Ejemplos con reclinó

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El comisario se reclinó en un brazo del sillón, y poniendo los ojos en alto empezó a juguetear con el cortapapeles.
Dejó lentamente mi mano y se reclinó atrás en el sofá, manteniendo fijo en la lámpara su rostro lívido.
Acto continuo, Cecilia lo hizo sobre sus rodillas, le echó los brazos al cuello, reclinó su cabeza sobre la del noble, llegando a poner los labios sobre su rostro.
Trajo las pipas o fumaderas, que yo acepté porque no eran del maldito, sino de buen tabaco de Gibraltar, y en esto se reclinó sobre el cojín que tenía por el lado derecho, y fumando y sonriendo, con un tonillo agridulce y socarronas pausas, me dijo:.
Alonso, arropado por la vieja, reclinó su cabeza sobre el hombro de Gracia, que le mimaba y arrullaba como a un niño.
Tía Pepa salió a mi encuentro, reclinó en mi hombro la encanecida cabeza, y sin decir una palabra me abrazó fuertemente.
Se echó en mis brazos, y reclinó su cabeza sobre la mía.
Siguió Maximiliano descargando su corazón, que otra coyuntura de desahogo como aquella no se le volvería a presentar, y por fin la niña estiró el brazo izquierdo sobre la mesa, y como estaba tan fatigada del ajetreo de aquel día y de los coscorrones, hizo del brazo almohada y reclinó su cabeza en ella.
Y luego reclinó la cabeza sobre mis hombros, y rodeó sus frescos brazos a mi cuello.
Cuando me sintió se reclinó en el sillón, y me dijo sonriendo, con la cabeza echada atrás sobre el respaldo:.
El comisario se reclinó en un brazo del sillón, y poniendo los ojos en alto empezó á juguetear con el cortapapeles.
Encendió el puro el Año nuevo y se reclinó en el sillón, contagiado por el optimismo cascabelero del tripudo.
Con la misma gracia gentil o íntima confianza con que una muchacha de quince años se prende al brazo de su querido y le inclina al hombro su cabeza, así aquel leve barquichuelo reclinó su costado sobre las aguas del mar y se deslizó por ellas cuando se desplegaron sus velas negras, y como la bandera roja de Inglaterra era izada al mismo tiempo, y corría con gallardía hasta el tope de la entena, hizo explosión el gozo de los marinos que lo veían desde tierra, y un palmoteo general con mil ¡hurras! atronó el aire y se difundió roncando por las entrañas del bosque.
La señora Coronela, tieza y garbosa entre todas, esponjó los pliegues de su rico vestido de terciopelo sobre su alfombra, hizo que sus lacayos envolviesen con gracia alrededor de sus pies su magnífica cola, y dando unos cuantos cierros al bellísimo abanico de la India, montado en nácar y perlas que lucía en sus manos se reclinó sobre su alfombra con la majestad altiva de una reina, y mirando recién entonces a su alrededor empezó a repartir saludos y miradas más o menos disimuladoras de sus verdaderos sentimientos para las que las recibían.
La joven reclinó su cabeza en el respaldo del sofá y poco a poco fue extinguiéndose en sus labios la risa y se quedó seria, tomó su cara la taciturna seriedad de los muertos.
Sin responder nada corrió a la alcoba y se reclinó sobre la cama, rompiendo a llorar.
Oída la contestación afirmativa se introdujo en el coche, y acomodando sus cajas se reclinó en un ángulo, con actitud de indiferencia descuidada.
Trajo Ibrahim las pipas o fumaderas, que yo acepté porque no eran del maldito Kif, sino de buen tabaco de Gibraltar, y en esto se reclinó El Nasiry sobre el cojín que tenía por el lado derecho, y fumando y sonriendo, con un tonillo agridulce y socarronas pausas, me dijo:.
Siendo ya alta noche, se reclinó allí mismo donde se hallaba sentado, y se puso a conversar con su esclavo Clito.
Después de haberse lamentado Quilonis de este modo, reclinó su cabeza sobre el hombro de Cleómbroto, y volvió sus ojos lánguidos y abatidos con el pesar a los circunstantes.
Dicho esto, se entró más adentro, y tomando un cuadernito como si fuera a escribir, se llevó a la boca la caña y la mordió, según lo tenía de costumbre mientras pensaba y escribía, estuvo así algún tiempo, y cubriéndose después la cabeza la reclinó.
Luego que así les hubo hablado se reclinó y se cubrió con la ropa, y no hizo el menor movimiento al llegarle el fuego, sino que, manteniéndose en la misma postura en que se había recostado, se ofreció a sí mismo en víctima, según el rito patrio de los sofistas de aquel país.
El primero que concurrió con sus amigos al sitio convenido fue Agesilao y en una sombra encima de la hierba, que estaba muy crecida, se tendió a esperar a Farna- bazo, llegado el cual, aunque se le pusieron alfombras de diferentes colores y pieles muy suaves, avergonzado de ver así tendido a Agesilao, se reclinó también en el suelo sobre la hierba, sin embargo de que llevaba un vestido rico y sobresaliente por su delgadez y sus colores.
Él entonces, o porque le incomodase aquel desorden o porque llegase a colegir su intento del precipitado modo de hablar y de la poca cuenta que contra la costumbre se hacía de su persona, mudó de postura y se reclinó en el asiento, como que no atendía ni oía lo que pasaba, pero habiendo tomado Perpena una taza llena de vino, y dejádola caer de las manos en el acto de estar bebiendo, se hizo gran ruido, que era la señal dada, y entonces Antonio, que estaba sentado al lado de Sertorio, le hirió con un puñal.
Ella se reclinó en su hombro, levantó hacia él sus ojos con zalamería y le dijo en voz baja:.
Y abrió sus ojos Curro, y a la luz de plata de la luna vió el rostro bellísimo y conmovido de la que fue su compañera, y no pudo proferir una frase, y se reclinó llorando en su seno, mientras también en la puerta de la sala enjugábase los ojos el señor Juan el Cachiporra en la manga de la zurcidísima chaqueta.
Hablando así, reclinó su cabeza sobre el honrado pecho de su aya.
Un día, estando la reina Serafina solazándose en sus jardines y echando pan a los pececillos colorados que nadaban en el tazón de mármol de una fuente, sintió mucho sueño y pesadez en los párpados, y sin poder resistir al deseo de descabezar la siesta, se reclinó en un banco de césped cubierto con un toldo de jazmines, y se quedó dormida en un abrir y cerrar de ojos.
Cuando entró la anciana, Ismena extendió sus convulsos brazos hacia ella, la estrechó en ellos, y reclinó su cabeza ardiente y su ruborizada sien sobre el pecho de la anciana que la había visto nacer.
Dejó lentamente mi mano y se reclinó atrás ex el sofá, manteniendo fija en la lámpara su rostro lívido.

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