Ejemplos con pretensiones

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

¡Era de ver lo que pasaba en los Ministerios cuando don Simón entraba en ellos, a las horas marcadas por los Ministros para recibir a los diputados, cargado de pretensiones y atacados sus bolsillos de memoriales!.
Uno quería un gobierno de provincia para su hermano, otro, una alcaldía en la isla de Cuba para sí mismo, otro, un juzgado para su pueblo, otro, una administración de aduanas para un primo arruinado por la causa de la libertad, otro, la destitución de un funcionario probo que se oponía tenazmente a ciertas pretensiones de su familia, otro, un ascenso, otro, una cátedra, en fin, por pedir, se pedia allí hasta la luna, y el Ministro, o el Subsecretario en su deseo de complacerlos a todos, tecleaba sin cesar sobre los botones de las campanillas, a cuya música iban apareciendo los altos empleados que podían entender en aquel cúmulo de solicitudes.
En este arsenal de pretensiones pensó siempre inspirarse, para su discurso, nuestro diputado: con doble motivo había de pensarlo desde que el suelto del periódico le comprometía a hablar de asuntos de interés para su provincia.
Recuerdocontinuó el ministroque una vez se le dió una comisión extraordinaria, que nadie había querido aceptar, para la costa de Africa, con motivo de unos náufragos que estuvieron a punto de ser engullidos por aquellos bárbaros, y me consta que varias veces le han sido rechazadas sus pretensiones de presentarse en un distrito como candidato ministerial.
¿Tan insensatas eran, teniendo esto en cuenta, las pretensiones de nuestro diputado?.
¡Y poco que se burlaba el buen sacristán de la seguridad con que hablaba yo de mis pretensiones! Cuando me consagraron obispo, cree, Tomasa, que me acordé mucho de él, sintiendo que hubiese muerto.
Los reyes, impulsados por el orgullo español y por las pretensiones heredadas de los cesares germánicos, acometían la loca aventura de dominar toda Europa, sin más base que una nación de siete millones de habitantes y unos tercios mal pagados y hambrientos.
Y rápidamente, sin tomar aliento, como si arrojara lejos de sí un peso asfixiante, disparó las pretensiones de doña Manuela, aquella demanda de quince mil pesetas, cantidad necesaria para salvar la honra de la familia.
¡Válgame Dios, y qué cosas me contó! Toda la calle se fija en ella y se burla de su lujo y sus pretensiones.
En fin, ya vería lo que era bueno, y qué vida tan rica iban a darse cuando vivieran casados y fuera del círculo de estúpidas pretensiones de su familia.
Quiso vengarse, atormentar al infame, aunque para eso tuviese ella que sufrir, y nada le pareció mejor que aceptar las pretensiones de aquel tendero que la adoraba.
Su primo Rafael había terminado la carrera, abandonando las locuras de estudiante para revestirse de la gravedad del doctor, y cuando ella esperaba de un momento a otro que formulase ante el padre sus pretensiones, una buena alma la hizo saber que aquel calavera ya no limitaba sus infidelidades a serenatas amorosas o pasiones del momento, sino que tenía cierto arreglo en el barrio del Carmen con carácter permanente, y hasta se susurraba si había una criatura de por medio.
En tal situación, presentose inopinadamente en Madrid Nicolás Rubín, el curita peludo, que también tenía sus pretensiones de ingresar no sé si en el clero castrense o en el catedral, y ambos hermanos celebraron unos coloquios muy reservados, paseando solos por las afueras.
Buenas mujeres, y no tienen pretensiones de cobrar un sentido.
Y aunque alentara, con respecto a la señora de Rubín, pretensiones amorosas a plazo largo, no dejaban por eso de ser puros y desinteresados sus actos de caridad, y habrían sido lo mismo aun en el caso de que su amiga espantara de fea y careciese de todo atractivo personal.
¡Cómo! ¿darle vida usted? Hija, no tiene usted pocas pretensiones.
Es que usted, como si lo viera, conserva resentimientos y quizá pretensiones que son un gran pecado, es que usted no está curada de su enfermedad del ánimo, es que usted, si no tiene ahora trato con aquel sujeto, se halla dispuesta a volverlo a tener.
Se lo he conocido en la cara y en el modo de decir que no Yo no sé si te he contado que en un tiempo, a poco de enviudar, tuvo sus pretensiones respecto a mí pretensiones honestas Decía la muy fatua que yo le paseaba la calle.
Había laminitas compradas en baratillos, con marcos de cruceta, y otras mil porquerías con pretensiones de lujo y riqueza, todo ello anterior a la transformación del gusto que se ha verificado de diez años a esta parte.
Las iglesias afectan, en las frágiles escayolas que las decoran interiormente, el estilo adamado con pretensiones de elegante de la basílica de Lourdes.
Aun aquellas que no tienen pretensiones de belleza se resisten a proclamar la ajena.
Había de conocerse hasta en los menores detalles, que la visitada era una moza de cáscara amarga, con recomendables pretensiones de decencia, y la visitante una señora, y no una señora cualquiera, sino la señora de Jáuregui, el hombre más honrado y de más sanas costumbres que había existido en todo tiempo en Madrid o por lo menos en Puerta Cerrada.
Cargábanle a doña Lupe sus pretensiones sermonarias y cierta grosería entremezclada con la soberbia clerical.
Eso, eso, tengamos carácter ¡Pues no tiene pocas pretensiones! Ni usted con toda su casta vale mil cuartos, cuanto más mil duros Vaya, ¿quiere dos mil reales?.
A menudo se arrimaba a Manolita un señorito muy planchado y tieso, con cierto empaque ridículo y exageradas pretensiones de elegancia: llamábase don Víctor de la Formoseda y estudiaba derecho en la Universidad, don Manuel Pardo le veía gustoso acercarse a sus hijas, por ser el señorito de la Formoseda de muy limpio solar montañés, y no despreciable caudal.
Pero es extraño que usted no tuviera noticias de las pretensiones del Sr.
Si mi sobrino no tiene pretensiones.
En esto vino el guardian de los cautivos cristianos de Hazan, y llevó consigo a Ricardo: el cadí volvió a la ciudad con Hazan, que en breves dias hizo la residencia de Alí, y se la dió cerrada y sellada, para que se fuese a Constantinopla: él se fué luego, dejando muy encargado al cadí, que con brevedad enviase la cautiva, escribiendo al Gran Señor de modo que le aprovechase para sus pretensiones.
Otros cohechan, importunan, solicitan, madrugan, ruegan, porfían, y no alcanzan lo que pretenden, y llega otro, y sin saber cómo ni cómo no, se halla con el cargo y oficio que otros muchos pretendieron, y aquí entra y encaja bien el decir que hay buena y mala fortuna en las pretensiones.

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