Ejemplos con quemándole

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

En el final de la serie Fuuma lo atraviesa con su espada pero Sorata logra lastimarlo bastante con su poder quemándole la mitad del cuerpo, Sorata queda mal herido y lo llevan al hospital, donde Arashi, se le entrega voluntariamente.
Ellos atacan a Link quemándole con sus lámparas.
Bart, desde su nacimiento, resultó ser un niño muy inquieto y juguetón, su primera travesura la realizó justo después de nacer, quemándole la corbata a Homer con un mechero.
A un pobre vendedor de frutas, , a quien acusaban de haber matado a dos , lleváronle a rastras por las calles con infernal gritería, y después de asestarle innúmeros bayonetazos, acabaron con él, junto al cuartel de San Francisco, quemándole la cara con petróleo.
La mano de Monsalud pasó de la calle al jardín, y el joven sintió sobre ella los labios de la joven, quemándole como ascuas, que se le metían por las venas adentro hasta el mismo corazón.
Recuerdos de lo pasado y horizontes de lo venidero, ritornelos de felicidades que hacían llorar y esperanzas de bienes que hacían sufrir, perspectivas y lontananzas azules y diamantinas, o envueltas en brumas tenebrosas, se aparecían al dueño de la cabeza destornillada, quemándole la sangre y sometiéndole a una serie de emociones y sobresaltos que no le dejaban vivir, porque le traían fatigado y caviloso entre las reminiscencias del ayer y las probabilidades inciertas del mañana.
Varios años antes los mozos de la Fonda, cuando la veían volver así, la calumniaban con juicios deshonrosos, y ahora que regresaba a su casa culpable y quemándole las sienes las caricias del adulterio, ni un rumor oía ni despertaba la sospecha más leve.
Luego, en un endurecimiento de todo él, logró arrancarse de allí, pudo andar, llegó a correr y como quien huye del fuego que va quemándole la ropa, afuera, en el claustro ya, echó a ver lleno de asombro que llevaba apretada en la mano una bolilla.
Con esto ya todo se puso en desorden, porque empezaron unos a gritar que se diera muerte a los asesinos, y arrebatando otros, como antes se había hecho con el tribuno de la plebe Clodio, los escaños y mesas de las oficinas, los amontonaron y levantaron una grande hoguera, sobre la que pusieron el cadáver, quemándole y como consagrándole en medio de muchos lugares santos, inaccesibles e inviolables.
Athos fue arrebatado como por un vértigo: la vista de aquella criatura, que no tenía nada de mujer, le traía recuerdos terribles, pensó que un día, en una situación menos peligrosa que aquella en que se encontraba, había ya querido sacrificarla a su honor, su deseo de crimen le volvió quemándole y lo invadió como una fiebre ardiente: se levantó a su vez, llevó la mano a su cintura, sacó de él una pistola y la armó.
Al hablar así, el bohemio avanzaba sobre Felipe, agarrándole del brazo con mano convulsa, y quemándole el rostro con su hálito febril.
Don Ciriaco la contempló hasta que el fósforo, quemándole los dedos, se le escapó y se apagó.
El Gallego le dice que hable, mientras procede a aplicarle una descarga eléctrica en el tobillo, quemándole los músculos, de lo cual todavía tiene la marca.

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