Ejemplos con quedándose

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Creyó ella sentir dos tenazas dulcísimas de fuego que la derretían y abrasaban toda, y reuniendo su vigor nervioso, se desprendió de ellas, quedándose trémula y erguida ante el pesimista.
Levantose Ignacio de un brinco, y, quedándose en pie sobre la parte más elevada del ribazo, dominando el paisaje todo, pronunció lentamente:.
Mejor hubiera hecho quedándose en palacio.
Crea que me dan un disgusto no quedándose a comer.
Regalábale una sotana nueva, y al punto la rasgaba en dos, quedándose con la parte del pecho y dando el espaldar a algún compañero pobre, con cuyo reparto iban ambos tan gallardos cubriendo con el manteo la desnuda trasera.
Mientras tanto, la Europa continuaba su marcha, y España, que había estado a su cabeza, fué poco a poco quedándose más distante en el camino del progreso.
Del salto se plantó Maxi en la cama, quedándose un instante con los brazos y las piernas en alto.
Segismundo no participaba de tal opinión, y estuvieron discutiendo sobre esto con selectas razones de una y otra parte, quedándose cada cual con sus ideas y su convicción, y resultando al fin que la fruta cruda bien madura es cosa muy buena, y que también lo son las compotas, si el repostero sabe lo que trae entre manos.
Estaba completamente sordo, teniendo que auxiliarse de una trompetilla para recoger algunos sonidos, su inteligencia sufría eclipses, y la memoria se le perdía en ocasiones casi por completo, quedándose en la tristeza del instante presente, sin ayer, sin historia, como si cayera de una nube en mitad de la vida, a la manera de un bólido.
Incorporose después, quedándose apoyada en un codo y mirando a los ladrillos.
Fortunata, que estaba sentada frente a la puerta aquella, levantose de golpe, quedándose yerta y muda.
Mucho agradeció esto doña Fuensanta, y poniéndose su toquilla encarnada, quedándose con la bata de tartán y las gruesas zapatillas de orillo, cogió el cesto y el portamonedas y fue a pedir órdenes a Severiana, que estaba en la sala, dentro de una nube de polvo.
Toda la parte religiosa del programa carlista la descartaba, quedándose tan sólo con la política, porque ya había visto prácticamente que los curas lo echan todo a perder.
Las madres intervenían, y Mauricia callaba al fin, quedándose durante dos o tres horas taciturna, rebelde al trato, haciéndolo todo al revés de como se le mandaba.
Bien, muy bienmurmuró el cura quedándose corrido, mirando a doña Lupe y a Papitos, la cual se pasmaba de aquel mirar que parecía una consulta.
En estas y otras conversaciones se pasaron la primera noche, hasta que se retiró Maximiliano a su casa, quedándose Fortunata tan pensativa y preocupada que se durmió muy tarde y pasó la noche intranquila.
Volvieron a la casa a las diez y media, porque Barbarita quería enterarse de cómo había pasado su hijo la noche, y entonces fue cuando Jacinta reveló lo del a su mamá política, quedándose esta tan sorprendida como poco entusiasmada, según antes se ha dicho.
Todos los presentes se apresuraron a felicitar al favorecido, quedándose él tan parado y suspenso, que creyó que le tomaban el pelo.
Ido abrió la boca para emitir pronta y juiciosa respuesta a esta pregunta, pero su mujer tomó rápidamente la palabra, quedándose él un buen rato con la boca abierta.
Solía no probar nada, ni el otro tampoco, quedándose cada cual con su opinión, pero con estas sabrosas peloteras pasaban el tiempo.
Más de agradecer es esto que los donativos que hacen otras quedándose muy abrigaditas en sus camas porque esta es la verdadera caridad que sale del corazón En fin, veo que su modestia se ofende, amiga mía, y no quiero sacarle a usted los colores a la cara.
Hízolo así don Quijote, y, quedándose en pelota, abrigó a Sancho, el cual se durmió hasta que le despertó el sol, y luego volvieron a proseguir su camino, a quien dieron fin, por entonces, en un lugar que tres leguas de allí estaba.
Hiciéronlo así, y, quedándose solos don Quijote, Sancho y Roque, aguardaron a ver lo que los escuderos traían, y, en este entretanto, dijo Roque a don Quijote:.
Finalmente, el acabársele el vino fue principio de un sueño que dio a todos, quedándose dormidos sobre las mismas mesas y manteles, solos Ricote y Sancho quedaron alerta, porque habían comido más y bebido menos, y, apartando Ricote a Sancho, se sentaron al pie de una haya, dejando a los peregrinos sepultados en dulce sueño, y Ricote, sin tropezar nada en su lengua morisca, en la pura castellana le dijo las siguientes razones:.
El maestresala respondió que en todo sería servido el señor Sancho, y con esto se fue a comer, y llevó consigo a Sancho, quedándose a la mesa los duques y don Quijote, hablando en muchas y diversas cosas, pero todas tocantes al ejercicio de las armas y de la andante caballería.
Y, diciendo esto, asió del bastón que tenía hincado en el suelo, y, quedándose la mitad dél en la tierra, mostró que servía de vaina a un mediano estoque que en él se ocultaba, y, puesta la que se podía llamar empuñadura en el suelo, con ligero desenfado y determinado propósito se arrojó sobre él, y en un punto mostró la punta sangrienta a las espaldas, con la mitad del acerada cuchilla, quedando el triste bañado en su sangre y tendido en el suelo, de sus mismas armas traspasado.
Hecho ya esto, quedándose en guardia dellos la mitad de los nuestros, los que quedábamos, haciéndonos asimismo el renegado la guía, fuimos al jardín de Agi Morato, y quiso la buena suerte que, llegando a abrir la puerta, se abrió con tanta facilidad como si cerrada no estuviera, y así, con gran quietud y silencio, llegamos a la casa sin ser sentidos de nadie.
Luego subió don Quijote sobre Rocinante, y el barbero se acomodó en su cabalgadura, quedándose Sancho a pie, donde de nuevo se le renovó la pérdida del rucio, con la falta que entonces le hacía, mas todo lo llevaba con gusto, por parecerle que ya su señor estaba puesto en camino, y muy a pique, de ser emperador, porque sin duda alguna pensaba que se había de casar con aquella princesa, y ser, por lo menos, rey de Micomicón.
Santa amistad, que con ligeras alas, tu apariencia quedándose en el suelo, entre benditas almas, en el cielo, subiste alegre a las impíreas salas, desde allá, cuando quieres, nos señalas la justa paz cubierta con un velo, por quien a veces se trasluce el celo de buenas obras que, a la fin, son malas.
Y, despidiendo treinta ayes, y sesenta sospiros, y ciento y veinte pésetes y reniegos de quien allí le había traído, se levantó, quedándose agobiado en la mitad del camino, como arco turquesco, sin poder acabar de enderezarse, y con todo este trabajo aparejó su asno, que también había andado algo destraído con la demasiada libertad de aquel día.

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