Ejemplos con quejumbroso

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Su tono quejumbroso y regionalista los identificó con la Ciudad Blanca.
¿Qué puede esperarse de un varón quejumbroso, que se lamente por un rasguño?.
Los machos emiten un quejumbroso reclamo diia-diia-diideiric cuando se exhiben estremeciendo las alas y desplegando la cola.
Al verse Teri por las tardes en el cerrado dormitorio, adonde llegaba suave y quejumbroso el sonido de la campana de don Miguel , tenía de pronto exabruptos coléricos.
El cobraba nuevas fuerzas al ver junto a él a sus protectores, y partía en una carrera loca de furiosos golpes, espoleado por nerviosa energía: pero el cansancio de los músculos tornaba a imponerse, y el acero sonaba quejumbroso en la piedra, sin avanzar gran cosa.
Aún repitió media docena más de versos, gozoso de mostrar su buena memoria, y después, cambiando el tono entusiasta por el quejumbroso, continuó: Ya ve usted si es triste abandonar los ocios dulcísimos de la buena literatura por esta actividad ansiosa, a que obligan los asuntos de un Estado incipiente, de un Estado en el cual tenemos que crearlo todo, y por el estruendo de la guerra, que siempre es cruel y bárbara aunque sea gloriosa.
Le habían cambiado su hijo, según ella decía con el tono quejumbroso de una madre resignada.
El profundo silencio turbábanlo de vez en cuando los tercetos de ciegos que, agarrados del brazo y golpeando el suelo con sus garrotes para orientarse, iban por el arroyo sin miedo a ser atropellados, prorrumpiendo en lamentaciones poéticas que, en tono quejumbroso, relataban la pasión y muerte del Redentor.
Aquella mujer mimada por Dios, que la puso rodeada de ternura y bienandanzas en el lugar más sano, hermoso y tranquilo de este valle de lágrimas, solía decir en tono quejumbroso que.
Ponía la boquita en el pezón, y de repente torcía la cara, hacía pucheros, iniciaba un llanto quejumbroso.
Era piadosa, no sin dejarse llevar a extremos de mojigatería chocante, practicaba la caridad, gobernaba la casa de su tío con habilidad suprema, era bien recibida, admirada y obsequiada en todas partes, a pesar del sofoco casi intolerable que producía su continuo afán de suspirar y expresarse siempre en tono quejumbroso.
Era optimista y no quejumbroso.
-Tengo que darle a usted una buena noticia -dijo con quejumbroso acento D.
Este tomó la petaca, suspiró hondamente y, tras algunos instantes de silencio, murmuró con acento quejumbroso al par que liaba con dedos ya trémulos un imponente cigarro.
El lazo se extendió vibrante como cuerda sonora, rompiose en silbido quejumbroso, y, volviendo sobre sí mismo, infirió en la mejilla del paisano un barbijo sanguinolento.
Como la enferma no estaba muy segura de padecer todos los males de que se quejaba, temerosa muchas veces de que las pócimas recetadas no fuesen necesarias dentro del estómago y acaso sí perjudiciales, prefería por regla general el uso externo, con lo cual se aumentaban las fatigas del cónyuge curandero, porque todo se volvía untar y frotar el cuerpo delgaducho y quebradizo, quejumbroso y desvencijado, de su media naranja o medio limón, como él la llamaba para sus adentros, porque los desahogos de Bonis eran de uso interno, al contrario de lo que sucedía con las medicinas de su mujer.
Entiende que te quiero despierto y profundo, pero no sabio y quejumbroso.
Con acento quejumbroso, de hombre enfermo, de un alma sumida en acerba pena, prosiguió así: «Y a pesar de todo, créame usted, deseo la paz.
Ya no era el mismo ser tímido, panzudo y quejumbroso.
De pronto, al sonar a lo lejos otra vez el quejumbroso «Padre nuestro.
potencias, y a todas horas y de todas las cosas quejumbroso.
-¡Sí, allá, muy lejos, en otro mundo, entre espirales de rabiosa espuma, y dormida a la sombra de los palmares por el suave aleteo de las gaviotas y el quejumbroso canto de los guajiros, allá, muy lejos, perdida acaso para siempre entre las brumas de la naturaleza y las brumas de la ausencia, está la patria pequeña, la patria querida, tanto más querida cuanto más injusta!.
Ese piano quejumbroso y esa melancólica expresión que daba el cantor de oficio a la cantata hacía un mal horrible a los jóvenes, que se miraban, a la sazón, intensamente.
-¿Se puée pasar?-preguntó desde la puerta el señor Juan el Cachiporra, el cual, al oír la voz gutural y ronca del paciente dándole la solicitada venia, penetró en la estancia, con paso torpe y lentísimo, como si costárale ya trabajo arrastrar el peso de su piel arrugada y de su ya caduca osamenta, y llegado que hubo junto a Curro, posó en éste sus ojillos grises con expresión de piedad infinita y exclamó con acento quejumbroso y sin poder ocultar sus impresiones:.
Y, como es natural, de cada palique con el señor Cristóbal salía Clotilde con el corazón más y más dolorido y más y más negro el pensamiento, lo que fue agriando de modo tal su carácter, que llegó un día en que su madre hubo de decirle con acento quejumbroso:.
Calló también esta vez el quejumbroso, aunque con protestas y valentías que sólo podían explicarse por el flamante encumbramiento en que fiaba el tal, pero las palabras habían caído en buen terreno, y fructificaron en descrédito gravísimo de Patricio y de don Gonzalo, sin necesidad de que Polinar insistiese en difamarlos.
Pero ¡cuán dulce era aquel canto alternado y quejumbroso!.
Tras una pausa preguntó, con tono quejumbroso:.
Antonio sonreía a cada nueva frase que arrancaba su metamorfosis, y al pensar en la mujer amada un dulce atosigamiento se apoderaba de él, y espoleado por la impaciencia ya se disponía a dirigirse hacia casa de su ídolo, cuando de pronto palideció intensamente: una voz dulce y de timbre armónico y quejumbroso acababa de llegar hasta sus oídos, dulce voz conocida que pregonaba:.
-Bien poías tú emprestarme una torda tan siquiera -le dijo con acento quejumbroso.

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