Ejemplos con prometía

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Su deber era abandonarlo todo, vivir de limosna, sufrir penalidades, dormir bajo los porches, alimentarse de hierbas, con tal de seguir la voz del Inteleto y dar con aquellas cosas nunca oídas que el geniecillo interior le prometía.
Quede usted con Dios, añadió el candidato, montando también, abrochándose las solapas y poniéndose los guantes, señal de que nada se prometía ya del brillo de sus alhajas para mover el ánimo de aquel pedazo de bruto, con costras de taimado y de sebo.
No se engañó don Simón, en cuanto al efecto que se prometía, en su mujer a lo menos, de este argumento, pues doña Juana, como si le hubiera recibido en medio de la nuca, descompuesta y febril, comenzó a fulminar tempestades sobre su hija, porque, con sus locos amores, quería desautorizar a su familia ante la ilustre clase a que ya se daba por perteneciente.
Pues discurra usteddijo la niña con empeño y confianza, animada por el si retrocedemos del viajero, que le prometía implícitamente asistencia y auxilio.
Y don Manuel quería mucho a sus hijos, y se prometía vivir cuanto pudiese para ellos, pero le andaba desde hacía algún tiempo por el lado izquierdo del pecho un carcominillo que le molestaba de verdad, como una cestita de llamas que estuviera allí encendida, de día y de noche, y no se apagase nunca.
Las señoras quisieron volver atrás, y Currita, sin oponerse mucho al cumplido, consintió bien pronto en ello ¡Oh!, traía ella las de Caín, como que venía nada menos que a embargarle por la tarde a una de sus ahijaditas, estaban atareadísimas ella y otras señoras, pidiendo por todas partes hilas para los pobrecitos heridos y objetos de todo género para la rifa, la , que prometía estar divertidísima.
Así se lo prometía Currita a todas horas, y así se lo había prometido la noche antes el marqués de Butrón, el astuto viejo que barría para dentro en los tiempos de desgracia, mientras no llegaba la hora de barrer para fuera, que sería seguramente la hora del triunfo.
¡Por Dios, que cuidasen de Pascualet ante todo! Y el hermano mayor, indignado por los relatos de los pequeños, prometía una paliza a toda la garrapata enemiga cuando la encontrase en las sendas.
, que en su calidad de valentón se interesaba por las desdichas de sus convecinos y era el caballero andante de la huerta, prometía entre dientes algo así como pegarle una paliza y refrescarlo después en una acequia, pero las mismas víctimas del avaro le disuadían hablando de la importancia de don Salvador, hombre que se pasaba las mañanas en los Juzgados y tenía amigos de muchas campanillas.
Entró, pues, el general radiante y satisfecho cual si viese ya en lontananza la cartera de la Guerra, y contestando con sonrisas y palabras huecas a las mil preguntas que de todas partes le dirigían, apresuróse a dar cuenta a la condesa de Albornoz y a la duquesa de Bara de una embajada de su majestad la reina Esta las designaba para acompañarle al día siguiente, a la capilla expiatoria del bulevar Haussman, donde debía celebrarse la Misa de aniversario, algún tanto retrasada aquel año, del infortunado Luis XVI, el espectáculo prometía ser curioso, porque los príncipes de Orleans, reconciliados con el conde de Chambord, asistirían por primera vez, en público, a aquellas simbólicas honras.
Además, ella prometía devolverlos a San Juan, y al ver que su hermano sonreía irónicamente, lo juró con la mano puesta en el exuberante pecho.
Hacía grandes elogios de mí, y se prometía encontrar en el nuevo amanuense un joven inteligente, activo y útil .
La idea de que Linilla dejase de quererme me llenaba de espanto y me prometía yo serle fiel hasta más allá de la tumba.
¡Cuán sazonada madurez prometía tan suave primavera! Al pensarlo, felicitábase otra vez Julián por la parte que le cabía en la acertada elección del señorito.
Don Eugenio, aunque animado, no se las prometía tan felices.
Llamé a mi criada, para que en la tierra acompañase a los testigos del cielo, tornó don Fernando a reiterar y confirmar sus juramentos, añadió a los primeros nuevos santos por testigos, echóse mil futuras maldiciones, si no cumpliese lo que me prometía, volvió a humedecer sus ojos y a acrecentar sus suspiros, apretóme más entre sus brazos, de los cuales jamás me había dejado, y con esto, y con volverse a salir del aposento mi doncella, yo dejé de serlo y él acabó de ser traidor y fementido.
Estando, pues, en la ciudad, sin saber qué hacerme, pues a don Fernando no hallaba, llegó a mis oídos un público pregón, donde se prometía grande hallazgo a quien me hallase, dando las señas de la edad y del mesmo traje que traía, y oí decir que se decía que me había sacado de casa de mis padres el mozo que conmigo vino, cosa que me llegó al alma, por ver cuán de caída andaba mi crédito, pues no bastaba perderle con mi venida, sino añadir el con quién, siendo subjeto tan bajo y tan indigno de mis buenos pensamientos.
Dorotea consoló a Sancho Panza diciéndole que cada y cuando que pareciese haber sido verdad que su amo hubiese descabezado al gigante, le prometía, en viéndose pacífica en su reino, de darle el mejor condado que en él hubiese.
Sancho andaba mirando por la Dolorida, por ver qué rostro tenía sin las barbas, y si era tan hermosa sin ellas como su gallarda disposición prometía, pero dijéronle que, así como Clavileño bajó ardiendo por los aires y dio en el suelo, todo el escuadrón de las dueñas, con la Trifaldi, había desaparecido, y que ya iban rapadas y sin cañones.

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