Ejemplos con puñados

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

A continuación se iniciaba el disparo de cohetes hacia el aire y contra el suelo y paredes, también se hacía en el Parque Paseillo y en varias calles del pueblo, una guerra de guerrillas, disparando varillas prendidas unos quintos contra otros, puñados enteros de cohetes se explotaban en el suelo poniéndoles una gran piedra encima.
Existe una práctica similar en la que se utilizan puñados de arena.
La construcción de la estupa estaba precedida de una ceremonia geomántica, orientada por sacerdotes donde, a través del lanzamiento de puñados de arena en un plano, se visualizaban mensajes divinos que orientaban su construcción.
De esos puñados de casas humildes, como las de la Alberca, salen las Compañías que forman los batallones de nuestros bravos soldados.
Antes de que alguien pueda detenerlo, toma grandes puñados de Focusyn y escapa.
En el Casino le admiraban los señores al ver cómo sacaba tranquilamente de sus bolsillos los billetes de Banco a puñados.
Parece que hay liebres y corzos a puñados, a puñados y en el castillo se pasa bien, hay mucha gente, diez y ocho huéspedes.
Y para mayor protesta, entraba en la vivienda del capataz, repartiendo a la chiquillería puñados de pesos.
De esta herida, que dado el temperamento de su esposa, no tenía tiempo a cicatrizarse, vengábase lindamente despellejando a la aristocracia de Madrid, arrojando puñados de lodo que llegaban, a salpicar a las más altas personas.
¡Será preciso que mate a uno! ¡No me dejaréis morir en paz! ¡Malditos todos, que llegáis a esta puerta y no respetáis mi dolor! ¡Yo también seré maldito, porque vosotros no me dejáis morir arrepentido! ¡Mis horas están contadas! ¡Tengo ya la sepultura abierta! ¡Dejadme! ¡Toda la noche han aullado los perros! ¡Cierro los ojos para morir, y vuestras voces me despiertan! ¡Sois como las hienas, que desentierran a los cadáveres! ¡Tendré que mataros! ¡Dejadme, hienas y lobos y escorpiones! ¡Dejadme que muera y que la tierra caiga a puñados sobre mis ojos!.
Se depositaban a puñados los billetes de Banco, como si fuesen retazos de papel sin ningún valor, unos por los perros, otros por los hombres, mientras arriba, en las canteras, estallaban los barrenos y el rebaño miserable de los peones se encorvaba, con el pico en alto, ante las rojas trincheras.
Ofreciendo los billetes a puñados, seguían durante horas enteras el jadear de su ídolo, atacando con el hierro la piedra, hasta que al quedar triunfante, lanzaban sus boinas al aire, gritando victoria más por el orgullo de la clase que por las ganancias de la apuesta.
Peleáronse como dos rabaneras, lanzáronse a la cara verdades y calumnias, puñados de fango amasado con agua de Colonia, con el desparpajo y el encono de dos Marfisas o Bradamantes de cabo de barrio, dispuestas a agarrarse por el moño y rodar por la mullida alfombra, lo mismo que ruedan las otras por en medio del arroyo.
La mayor parte de lo que cosechaba en sus campos se lo comía la familia, y los puñados de cobre que sacaba de la venta del resto en el Mercado de Valencia desparramábanse, sin llegar a formar nunca el montón necesario para acallar a don Salvador.
Un vejete seco, encorvado, cuyas manos rojas y cubiertas de escamas temblaban al apoyarse en el grueso cayado, era Cuart de Faitanar, el otro, grueso y majestuoso, con ojillos que apenas si se veían bajo los dos puñados de pelo blanco de sus cejas, era Mislata, poco después llegaba Rascaña, un mocetón de planchada blusa y redonda cabeza de lego, y tras ellos iban presentándose los demás, hasta siete: Favara, Robella, Tormos y Mestalla.
Circulaba el porrón, soltando su rojo chorrillo que levantaba un tenue glu-glu al caer en las abiertas bocas, obsequiábanse unos a otros con puñados da cacahuetes y altramuces.
El cuerpo, un puro esqueleto, y en el pelo rubio, de un color de mazorca tierna, aparecían ya las canas a puñados antes de los treinta años.
