Ejemplos con quío

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Los efesios, que nada habían oído todavía de lo sucedido a los de Quío, y que viendo aquella tropa entrada por su tierra, la tenían por una cuadrilla de salteadores que venían a robarles las mujeres, saliendo luego todos levantados en masa a socorrerlas, acabaron con los pobres marineros de Quío: ¡tanta fue su desventura!.
Viendo, pues, que no habían podido darles alcance, envíanles una orden a Quío para que vuelvan otra vez, pero los peones, no haciendo caso de los persas, fueron conducidos por los de Quío hasta Lesbos, y por los de Lesbos hasta Dorisco, desde donde, caminando por tierra, dieron la vuelta a Peonia.
Llegados al agua, se embarcaron para Quío, donde estaban ya seguros, cuando la caballería persa les iba siguiendo las pisadas a fin de cogerles.
Con esto cuando los enemigos salidos de Quío llegaron a Naxos con toda la armada, dieron contra hombres tan bien fortificados Y prevenidos, que en vano fue estarles sitiando por cuatro meses enteros.
Llegó a la isla de Quío y dio fondo en un lugar llamado Caúcasa, con la mira de esperar que se levantase el viento Bóreas, para dejarse caer desde allí sobre la isla de Naxos.
Dejado este punto, entraron a concluir un tratado de alianza con los samios, con los de Quío, con los lesbios y con los demás isleños que seguían las banderas griegas, obligándose con la fe mutua de un solemne juramento a que firmes en la confederación mantendrían lo prometido.
En efecto, de Delos adelante todo se les hacía un caos de dificultades, así por no ser los griegos prácticos en aquellos parajes, como por parecerles que hervían todos ellos en gentes de armas, y lo que es más, por estar en la inteligencia de que tan lejos se hallaban de Samos como de las columnas de Hércules: de suerte que concurrían en ello dos Obstáculos, el uno de parte de los bárbaros, quienes por el horror que a los griegos habían cobrado no se atrevían a navegar hacia Poniente, el otro de parte de los griegos, que ni a instancias de los de Quío osaban de miedo bajar de Delos hacia Levante.
Eran estas unos hombres que, conjurados en número de siete contra Estratis, señor de Quío, lo habían antes maquinado la muerte, pero como uno de los siete cómplices hubiese dado parte al tirano de sus intentos, los seis, ya descubiertos, escapándose secretamente de Quío, habían pasado en derechura a Esparta y de allí a Egina, con la mira de pedir a los griegos que con sus naves desembarcasen en la Jonia, bien que con mucha dificultad pudieron lograr de ellos que avanzasen hasta Delos.
De Pedaso, como decía, era, pues, natural Hermotimo, al cual, para vengarse de la injuria que con hacerle eunuco había padecido, presentásele una ocasión que no sé que se haya dado nunca otra igual: He aquí cómo sucedió: Hiciéronle esclavo los enemigos, y como a tal le compró un hombre natural de Quío, llamado Panionio, el cual daba en una granjería la más infame y malvada del mundo, pues logrando algún gallardo mancebo, lo que hacía era castrarle y llevarle después a Sardes o a Éfeso y venderle bien caro, pues sabido es que entre los bárbaros se aprecian en más los eunucos que los que no lo son, por la total confianza que puede haber en ellos.
La armada de los persas que había invernado en las cercanías de Mileto, saliendo al mar al año siguiente, iba de paso apoderándose de las islas adyacentes al continente del Asia Menor, a saber: la de Quío, la de Lesbos, y la de Ténedos.
Teniendo ya Histieo en su escuadra no pocos combatientes, jonios y eolios, desde Quío se fue contra Taso.
Con esta logró hacerse dueño de una pequeña ciudad de la isla, de cuyo puerto salía con los lesbios de su comitiva y se iba apoderando de las galeras maltratadas de los de Quío, que escapadas de la batalla naval se volvían a su patria.
