Ejemplos con puños

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Esta consideración tan cuerda, que asaltó de pronto la mente de la pobre chica, hízola retroceder, y menudeando los pasos cuanto pudo, y tornando a recordar su herida y a llorar, por ende, llegó a la villa y no paró de correr hasta el estanco que conocemos, en el cual entró momentos después que nosotros, y al mismo tiempo que llegaba también, aunque por distinto sendero, Simón Cerojo, demudado el semblante y apretando los puños de ira.
Añádase a esto que sonríe muy poco, y que jamás se ríe, que se afeita todos los días, y gasta una ropa muy fina y muy holgada, muy destacados el pecho, los cuellos y los puños de su camisa, y muy abarquilladas las alas del sombrero, añádanse, digo, estas gravísimas circunstancias, y se comprenderá mejor por qué don Simón ha llegado a ser, en la región que habita, el hombre indispensable: indispensable en las juntas, indispensable en las comisiones de dentro y fuera, e indispensable en el Municipio, que ya no sabe qué hacerse si él no lo preside.
Iban llegando y ocupando sus puestos los viajeros, contraído de tedio y de sueño el semblante, caladas las gorras de camino hasta las cejas los hombres, rebujadas las mujeres en toquillas de estambre, oculta la gentileza del talle por grises y largos impermeables, descompuesto el peinado, ajados los puños y cuellos.
Miranda le enseñó los puños, y un sentimiento de impotente y fría rabia apoderose de su espíritu.
Tome usteddijo con ese garbo caballeresco que tan frecuentemente se halla en la plebe española a mí me ha dado Dios buenos puños.
Si no se va ustedaulló Miranda tendiendo los puños.
Se recorrió maquinalmente con ambas manos, sacudiendo los cabos de hilo, y estirose algo los puños, mientras llegaba a la puerta.
Vio, además, que tenía los puños de la chambra hechos un trapo, remojados de lágrimas, y la falda sembrada de hilitos de hacer labor.
Cuando perdía, no le ocurrió jamás tirarse de los cabellos, blasfemar ni enseñar los puños a la bóveda celeste.
Sería pasada una hora, o quizás hora y media, cuando oyó Lucía herir con los nudillos a la puerta de su cuarto, y abriendo, se halló cara a cara con su compañero y protector, que en los blancos puños y en no sé qué leves modificaciones del traje, daba testimonio de haber ejercido ese detenido aseo, que es uno de los sacramentos de nuestro siglo.
¡Ah! Si él no tuviera sus puños de gigante, las espaldas enormes y aquel gesto de pocos amigos, ¡qué pronto hubiera dado cuenta de él toda la vega! Esperando cada uno que fuese su vecino el primero en atreverse, se contentaban con hostilizarle desde lejos.
Si la gente no se aparta, abriéndole paso, seguramente hubiese disparado sus puños de hombre forzudo, aporreando allí mismo a la canalla hostil.
Fuera lloriqueaban los pequeños sin atreverse a entrar, como si les infundieran terror los lamentos de su madre, y junto a la cama estaba Batiste, absorto, apretando los puños, mordiéndose los labios, con la vista fija en aquel cuerpecito, al que tantas angustias y estremecimientos costaba soltar la vida.
¿Por qué había nacido del vientre de aquella mujer? ¿No podía tener una madre como lo son todas? Y furioso contra la fatalidad, que le había dado por madre a doña Manuela, cerraba los puños como si quisiera estrangular a alguien.
En invierno vestía otro pantalón por el estilo, de paño de Ohanes, chaleco de seda, rameado, de vivos colores, y levita negra, muy alta de cuello, muy larga de faldones y muy estrecha de mangas, aunque no de puños.
Durante ella, y para los que tenemos algo de sexto sentido, esos muebles, arrumbados durante todo el año, se animan, gesticulan y hablan, de cuyas resultas es facil oir sangrientos apóstrofes, horrorosos sarcasmos y verdades como puños.
No: no es el Carnaval entre nosotros la desaforada orgía de otras capitales de Europa, en que millares de individuos que no se han visto nunca, convierten las plazas y los teatros en otras tantas casas de locos: es una innumerable tertulia de personas que se aman, se temen, se odian o se necesitan, en la cual se ha apagado la luz y andan las gentes a tientas diciendo verdades como puños y relajando en lo posible los vínculos estrechos de las conveniencias sociales.
Así lo hizo con más orgullo que vergüenza, y apartó las sábanas, dejando ver la carita sonrosada y los puños cerrados del tierno niño.
¡Bribona!exclamó Jacinta, frunciendo los labios y apretando los puños.
Hombre más atareado no se vio jamás en nuestro país, y como tenía tantas cosas en el caletre, para no olvidar muchas de ellas se veía obligado a apuntárselas con lápiz en los puños de la camisa.
No podía hablar y se golpeaba la cabeza con los puños.
¡Haber comprado aquellos ojos con su mano, su honra y su nombre para que se empleasen en mirar a una silla antes que en mirarle a él! Esto era tremendo, pero tremendo, y cierto día agitó su alma un furor insano, mas no quiso manifestarlo, y lo desahogó a solas mordiéndose los puños.
Pues yo te digoagregó Nicolás descompuesto, trémulo y no sabiendo si amenazar con los puños o simplemente con las palabras, yo te digo que eres un chisgarabís.
Planchar y lavar le agradaba en extremo, y entregábase a estas faenas con delicia y ardor, desarrollando sin cansarse la fuerza de sus puños.
Pero del miedo salió al instante la reacción de valor, y apretó los puños debajo de la capa, los apretó tanto que le dolieron los dedos.
No aspiraba ella a tener uno solo, sino que quería verse rodeada de una , desde el pillín de cinco años, hablador y travieso, hasta el rorró de meses que no hace más que reír como un bobo, tragar leche y apretar los puños.
No se dejaba ver de Barbarita más que en sueños, en diferentes aspectos infantiles, ya comiéndose los puños cerrados, la cara dentro de un gorro con muchos encajes, ya talludito, con su escopetilla al hombro y mucha picardía en los ojos.
Miró también don Quijote a Sancho, y viole que tenía los carrillos hinchados y la boca llena de risa, con evidentes señales de querer reventar con ella, y no pudo su melanconía tanto con él que, a la vista de Sancho, pudiese dejar de reírse, y, como vio Sancho que su amo había comenzado, soltó la presa de manera que tuvo necesidad de apretarse las ijadas con los puños, por no reventar riendo.
Cuando Sancho vio que no hallaba el libro, fuésele parando mortal el rostro, y, tornándose a tentar todo el cuerpo muy apriesa, tornó a echar de ver que no le hallaba, y, sin más ni más, se echó entrambos puños a las barbas y se arrancó la mitad de ellas, y luego, apriesa y sin cesar, se dio media docena de puñadas en el rostro y en las narices, que se las bañó todas en sangre.
Y, en tanto que le hacía esta y otras preguntas, oyeron grandes voces a la puerta de la venta, y era la causa dellas que dos huéspedes que aquella noche habían alojado en ella, viendo a toda la gente ocupada en saber lo que los cuatro buscaban, habían intentado a irse sin pagar lo que debían, mas el ventero, que atendía más a su negocio que a los ajenos, les asió al salir de la puerta y pidió su paga, y les afeó su mala intención con tales palabras, que les movió a que le respondiesen con los puños, y así, le comenzaron a dar tal mano, que el pobre ventero tuvo necesidad de dar voces y pedir socorro.

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