Sus ojos cándidos y virginales deshonráronse con una viva chispa de malicia, tras la inocencia infantil asomó la precocidad de la vida aventurera, las lecciones infames aprendidas sobre el barro de las calles, y las dos, apretando convulsivamente sus puñados de pesetas, huyeron como si las amenazase un terrible peligro.
Como en la orquesta salta el pasaje fundamental de atril en atril para ser repetido por todos los instrumentos en los más diversos tonos, aquel verde eterno jugueteaba en la sinfonía del paisaje, subía o bajaba con diversa intensidad, se hundía en las aguas tembloroso y vago como los gemidos de los instrumentos de cuerda, tendíase sobre los campos voluptuoso y dulzón como los arrullos de los instrumentos de madera, se extendía azulándose sobre el mar con la prolongación indefinida de un acorde arrastrado del metal, y así como el vibrante ronquido de los timbales matiza los pasajes más interesantes de una obra, el sol, arrojando a puñados su luz, matizaba el panorama, haciendo resaltar unas partes con la brillantez del oro y envolviendo otras en dulce penumbra.
Y mientras decía esto, por no estar inactivo, cogía de un telar la cazuela llena de granos, lanzando con voz de falsete un ¡! ¡! interminable, y arrojaba puñados al suelo, arremolinándose en torno de él las gallinas y palomos, escandalosas, agresivas, disputándose aquel maná con furiosos picotazos.
Mientras estudió la segunda enseñanza en el colegio de Masarnau, donde estaba a media pensión, su mamá le repasaba las lecciones todas las noches, se las metía en el cerebro a puñados y a empujones, como se mete la lana en un cojín.
Barbarita creía que se podrían coger flores a puñados, hacer ramilletes o guirnaldas, llenar canastillas y adornarse el pelo.
Grande fue el asombro de Fortunata aquella noche cuando vio que Maximiliano sacaba puñados de monedas diferentes, y contaba con rapidez la suma, apartando el oro de la plata.
Juanín se sube sobre una silla y empieza a coger el arroz con leche a puñados así, así, y después de hartarse, lo tira por el suelo y se limpia las manos en las cortinas.
Se va a la basura y coge los puñados de ceniza para echárnosla por la cara.
Uno de los mocosos arrastraba su panza por el suelo, abierto de las cuatro patas, el otro cogía puñados de arena y se lavaba la cara con ella, acción muy lógica, puesto que la arena representaba el agua.
A mí me han insultado, me han arrojado puñados de estiércol y tronchos de berza, me han llamado .
Si se encontrase allí algún maestro de la escuela pictórica flamenca, de los que han derramado la poesía del arte sobre la prosa de la vida doméstica y material, ¡con cuánto placer vería el espectáculo de la gran cocina, la hermosa actividad del fuego de leña que acariciaba la panza reluciente de los peroles, los gruesos brazos del ama confundidos con la carne no menos rolliza y sanguínea del asado que aderezaba, las rojas mejillas de las muchachas entretenidas en retozar con el idiota, como ninfas con un sátiro atado, arrojándole entre el cuero y la camisa puñados de arroz y cucuruchos de pimiento! Y momentos después, cuando el gaitero y los demás músicos vinieron a reclamar su o desayuno, el guiso de intestinos de castrón, hígado y bofes, llamado en el país , ¡cuán digna de su pincel encontraría la escena de rozagante apetito, de expansión del estómago, de carrillos hinchados y tragos de mosto despabilados al vuelo, que allí se representó entre bromas y risotadas!.
Perdióse, en fin, la Goleta, perdióse el fuerte, sobre las cuales plazas hubo de soldados turcos, pagados, setenta y cinco mil, y de moros, y alárabes de toda la Africa, más de cuatrocientos mil, acompañado este tan gran número de gente con tantas municiones y pertrechos de guerra, y con tantos gastadores, que con las manos y a puñados de tierra pudieran cubrir la Goleta y el fuerte.

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