Ejemplos con prestándole

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Cualquiera habitante del Perú, bien sea europeo o americano, eclesiástico o comerciante, propietario o empleado, que le acomode trasladarse a otro país, podrá verificarlo en virtud de este convenio, llevando consigo su familia y propiedades, prestándole el Estado proporción hasta su salida, si eligiere vivir en el país, será considerado como los peruanos.
Estado Social: aquel que garantiza a sus ciudadanos el ejercicio real de los derechos sociales, prestándole protección en determinados ámbitos como la vivienda, la enseñanza o la sanidad.
La persecución de Sandino se realizó con la destrucción aldeas campesinas y la matanzas de muchos campesinos por la sospecha del apoyo que podrían estar prestándole.
Actualizador es aquel tipo de determinante que sitúa al núcleo del sintagma nominal en el espacio y en el tiempo con mayor o menor precisión, transformándolo de desconocido en conocido o prestándole concreción.
Es una mujer solterona sedienta de cariño, buscándolo a menudo con Don Ramón, y para ganarse su afecto, se la vive haciéndole pasteles, dándole regalos, prestándole maletas cuando necesita, dándole medicinas para el insomnio, etc.
El Instituto Nacional de Seguridad e Higiene en el Trabajo ejercerá la Secretaría General de la Comisión Nacional de Seguridad y Salud en el Trabajo, prestándole la asistencia técnica y científica necesaria para el desarrollo de sus competencias.
No fueron pocos los que pasaron por sus aulas, el mismo Julio Cortazar lo recordaba como su profesor de literatura griega y española, y sobre todo como quien se dio cuenta de su vocación de escritor, prestándole libros y sumergiéndolo en Sófocles y Homero.
Allí, la iglesia, con su maciza planta de basílica, su puerta de arco de medio punto, sus saeteras y su campanario tosco, rematado por una cruz de piedra, allí, el caserío breve y blanco, humilde y placentero, allí, el palacio, con su patriarcal solana, su balconaje de hierro y su escudo nobiliario, y adosada al palacio, señoreándole y prestándole aspecto de fortaleza, la torre, sobre cuyos labrados dinteles campeaba la piadosa divisa.
La voz del artillero, tímida y entrecortada al principio, fuese poco a poco vigorizando, cual si aquellos hechos gloriosos encontraran en su corazón eco suficiente para imitarlos, y cuando llegó a describir un episodio de Trafalgar, que llamó último timbre de su familia, su acento vibraba con esas misteriosas inflexiones del sentimiento que parecen elevar al orador a una esfera más alta, prestándole no sólo facultad para persuadir y fuerzas para conmover, sino hasta derecho para mandar.
¡Y cómo se hacía el nene, cuando su mujer, con deliciosa gentileza materna, le cogía entre sus brazos y le apretaba contra sí para agasajarle, prestándole su propio calor! No tardó Juan en aletargarse con la virtud de estos melindres.
Separado por este término Emilio de Papiria, casáse con otra, y habiendo tenido en ella dos hijos varones, a éstos los mantuvo a su lado, y a los otros los introdujo en las primeras casas y en los linajes más ilustres, al mayor, en la de Fabio Máximo, que fue cinco veces cónsul, y al menor le adoptó el hijo de Escipión Africano, de quien era primo, prestándole su nombre de Escipión.
Presentóse, pues, como para renunciar, y prestándole todos silencio hizo no el juramento patrio y acostumbrado en tales casos, sino otro particular y nuevo: que juraba haber salvado la patria y afirmado la república, y este mismo juramento hizo con él todo el pueblo.
Últimamente, en cuanto a la muerte, bien era de compadecer un hombre anciano, llevado a causa de su cobardía de acá para allá por sus esclavos, a efecto de esconderse y huir de una muerte que por la naturaleza no podía menos de amenazarle de cerca, y muerto al cabo lastimosamente a manos de asesinos, pero en el otro, aunque se hubiese abatido un poco al ruego, siempre es laudable la prevención y conservación del veneno, y más laudable el uso, porque no prestándole asilo el dios, como quien se acoge a mejor ara, se sustrajo a sí mismo de las armas y las manos de los satélites, burlándose de la crueldad de Antípatro.
No seguí prestándole atención, porque necesitaba enterarme a prisa del orden de la fiesta, para ver cuál era mi puesto y en qué momento me tocaba ¡ay, Dios mío!, salir a las candilejas.
