Ejemplos con príamo

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

En las colecciones arqueológicas, destaca el llamado Tesoro de Príamo, que el Ejército Rojo se llevó de Berlín durante la II Guerra Mundial.
Materia clásica: como las de Príamo y Tisbe, de Troya, de Tebes, de Alejandro Magno, Ovidio, etc.
Su nombre Lycaste procede del de una ninfa de la mitología griega hija de Príamo, rey de los troyanos.
La esposa de Télefo fue Astíoque, una hermana de Príamo, y tuvieron varios hijos: Eurípilo, que lucho en la guerra de Troya como aliado de los troyanos, Cipariso, Tarcón y Tirseno.
Según algunas versiones, el motivo del viaje de Paris, hijo de Príamo, a Esparta, fue precisamente volver a reclamar el regreso de Hesíone o castigar a los griegos por negarse a la devolución.
Príamo, por ser el único descendiente varón de Laomedonte que quedaba vivo, pasó a ser rey de Troya y decidió tratar de conseguir el regreso de su hermana.
Puesto que le permitiron llevar consigo a quien quisiese, eligió a su hermano Podarces, que a partir de entonces fue llamado Príamo.
Uno de ellos, Múnón, se casó con la hija de Príamo, Tróán, y tuvo un hijo con ella, Trór, que en nórdico antiguo se pronunciaba Thor.
Como es habitual en este tipo de asteroides, el nombre hace referencia a un personaje de la Iliada, en este caso Príamo, rey de Troya.
Además dispone que Andrómaca debe casarse con Héleno, un hijo de Príamo que había sobrevivido, y vivir en Molosia junto con su hijo y anuncia a Peleo que cuando muera habitará a su lado en el fondo del mar.
Antes de la toma de Troya, los reyes Príamo y Hécuba habían enviado a su hijo menor, Polidoro, junto con riquezas a la corte de Poliméstor, rey de Tracia, para que estuviera a salvo.
Otros opinan que Príamo y su pueblo son accesorios en la Eneida, porque el poeta tiene sin cesar ante sus ojos a Roma y Augusto.
Los cuadros tenían a un lado cartelas blancas con los mismos remates plegados de un escudo de armas, y en ellas, escrito en defectuosas mayúsculas, el relato del suceso: encuentros victoriosos con galeras del Gran Turco o con piratas pisanos, genoveses y vizcaínos, guerras en Cerdeña, asaltos de Bujía y de Tedeliz, y en todas estas empresas era un Febrer el que dirigía a los combatientes o se hacía notar por su heroísmo, descollando sobre todos el comendador don Príamo, héroe endiablado, burlón y poco religioso, que había sido la gloria y la vergüenza de la casa.
El fulgor sideral iluminó débilmente la contracción de su rostro, un rictus frío, desesperado, cruel, que le daba gran semejanza con el comendador don Príamo y otros navegantes de guerra y destrucción, cuyos retratos se empolvaban en el palacio de Mallorca.
Su pensamiento, ocupado por el recuerdo de los Febrer, fue hacia su ascendiente el comendador don Príamo.
Y los grandes capitanes del presente, con sus interminables rebaños de hombres, no habían realizado mayores hazañas que el comendador Príamo con un puñado de marineros.
Moría don Príamo, o más bien, reventaba con los diabólicos brebajes, dejando como resumen de sus despreocupaciones un testamento cuya copia había leído Jaime.
Don Príamo quería volver a la juventud: ansiaba reanimar con fuego vital sus fuerzas pasionales.
Pero el empecatado don Príamo no se corregía, y continuó siendo un libertino temible, de humor fantástico y desigual para los otros caballeros.
Al morir la musulmana, don Príamo volvía a Malta, dando por terminada su carrera.
Años después fue don Príamo el que, entrando en una galera de Malta, encontró encadenado en un banco de remero al intrépido Dragut.
Un día, Dragut, al visitar una de sus galeras en Argel, encontró a Príamo Febrer casi desnudo, encadenado a un banco y con un remo en las manos.
¡Príamo Febrer! Jaime no podía pensar en este personaje sin un sentimiento de simpatía y curiosidad que le habían infundido los relatos escuchados en su infancia.
Don Príamo Febrer, herido en la cara y en una pierna, se arrastró hasta una puerta de la ciudad, clavando en ella su puñal como testimonio de su avance.
Pero estaba allí el comendador Príamo, demonio de la guerra, insensible al agua y al fuego, duro, malicioso y despreciador de la fatiga, que contuvo el empuje enemigo con un puñado de sus caballeros.
Estaban allí los tercios españoles mandados por Gonzaga, los alemanes regidos por el duque de Alba, los italianos acaudillados por Colonna, doscientos caballeros de Malta, a cuyo frente marchaba el comendador don Príamo Febrer, el héroe de la familia, y toda la flota navegaba bajo la dirección del gran marino Andrés Doria.
Un mes antes aún estaba allí una mesa italiana de mármoles preciosos que había traído el famoso comendador don Príamo Febrer de una de sus expediciones en corso.
Príamo cuentan los poetas.
ser desdichado, pero tampoco será dichoso si en las desdichas de Príamo cayere,.
¡Ved cómo estrecha el suplicante Príamo.

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