Ejemplos con prestidigitador

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El truco del pulgar es un acto de ilusionismo sencillo en el cual se emplean los dedos y las manos, pero particularmente se enfoca en el dedo pulgar, y consiste en crear la ilusión de que el pulgar se desprende a voluntad del prestidigitador.
Todos mis sentimientos, todos, se mezclaron, como en la galera de un prestidigitador los papelitos de colores y desde donde salió volando una paloma de oro al calor de mis pasiones y mis imaginerías.
Tras terminar el instituto comenzó a dedicarse a diversos trabajos, entre ellos el de prestidigitador y el de pianista en un club en el que una noche la actriz Marilyn Monroe actuaba y con la que Anton LaVey mantuvo una relación.
Su obra poética se encuentra recogida en el libro El prestidigitador de los cinco sentidos.
Y ya no pudo moverse sin encontrar ante su paso al mulatillo con el sombrero echado atrás, elevando sus ojos hasta los de él, bebiendo con la mirada sus palabras y sus gestos, como si estuviese en presencia de un prestidigitador y no quisiera perder detalle.
Estaba en tratos con el célebre Marabini, frenólogo, prestidigitador.
Leerlas y arrugar papel y sobre, guardándolo todo en el seno con rapidez de prestidigitador, fue obra de pocos segundos.
¡Vaya una gracia la de aquella chica! Cogía las servilletas adamascadas, rígidas por el planchado, y las doblaba caprichosamente con una rapidez de prestidigitador.
Pero el prestidigitador acudió a defender la suerte con la presteza de su flexible ingenio.
El prestidigitador buñuelista era un hombre pequeño, antipático, tirando a viejo.
El hombre que estaba junto al cazuelón y sobre él trabajaba, habría pasado en otro país por prestidigitador o por mono, pues sólo estos individuos podrían igualarle en la ligereza de sus brazos y blandura de sus manos.
De tal manera guiado, parece ser que durante siglos, algunos creen que ochenta y cinco, el mago, prestidigitador, malabarista, científico, poeta, filósofo y adivino, realizó intensos y extensos recorridos por las más diversas sendas siderales en busca de un planeta apropiado para instalar su institución proyectada de divertimiento espa-cial.
-Pero, hijo, ¡si estabas que daba risa verte con el frac y con tu bigote aquel y aquel peinado! ¡Si parecías un prestidigitador de esos que salen por los pueblos!.
La señora Braulia, como mujer precavida, estudia sin cesar la manera de que en su jurisdicción ande todo conforme con los gustos y deseos de su amo, la cocinera trata de cumplir las órdenes de la señora Braulia, en lo que respecta a su importante ministerio, y en cuanto a Solita, arregla el gabinete como si tuviera hadas en las manos, y es una mariposa alrededor de la mesa: lo mismo maneja platos y cristalería, que un prestidigitador los cubiletes.
Era el tal menos apegado que sus convecinos a los trabajos agrícolas, díscolo además y turbulento, no tenía mala letra y escribía con soltura, sabía en aritmética algo más que las cuatro reglas, y sustituía al maestro de escuela en ausencias y enfermedades, pintaba en el aire unas cuentas municipales, escamoteaba como un prestidigitador la riqueza imponible a las barbas de la misma administración de Hacienda.
Hablaba, siempre que podía, al oído del interlocutor, guiñaba los ojos alternativamente, gustaba de frases de segunda y hasta tercera intención, como cubiletes de prestidigitador, y era un hipócrita que fingía ciertos descuidos en las formas del culto externo, para que su piedad pareciese espontánea y sencilla.
Es como un prestidigitador de teatro que os ofrece la libertad, la tomáis, creéis tenerla en vuestra faltriquera, metéis las manos para usarla, y halláis cadenas en lugar de libertad.
Ni es mago ni prestidigitador ni es adivino ni malaba-rista ni sabio ni filósofo ni científico ni artista.
Allí, aprovechado lo natural, le-vantaría su centro de aprendizajes placenteros con el nombre de Gran Teatro Galáctico de Aprendizajes Cosmonáuticos y constantemente, lo predecía, entraría en función toda su habili-dad de mago, prestidigitador, malabarista, científico, filósofo, y artista que le inquietaba.
A la clara luz de la luna pudo verse todo empapado en sangre, el dolor agudizábase por momentos, una gran laxitud habíase apoderado de él, parecíale verlo todo como al través de un tul vaporoso, sus ideas y recuerdos surgían en su imaginación como loca y vertiginosamente barajados por las manos habilísimas de un prestidigitador, Rosalía, el Chirimollo, las arracadas, el mantón, la hipoteca, sus viejos, el Petaquero, el teniente Mendiola, todos los seres amados y no amados parecían bailotear en su cerebro una danza fantástica y grotesca.
La fama de Oniox, el mago, prestidigitador, ma-labarista, científico, poeta, filósofo y adivino, con sus originales y extrañas vestimentas e imple-mentos auxiliares, maravillas de la electrónica, se había ido extendiendo como un rayo cente-llante a muchos sistemas planetarios, donde se comentaban las más variadas opiniones en cuanto a su fascinante e inusitada personali-dad: ¡Es un gran mago! ¡No! ¡Es un prestidigita-dor! ¡No, tampoco! ¡Es un malabarista! ¡No! ¡Falso! ¡Es un científico! ¡No! A mí se me hace que es.
El jefe de los luchadores, cuya gran inteligencia y honradas miras eran dogma de fe en Siké, tenía, no obstante, el grave defecto de ser prestidigitador: cogía hombres del arroyo o los sacaba sucios desde el fondo de la mediocridad, y por ingenioso artificio los mostraba al público como hombres de bien inquebrantables.
Mientras el banquero cambiaba billetes por fichas y el croupier barajaba, como un prestidigitador, los naipes, un viejo gordo iba leyendo en voz alta el nombre de los jugadores inscritos en una pizarra.
-Sí, para ti estaba» -dijo, riendo la Sanguijuelera, guardándose la moneda con más viveza que un prestidigitador.
Y sin esto, puede parecernos un prestidigitador de ideas y un diablo de feria.
Se disfrazó de encantador de serpientes y prestidigitador, y se puso delante de la tienda de Zoraik.
Necesitan un Dios prestidigitador.
Como Moreira tenía la baraja, juego en que había adquirido gran práctica, los indios no podían apercibirse de las innumerables trampas que les hacía el paisano, con una limpieza digna del más hábil prestidigitador, merced a las que iba haciendo pasar a su poder todo el dinero de los indios.

© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba