Ejemplos con policía

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

No tenía de la ciudad los monumentos, los espectáculos, la policía, la provisión de todo, la cultura, las comodidades, pero sí sus etiquetas, sus necesidades, sus estrecheces, su esclavitud, sus pestilencias.
En su afán de recobrarla, pensaron en poner en juego a la policía, dando parte del suceso hasta al Gobierno, si fuese necesario, pero ¿no equivaldrían estos pasos a publicar su propia deshonra? Preferible era proceder de otra manera más sigilosa para hallar la oveja descarriada.
Para ello hubiera tenido que radicar en un mismo punto, que vivir en Cuba, y en Cuba española, que someterse a la mirada recelosa de la policía española, que prescindir de todo lo que él entendía que constituía su destino.
Al nacer Martí su padre desempeñaba el cargo de Celador de Policía, o lo que es lo mismo, tenía título sobrado para matar o encarcelar a los que no creyera fieles a la.
Como veinte años antes de la historia que vamos narrando, llegaron a la ciudad donde sucedió, un caballero de mediana edad y su esposa, nacidos ambos en España, de donde, en fuerza de cierta indómita condición del honrado don Manuel del Valle, que le hizo mal mirado de las gentes del poder como cabecilla y vocero de las ideas liberales, decidió al fin salir el señor don Manuel, no tanto porque no le bastase al Sustento su humilde mesa de abogado de provincia, cuanto porque siempre tenía, por moverse o por estarse quedo, al guindilla, como llaman allá al policía, encima, y porque, a consecuencia de querer la libertad limpia y para buenos fines, se quedó con tan pocos amigos entre los mismos que parecían defenderla, y lo miraban como a un celador enojoso, que esto más le ayudó a determinar, de un golpe de cabeza, venir a las Repúblicas de América , imaginando, que donde no había reina liviana, no habría gente oprimida, ni aquella trabilla de cortesanos perezosos y aduladores, que a don Manuel le parecían vergüenza rematada de su especie, y, por ser hombre él, como un pecado propio.
Me siguen los pasos la miseria y la policía.
Era la inquietud del peligro que había quedado fija en él para siempre, el hábito de la intranquilidad contraído en los obscuros calabozos, cuando esperaba a todas horas ver abrirse la puerta para ser apaleado como un perro o conducido al cuadro de ejecución ante la doble fila de fusiles, y a más de esto, la costumbre de vivir vigilado en todos los países, presintiendo el espionaje de la policía en torno de él, sorprendido en medio de la noche en cuartos de posada por la orden de salir inmediatamente, la zozobra del antiguo Asheverus, que apenas gustaba un instante del descanso, oía el eterno Anda, anda.
Además, veíase molestado por la vigilancia de la policía francesa, a causa de sus íntimas relaciones con los estudiantes rusos del Barrio Latino, jóvenes de mirada fría y lacias melenas, que osaban implantar en París las venganzas del nihilismo.
La policía le había golpeado muchas veces.
Fue de un extremo a otro de la Península, mendigando entre los suyos y ocultándose de la policía.
Hasta buscaron a la policía para que, amenazando a la chica, no molestase más al oficialete con sus terquedades de abandonada.
Chico, llama a la policía , gritó al paje.
Le animaba la antigua fiebre oratoria y hablaba como en los mítines, cuando no podía contener su palabra entre los aplausos, las protestas y el oleaje de la muchedumbre resistiendo a la Policía.
No sé cómo la policía que vigilaba su carruaje no me repelió lejos de allí, creyendo en un posible atentado.
Mostrábase más radical y feroz en sus ilusiones que Gabriel, y éste alababa sus audacias de propagandista, sus peligrosas excursiones por las grandes ciudades, entre la policía puesta en guardia, llevando al brazo la caja vieja de sombreros llena de impresos que podían conducirla a la cárcel.
Durante cuatro días permanecí metido en un entresuelo de techo bajo, sin poder asomarme a las ventanas que daban a la calle, por ser ésta de gran tránsito y andar la policía y la Guardia civil buscándome en la ciudad y sus alrededores.
Y con su ingenuidad de colegiala, describió entonces Currita, con todos sus pormenores, una picantísima caricatura de los esposos Thiers: una indecencia verdusca publicada en Burdeos y recogida al punto por la policía.
Iban en ella los individuos del Ayuntamiento y de la Junta, los empleados, el comandante de la policía, diez o doce gendarmes, y los chicos de la Escuela.
En el cuadrante un clérigo melancólico, pensativo, fumando, como un árabe delante de su tienda, en el corredor baja de las Casas Municipales un policía haraposo, con el fusil al hombro, paseándose, y allá por la Calle Real, centro del miserable comercio villaverdino, una recua, un pordiosero, y el doctor Sarmiento, muy de prisa, echado el sombrero hacia la nuca, figura invariable, tipo eterno del médico de las poblaciones cortas.
Pero no quería quitarle a Fortunata su ilusión de las imágenes, del y de las pompas teatrales que se admiran en las iglesias, porque, ya se ve la pobrecilla no tenía su inteligencia cultivada para comprender ciertas cosas, y a fuer de pecadora, convenía conservarla durante algún tiempo sujeta a observación, en aquel orden de ideas relativamente bajo, que viene a ser algo como sanitarismo moral o policía religiosa.
Entraron los de la policía en la casa de esa mujer con quien vive ahora, ¿te vas enterando?, y después de registrar todo y de coger los papeles, trincaron a mi sobrino, y en el Saladero me le tienes Vamos a ver, ¿y qué hago yo ahora? Francamente, se ha portado muy mal conmigo, es un mal agradecido y un manirroto.
¿Y si da en perseguirte?Seré capaz hasta de recurrir a la policía.
¡Vaya, con el caballerito! Es cosa de dar parte a la policía.
¡Aquí no hay policía, ni beneficencia, ni formas, ni civilización! Gracias a Dios que he subido el repecho.
Creo que me dan el secretario hecho Veremos si te meto de inspector de policía.
Y lo peor era que no había ido a almorzar, ni se sabía su paradero Tenemos que dar parte a la policía, para evitar que haga cualquier barbaridad.
Cuando no era algo de la policía secreta, era cosa de cárceles o presidios.
Rubín fue al mes siguiente inspector de policía en no sé qué provincia.
A pesar de conocer a Orense y haber estado en Santiago cuando niño, discurría y fantaseaba a su modo lo que debe ser una ciudad moderna: calles anchas, mucha regularidad en las construcciones, todo nuevo y flamante, gran policía, ¿qué menos puede ofrecer la civilización a sus esclavos? Es cierto que Santiago poseía dos o tres edificios espaciosos, la Catedral, el Consistorio, San Martín.
Cerró tras sí la puerta, y a la luz de dos velas de cera se desnudó, y al descalzarse ¡oh desgracia indigna de tal persona! se le soltaron, no suspiros, ni otra cosa, que desacreditasen la limpieza de su policía, sino hasta dos docenas de puntos de una media, que quedó hecha celosía.

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