequeños redondeles blancos de las cabezas.
Luego avanzó por un pasadizo, de puntillas sobre la tupida alfombra roja con grandes redondeles, en cuyo centro se ostentaba el nombre del buque.
Las espumas, luego de elevarse junto a la proa formando dos surtidores de leche pulverizada, resbalaban por los costados en grandes redondeles semejantes a los anillos de luz sideral.
En las inmediaciones del fumadero, Mina lo presentó a su esposo, aprovechando una rápida salida de éste, que iba a su camarote en busca de tabaco, abandonando a los compañeros y las altas columnas de redondeles de fieltro que denunciaban los consumidos.
Buen colador, hay veces que los redondeles de fieltro se amontonan en su mesa como una columna Y cuando no toma cerveza, admite o lo que caiga.
Estaban ahora en el Salón del Prado, alejados del movimiento de la gran calle, caminando entre macizos de verdura, por una avenida solitaria en cuyo suelo trazaban los focos de luz grandes redondeles blancos.
Los dos se despojaron de boinas y alpargatas y con los pies desnudos subieron sobre las piedras, en las cuales estaban marcados los redondeles que debían perforar.
La condesa de Busdonguillo, dama elegantísima al presente, en otros tiempos señorita cursi de las que pasan las primaveras en el Retiro, los veranos en el Prado y los inviernos en torno de una camilla con lámpara de petróleo haciendo flores de trapo o redondeles de , mientras alguno de los presentes cuenta lo que en la corte se dice cuidando de disfrazar la crónica escandalosa de modo que no dejen de enterarse las niñas de la casa.
Clarita y otras niñas de la escuela creían a pie juntillas que la madre Angustias no tenía ojos, y que todas sus facultades ópticas residían en aquellos dos temibles vidrios verdes, engastados en una armazón rancia y enmohecida, y acontecía que para imitarla cortaban dos redondeles de papel verde del forro del catecismo y se lo pegaban con saliva en los ojos, con lo cual se morían de risa.
¡Que no reculo yo como los cangrejos! i Que no voy yo más a capear madres e familia, que yo o me contrato pa matar toros distinguíos en redondeles aonde u me sangren los bichos o gane fama y renombre, o no güervo a coger la percalina!.
Y apenas había abierto la caja en que guardaba el dinero del jeique de la barba blanca, vió que allí no había ninguna moneda, sino redondeles de papel blanco.
Así lo pensó Celedonio, e hizo la prueba con un carnero, en su casa, cortándolo, después de carneado, en redondeles, como salarle, desde el hocico hasta la punta de la cola.
Cuando empezó de nuevo la faena en el saladero, un día le preguntó uno de los compañeros sí sabía charquear tan bien como desollar, y aprovechó Celedonio la ocasión para decirle que se animaría a cortar un buey en redondeles como salame, con cuero, huesos y todo, nada más que con el cuchillo.
Que la nube nos estropearía la tarde quitándonos el regocijo de la merienda, ya no podíamos dudarlo viendo los goterones que nos mandaba el cielo, y que caían estampando en el camino redondeles como piezas de dos cuartos.

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