Ejemplos con puente

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Uno figuraba un pie desnudo, de alto puente y empeine corvo, con su inscripción: Pie ario, noble.
A la vuelta solían las amigas hallar el puente más animado que a la ida.
Corta distancia había desde el puente al manantial intermitente.
Conforme dejaban atrás el puente, llegando a internarse en la frondosa alameda que a Vesse conduce, dilatábasele el corazón a Lucía, creyendo hallarse de veras en el campo.
En la esquina del puente, un pobre, decentemente vestido y con trazas de militar, pedía limosna con sólo una inflexión suplicante de la voz y un doliente fruncimiento de cejas.
Por el agrio talud de la ribera ascendían lentos carros cargados de arena y casquijo, y cruzaban después el puente, bañado en sudor el tiro, muy despacio, sonando a largos intervalos las campanillas.
Llegábase al manantial por un ameno sendero, ya desde el puente se cogía bella perspectiva.
Un puente lanzado con osadía sobre el mismo arco de la catarata que formaba la presa dejaba ver, al través de su tablazón mal junta, el agua espumante y rugiente.
¡Meditar! Lo mismo meditan ellas que ese puente o esos barcos.
Volvieron a cruzar ante los iluminados cafés, bordearon el teatro y tomaron hacia el puente, a tales horas casi solitario.
Tanto agradaban a Lucía el puente y el río, que a propósito andaba despacio al pasarlos.
Ellos estaban sobre angosta tabla echada a manera de puente a lo ancho del depósito.
Yo veo de noche como los lobos, y con tal que la avenida no se haya llevado ninguna puente.
Después las lecturas belicosas de una poesía irresistible: Bonaparte, con su banderita, pasando el puente de Arcole entre las nubes de metralla, grande como un dios, luego, nuestros generales de ir por casa: Espartero en Luchana, O’Donnell en África, y sobre todos, Prim, el caudillo casi legendario, guiando con su sable los batallones en Castillejos: Yo quiero ser lo mismodicen los muchachos, adonde llega un hombre, bien puede alcanzar otro.
Apenas si se acordaba del pobre , y sintió el orgullo del propietario cuando en el puente y en el camino volviéronse algunos de la huerta a examinar el blanco caballejo.
Al extremo del puente, en una planicie entre dos jardines, frente a las ochavadas torres que asomaban sobre la arboleda sus arcadas ojivales, sus barbacanas y la corona de sus almenas, se detuvo Batiste, pasándose las manos por el rostro.
Y el pobre Batiste, con el pensamiento ocupado por tantas desgracias, barajando en su imaginación el niño enfermo, el caballo muerto, el hijo descalabrado y la hija con su reconcentrado pesar, llegó a los arrabales de la ciudad y pasó el puente de Serranos.
Caminaba perezosamente por las calles de la ciudad en los fríos crepúsculos de invierno, comprando los encargos de su madre, deteniéndose embobada ante los escaparates que empezaban a iluminarse, y al fin, pasando el puente, se metía en los obscuros callejones de los arrabales para salir al camino de Alboraya.
¡Virgen Santísima! El carro se salía del camino, atravesaba el ruinoso puente de troncos y tierra que daba acceso a las tierras malditas, y se metía por los campos del tío , aplastando con sus ruedas la maleza respetada.
Atravesó el puente sufriendo los codazos de la multitud.
Al llegar al puente del Real pasó por entre los tranvías y carruajes, que, parados en la obscuridad, parecían mirar al gentío con los encarnados y redondos ojos de sus faroles.
Se había peleado con un amigo, dándose de bofetadas y palos en medio del puente del Real cuando iban a la feria a última hora.
Al subir la rampa del puente del Real tuvieron que apartarse del borde de la acera, limpiándose con los pañuelos de blonda el polvo que levantaban las ruedas de un carruajillo descubierto que corría con velocidad insolente, arrollándolo todo.
Toda esta invasión de figurones que trotaba por la ciudad, voceando como un manicomio suelto, dirigíase a la Alameda, pasaba el puente del Real envuelta con el gentío, y así que estaban en el paseo, iban unos hacia el Plantío para dar bromas insufribles, sonando las bofetadas con la mayor facilidad.
E igual indiferencia mostró al oírla cantar que el puente tenía seis ojos, y ella dos solamente.
No tuve más remedio que decir: Al enemigo que huye, puente de plata , y con tal de verles marchar, no me importaba el sablazo que me dieron.
Pero el condenado animal, en cuanto sintió el jinete salió escapado, y aunque el chico hacía esfuerzos por detenerlo, no podía Total, que llegó hasta la calle de Segovia, muy cerca del puente.
Dijo el hasta seis veces, subiendo gradualmente de tono, y la última repetición debió de oírse en el puente de Toledo.
Estaban acaso a la puerta dos mujeres mozas, destas que llaman del partido, las cuales iban a Sevilla con unos arrieros que en la venta aquella noche acertaron a hacer jornada, y, como a nuestro aventurero todo cuanto pensaba, veía o imaginaba le parecía ser hecho y pasar al modo de lo que había leído, luego que vio la venta, se le representó que era un castillo con sus cuatro torres y chapiteles de luciente plata, sin faltarle su puente levadiza y honda cava, con todos aquellos adherentes que semejantes castillos se pintan.
Aquel caballero que allí ves de las armas jaldes, que trae en el escudo un león coronado, rendido a los pies de una doncella, es el valeroso Laurcalco, señor de la Puente de Plata, el otro de las armas de las flores de oro, que trae en el escudo tres coronas de plata en campo azul, es el temido Micocolembo, gran duque de Quirocia, el otro de los miembros giganteos, que está a su derecha mano, es el nunca medroso Brandabarbarán de Boliche, señor de las tres Arabias, que viene armado de aquel cuero de serpiente, y tiene por escudo una puerta que, según es fama, es una de las del templo que derribó Sansón, cuando con su muerte se vengó de sus enemigos.

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