Apenas la recibió, hízose a la vela con sus lesbios hacia Quío, dejando el cuidado de la piratería en el Helesponto a Bisaltes, natural de Abido e hijo de Apolofanes, y llegada ya a aquella isla, tuvo una refriega con la guarnición de un fuerte llamado Cela que no quería admitirle en aquel lugar, y mató en ella no pocos de aquellos defensores.
Once años habían durado las hostilidades contra Mileto, seis en tiempo de Sadyates, motor de la guerra, y cinco en el reinado de Aliates, que llevó adelante la empresa con mucho tesón y empeño. Dos veces fueron derrotados los Milesios, una en la batalla de Limenio, lugar de su distrito, y otra en las llanuras del Meandro. Durante la guerra no recibieron auxilios de ninguna otra de las ciudades de la Jonia, sino de los de Quío, que fueron los únicos que, agradecidos al socorro que habían recibido antes de los Milesios en la guerra que tuvieron contra los Erythréos, salieron ahora en su ayuda y defensa.
Caminaban los marineros de Quío por la señoría de Éfeso, y llegados ya del noche cerca de la dicha ciudad, quiso su desgracia que las mujeres del país estuviesen allí ocupadas en celebrar a Ceres legisladora un sacrificio llamado Tesmoforia.
Echado de su ciudad este antiguo señor, da la vuelta a Quío, de donde no pudiendo inducir a aquellos naturales a que le confiasen sus fuerzas de mar, pasó a Mitilene, y allí pudo lograr de los lesbios que le dieran su armada.
Luego que sucedió en Sardes esta novedad, viendo Histieo desvanecidas sus esperanzas, logró de los de Quío con sus ruegos e instancias que le llevasen a Mileto.
Con todo, los de Quío, a donde pasó luego, teniéndole por espía doble de Darío, enviado con la oculta mira de intentar contra ellos alguna novedad, lo pusieron preso, aunque poco después, informados mejor de la verdad, y sabiendo cuán grande enemigo era del rey, le dejaron otra vez libre y suelto.
Las ciudades que, cada cual por su parte, concurrieron a la fábrica de este monumento fueron: entre las jonias, las de Quío, la de Teo, la de Focea y las de Clazomene, entre las dóricas, las de Rodas, Cnido, Halicarnaso y Faselida, y entre las Eolias únicamente la de Mitilene.
Al efecto mandó que la décima parte de sus haberes se empleara en unos asadores de hierro, tantos en número para cuantos sufragase dicha cantidad, destinados a servir en los sacrificios de los bueyes, y en el día se ven aun amontonados detrás del ara que dedicaron los de Quío, frontera al templo de Delfos.
No quisieron los naturales de Quío vender a los focenses las islas llamadas Enusas, recelosos de que en manos de sus huéspedes viniesen a ser un grande emporio, y quedasen ellos excluidos de las ventajas del comercio.
Puesto a bordo todo lo que podían llevarse consigo, se hicieron a la vela, y se trasladaron Quío.
Mázares, después que le fue entregado Pactias por los de Quío, emprendió la guerra contra las ciudades que habían concurrido a sitiar a Tábalo.
Durante mucho tiempo ninguno de Quío enharinaba las víctimas ofrecidas a los dioses con la cebada cogida en Atárneo, ni del grano nacido allí se hacían tortas para los sacrificios, y, en una palabra, nada de cuanto se criaba en aquella comarca era recibido por legítima ofrenda en ninguno de los templos.
Allí fue sacado violentamente del templo de Milierva, patrona de la ciudad, y entregado al fin por los naturales de Quío, los cuales le vendieron a cuenta de Atárneo, que es un territorio de la Mysia, situado enfrente de Lésbos.
Los Mytileneos estaban ya a punto de entregársele por cierta suma de dinero, pero la cosa no llegó a efectuarse, porque los Cymanos, llegando a saber lo que se trataba, en una nave que destinaron a Lésbos embarcaron a Páctyas y le trasladaron a Quío.
Hay todavía tres ciudades de Jonia más, dos de ellas en las islas de Sumos y Quío, y la otra, que es Erithrea, fundada en el continente.

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