Ejemplos con próximos

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Febrer, antes de sumirse de nuevo en la inconsciencia, antes de atravesar otra vez las puertas ígneas del delirio, veía próximos a sus ojos los ojos húmedos de Margalida, cada vez más tristes y lagrimeantes en sus círculos azulados, sentía el soplo tibio de su aliento en sus propios labios, y luego estremecerse éstos con un contacto sedoso y húmedo, una caricia leve y tímida semejante al roce de un ala.
Como el carecía de parientes próximos que le vengasen y se había hecho antipático, los vecinos no tenían interés en callar y todos decían la verdad.
El poeta, que aún es joven, al llegar a la vîrilidad, con un hogar amoroso y tranquilo, rodeado de la amistad fervorosa de tantos admiradores selectos próximos y lejanos, parece haber entrado en una época de plenitud y serenidad.
Los antiguos, como más próximos al origen de la creación, distinguían con mayor acierto la jerarquía, utilidad y belleza de los miembros, a todos los miembros anteponían en dignidad el pie, después de éste seguía la cabeza, luego, algo que no quiero nombrar, en cuarto grado, la mano siniestra, la del escudo, en quinto, la diestra que empuña el arma, y así sucesivamente.
Pasemos a tiempos más próximos a los nuestros y recordemos a los papas, a los emperadores, a los duques venecianos.
Los convalecientes de aspecto enérgico, próximos a volver al frente, aún le inspiraban mayor lástima.
La visión repentina de la verdaddespués de las ilusiones que había creado el gobierno con sus partes optimistas, la certeza de que los alemanes estaban próximos, cuando una semana antes se los imaginaban muchos en plena derrota, los volando sobre París, la misteriosa amenaza de los zeppelines, enloquecían a una parte del vecindario.
Los racimos repletos, próximos a la madurez, asomaban entre las hojas sus triángulos granulados.
Además, podían atravesar el jardín algunas de las personas amigas que una hora antes había entrevisto en la muchedumbre que llenaba los grandes almacenes próximos.
Los comerciantes, al verse cada vez más próximos a su patria, se iban despojando del servil deseo de agradar que les acompañaba en sus viajes al Nuevo Mundo.
Los vapores se detenían en sus anchos círculos de exploración para echar al agua las embarcaciones de auxilio, que iban recogiendo los cadáveres de los náufragos y los vivos próximos a desfallecer.
Los pasos del guardián, cada vez más próximos, acabaron por separar sus dos bustos y desenredar sus brazos.
Unos se refugiaban en los puertos neutrales más próximos, temiendo a los cruceros enemigos.
De tiempo en tiempo veíase algún cobertizo, en cuya sombra relucían los aperos de labranza y el rústico y potente olor de la fecunda tierra labradía penetraba en los pulmones, sano y fuerte como las robustas hortalizas que vegetaban en los huertos próximos.
Próximos a estos caprichos galantes y afeminados, los raros productos del arte asiático proyectaban sus siluetas extrañas y deformes, semejantes a ídolos de un bárbaro culto, por los panzudos tibores, cubiertos de una vegetación de hojas amarillas y flores moradas o color de fuego, cruzaban bandadas de pajarracos estrafalarios, o serpenteaban monstruosos reptiles, del fondo obscuro de los vasos tabicados surgían escenas fantásticas, ríos verdes corriendo sobre un lecho de ocre, kioscos de laca purpúrea con campanillas de oro, mandarines de hopalanda recta y charra, bigotes lacios y péndulos, ojos oblicuos y cabeza de calabacín.
¡Doña Pepa! Los dos viejos se tuteaban ahora en presencia de Ulises, con la tranquila amoralidad de los que se ven próximos a la muerte y olvidan los temores y escrúpulos de una vida que se va derrumbando a sus espaldas.
En una de sus excursiones por los alrededores de la villa, había visto próximos a una pequeña ría ciertos terrenos incultos que con poco esfuerzo podían reducirse a cultivo.
Al médico le interesaban más los votos que se extendían por la pared, a la altura de sus ojos, cuadritos de una pintura cándida y grosera, representando olas alborotadas, barcos próximos a zozobrar con los palos rotos, y descendiendo de entre los nubarrones sobre el casco desmantelado, un rayo semejante a una lombriz roja.
A mí me conmueve la piedad de los hombres de mar que vienen aquí descalzos, trayendo su recuerdo a la Virgen, por haber estado próximos a naufragar y no haber naufragado.
Los filósofos griegos, próximos a desaparecer en el olvido, se salvaban siguiendo al árabe invasor en sus conquistas.
A lo más que se atrevían era a comentar las desavenencias entre los señores canónigos, a llevar la lista de los que se saludaban en el coro o se miraban entre versículo y antífona como perros rabiosos próximos a morderse, o a hablar con asombro de cierta polémica que el Doctoral y el Obrero sostenían en los papeles católicos de Madrid, durante tres años, sobre si el Diluvio fue universal o parcial, contestándose los artículos con cuatro meses de plazo.
La sillería de caoba, brillante por el continuo frote, ofrecía cierto aspecto de juventud, que contrastaba con sus curvas de principios de siglo y sus asientos próximos a desfondarse.
A poco murió su madre, y la huérfana, sin hermanos ni parientes próximos, se vio sola en el mundo, frente a frente de aquel tirano, que más debiera llamarse tal que no esposo y compañero.
Después de un rato prosiguió, sonriendo dolorosamente, con esa sonrisa de los ancianos próximos a morir:.
Entonces se dio cuenta de que estaba a pocos pasos de un tren que, conmoviendo el suelo, dando mugidos, por la chimenea y rugiendo por las válvulas de escape, salía de la estación, abofeteando a los más próximos con el viento de su rápido paso.
Las mujeres llevábanse las manos a los ojos, humedecidos sin saber por qué, y las viejas golpeábanse con furia el pecho, entre suspiros de agonizante, lanzando un ¡Señor, Dios mío! que hacía volver con inquietud la cabeza a los más próximos.
Semejante fiebre era señal de próximos trastornos.
Izquierdo no reparó que a su amigo le temblaba horriblemente el párpado, y que las carúnculas del cuello y los berrugones de la cara, inyectados y turgentes, parecían próximos a reventar.
Los miradores de las dos casas estaban tan próximos, que por ellos se comunicaba doña Bárbara con su amiga, y un toquecito en los cristales era suficiente para establecer la correspondencia.
—¡Detenedlo! ¡detenedlo!—exclamaron los que estaban más próximos, haciéndose hácia atras.

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