Ejemplos con pulperías

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Curiosamente, el té, generalmente no se bebía en los cafés, fondas o pulperías de principio de siglo XIX, sino que se adquiría en farmacias como hierba de uso medicinal.
La finca gozaba de una inmejorable ubicación, debido a que tenía su frente sobre el incipiente camino a San José de Flores y, a sus lados, se hallaban dos pulperías muy reputadas en la época: La de Martínez, por el este y, hacia el oeste, la de Nicolás Villa, conocida en la zona por su veleta con la figura de un caballo, que luego daría nombre al barrio de Caballito.
Fiestas en las que la Alameda se llena con multitud de mindonienses, los puestos de los feriantes y las pulperías, donde nadie termina las fiestas sin haber disfrutado de un pulpo preparado al estilo feria.
A pesar de ser un pequeño pueblo, mantiene las tradiciones, bodegas, pulperías, casas familares, entre otras.
Por razones económicas debió dejar sus estudios para trabajar, consiguiendo empleo en una de las pulperías mineras.
Actualmente este municipio ha desarrollado mucho comercio que va desde pulperías hasta mencionar grandes empresas que se han establecido en la zona del Boulevard Las Palmeras, en sus colonias y en el centro de la localidad.
Varias personas practican la agricultura por lo que producen su propio alimento, otros lo adquieren de pulperías, supermercados para la cual se trasladan generalmente a la ciudad de Comayagua.
El pago en fichas, los despidos, las alzas en los artículos básicos, la carencia de una ley social también llevaron al desarrollo de la violencia, que se veía expresada en saqueos o la destrucción de pulperías, máquinas u oficinas.
Las pulperías eran establecimientos que podían encontrarse en todas las oficinas, donde se vendían los productos básicos como alimentos, ropa y medicamentos.
Los dueños de las pulperías enclavadas en la vertiente de los Andes sobre el Pacífico le vieron pasar hacia la Puna de Atacama con su mula decrépita pero todavía animosa.
Y enumeró todas las tabernas, llamadas pulperías , y todas las casas de remolienda donde por la noche tocaba la guitarra cantando y relatando cuentos verdes.
Cuando pasó la elección, Moreira empezó a llevar en Navarro una existencia borrascosa, armaba en las pulperías grandes parrandas que duraban semanas enteras, porque ningún pulpero se atrevía a contradecirlo, desde que Moreira pagaba religiosamente el gasto que hacía durante aquellas infernales Salamancas.
Quizás los que insultan a los pobres trabajadores del pueblos señalándoles su miseria, han conseguido conducirlos a ella, destruyéndoles su familia al arrebatar del hogar al que la mantenía, quizá el descamisado que recorre las pulperías consumiendo lo que gana en el día es conducido a la abyección y a la miseria por los que le hicieron abandonar a sus hijos y a su esposa imponiéndoles la ración de hambre y desolación que quita todo los encantos de la vida.
No concurría a las pulperías sino en los días de carreras en que iba a ellas montado sobre un magnífico caballo parejero, aperado con ese lujo del gaucho que reconcentra toda su vanidad en las prendas con que adorna su caballo en los días de paseo.
A los veinte minutos de marcha, sujetó el caballo en una de esas características pulperías de campaña, echó pie a tierra, ató con un nudo fácil el maneador en el palenque y penetró a la pulpería, concurridísima a esa hora.
Moreira llegaba a las pulperías del camino, donde asaba un pedazo de carne que comía en cordial amistad con el Cacique, y daba a su overo bayo la ración de alimento necesario a conservar sus fuerzas en todo su vigor.
En las pulperías era siempre bien recibido si le conocían, por ese espíritu de compañerismo de que siempre hace gasto el paisano, si era desconocido, porque su aspecto y varonil belleza cautivaban desde el primer momento.
Hacía siempre pequeñas jornadas de diez o veinte cuadras y siempre al tranco para conservar su caballo, ya para un momento crítico, ya para correr una carrera de interés en las diversas pulperías a que llegaba, carreras que ganaba siempre, pues su caballo era sobresaliente.
Nunca hacía noche en las pulperías, de las que se retiraba a la hora de cerrar y evitaba siempre acercarse a poblado, donde iba solo por una imperiosa necesidad.
Era un hombre de larga foja de servicios en las pulperías, donde había conquistado la terrible reputación que tenía.
La mayoría de aquella concurrencia iba atraída por aquella lucha que había sido anunciada y fabulosamente comentada en todas las pulperías por los amigos de ambos contendientes, comentarios que habían dado ya margen a algunas luchas de facón entre los que asignaban el triunfo a Moreira, que era la generalidad, y los que suponían triunfante a Leguizamon.
Llegaba a las pulperías donde se detenía solamente el tiempo necesario para dar de comer al Cacique y al caballo, siguiendo el camino provisto de un poco de pan y queso que era el alimento que tomaba cuando andaba, de viaje, dormía profundamente a la siesta en medio del campo, hora en que ningún paisano está de pie.
El paisano marchaba a jornadas muy cortas para reponer a su caballo de la última fatiga sufrida, que había sido muy recia y había postrado algo sus fuerzas, se detenía en las pulperías del tránsito el tiempo necesario para dar de comer a su gente, según llamaba a su caballo y su perro y comer algo él mismo.
Navarro recorrió medio partido por los lados que le indicaban podría estar Moreira pero por más que registró las pulperías no lo pudo encontrar.
A la caiba de la tarde se volvió a bajar en otra pulpería donde dio de cenar al caballo y al Cacique, cenando él mismo y asentando cada bocado con un trago descomunal de ese beveraje espantoso que en las pulperías de campaña se permiten llamar pomposamente vino carlón.
Ansioso de buscar camorra para engañar o concluir con la desesperación que lo dominaba, Moreira golpeó todas las pulperías que halló al paso nombrándose para hacerse abrir, pero todas las puertas permanecieron cerradas sin que siquiera una voz se atreviera a responder a su llamado.
Los indios solían salir a las boleadas, con permiso del jefe de la frontera, de cuyas boleadas volvían cargados de diversos cueros y pluma de avestruz, que cambiaban en las pulperías por un frasco de ginebra o un poco de yerba y azúcar, fabuloso negocio que retenía allí a los pulperos, a quienes los soldados de caballería de guarnición en las fronteras han calificado graciosamente de chupa sangre.
Como aquellos indios recibían ración y sueldos del gobierno, se habían ido a establecer allí algunos pulperos desalmados, que por ganar algunos pesos, viven, como suele decirse, con la vida en un hilo, pulperías que bajo el pomposo título de casas de negocio, eran las posadas donde el escaso viajero podía echar un trago y descansar una noche.
Asistía a las reuniones en las pulperías, concurría a todos los bailes que daban los paisanos en Navarro, sin promover jamás la menor disputa o escena comunes en este género de reuniones.

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