Acercose más el fantasma, levantó una mano que Alfredo había acariciado tantas veces en dulce arrobamiento, una mano que la muerte había descarnado prestándole el color de amarillenta cera, pero graciosa todavía.
Así que se vio sentada en el lecho, cubierta hasta la cintura por la colcha azul que dibujaba las morbideces de su cuerpo, prestándole el suave encanto de las cosas veladas, tornando sus líneas más bellas aún bajo aquel cendal azul como un jirón de cielo, medio desnudo el busto entre las muselinas y encajes de la camisa que, abierta y arrugada por la pasada noche, resultaba insuficiente velo para tales tesoros, y con la gran bandeja de plata sosteniendo el desayuno al lado, mandó a la sirviente, que, sea dicho de paso, era bastante agraciada, abriese de par en par los cristales y descorriese las cortinas, a fin de dejar paso franco a la brisa primaveral que llegaba henchida con los mil aromas del jardín, y como no creyese bien cumplidas sus órdenes por haber quedado un store más corrido que otro, volvió a quejarse amargamente de las criadas en general, y de la suya en particular.
El crítico, ciertamente, puede sentir deseo de imponerse, pero si es así, no tratará al individuo, sino a la época, a la que intentará despertar a la conciencia, conmoverla, creando nuevos de¬seos y ansias y prestándole su amplia visión y sus estados de alma más nobles.
Llamé a Fo tis y le dije: «Toma, he aquí a Baco comunicando vigor a Venus y prestándole sus armas.
Acogido en Chile como uno de sus mejores hijos, continuó desde su retiro ocupándose de la suerte de su patria, y prestándole en algunas circunstancias servicios de consideración.
¿Quiere decirnos también que el matrimonio más enamorado al formarse, tiene que deshacerse pronto por la fuerza incontrastable de las miserias de sus propios desencantos? Pues a esto puede preguntar el mismo pobre marido a ese grande hombre: «¿Qué haces tú de los cónyuges de tus libros cuando pierden las ilusiones o se las quitan los años con la prosa de las arrugas y del histérico? ¿Se devoran unos a otros? ¿Los recoge la caridad pública? ¿O hay algún infierno especial adonde van estos seres, aun en vida, a purgar el delito de haberse casado, o la afrenta de haber envejecido? ¿Y son esos los matrimonios que han de producir hombres útiles a la patria, y mujeres que lleguen a ser madres honradas, como la mía? Pues yo que peino canas y tengo a mi lado una esposa con arrugas, no trocara por aquellas ilusiones que duraron un día, como todo lo carnal y voluptuoso, el inefable placer que siente mi alma desde el instante en que se fundió en la de mi compañera, como la de ésta se fundió en la mía, el sublime consuelo de venir atravesando juntos el desierto de la vida, prestándole yo mis fuerzas y ella auxiliándome con las suyas, y, por último, la dicha de verme revivir en mis hijos, de verlos crecer y de dirigir sus corazones para que sus virtudes puedan llegar a ser un día corona de mis canas, y acaso, más allá, la gloria de mi nombre o de su patria, con el cual fin les pongo, como perenne juez de su actos, a Dios de quien proceden y a quien irán, si a su ley no faltan mientras acá abajo lidian, que a eso venimos a este campo de batalla, contra las propias pasiones y el rudo acometer de las ajenas.
Iluminando fantásticamente su fondo y prestándole apariencias de profundidad infinita, se retrataba también en él la divina amplitud de los cielos.
La hacía aún más respetable, prestándole algo de misterioso y sobrenatural, el que hubiese pocas personas que se jactasen de haberla visto, ni menos hablado.
Conoció Poldy al fin el peligro en que se hallaba, se avergonzó de ceder con tanta facilidad a quien veía y oía por vez primera, y, prestándole fuerzas su lastimado decoro, rechazó con violencia a su amante, se desprendió de entre sus brazos, y procuró guarecerse de su atrevimiento huyendo desalada y refugiándose en el castillo.
El señor Pepe aguantó, canturreando con voz cascada unas guajiras, el aguacero aquel con que hubo de obsequiarle su irascible compañera y cuando ésta concluyó, díjole con voz reposada al par que se colocaba sobre el encanecido pelo una gorra que a juzgar por sus apariencias debía venir prestándole servicios desde sus remotas mocedades:.

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