Ejemplos con plácido

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

No tenía de la aldea la holgura, ni la independencia, ni el horizonte, ni el aire puro, ni el sol esplendoroso, ni los aromas, ni el plácido aislamiento, pero sí sus miserias, sus , su escasez de recursos, su soledad, su desamparo, su pequeñez.
Y mientras tanto, la cabeza, hundida en el barro, soltaba toda su sangre por la profunda brecha y las aguas se teñían de rojo, siguiendo su manso curso con un murmullo plácido que alegraba el solemne silencio de la tarde.
Pero el sentimiento religioso no es en las almas villaverdinas plácido y activo, sino, por lo contrario, lúgubre, apocado, meticuloso.
Cesaron, y, un instante después, estalló en todas las torres un repique bullicioso y plácido, retozón e infantil, como si convocara turbas escolares, como si los tañedores fuesen angelillos traviesos escapados del cielo.
Miras el porvenir triste y sombrío, y te dices: ¡No hay esperanza! ¿Y quién te asegura que esa obscuridad no se tornará mañana en espléndido día? Aunque crees que en la vida no hay más que tinieblas, la idea de plácido crepúsculo te hace sonreir, y cuando sueñas con días mejores, ya no piensas en tu Linilla, en la huérfana desventurada.
No existen en Madrid alturas mayores, y para vencer aquellas era forzoso apechugar con ciento veinte escalones, , como decía Plácido con orgullo, no pudiendo ponderar otra cosa de su domicilio.
Para el vino, Plácido se entendía con los vinateros de la Cava Baja, que van a hacer sus compras a Arganda, Tarancón o a la Sagra, y se ponía de acuerdo con un medidor para que le tomase una partida de tantos o cuantos cascos, y la remitiese por conducto de un carromatero ya conocido.
Tenía puerta para la escalera de la Cava, y usando esta puerta Plácido se ahorraba treinta escalones.
Plácido no estaba en su casa sino cuando dormía.
Plácido? en lo contestó la joven, dando algunos pasos hacia fuera.
Uno de los hombres que menos admiraba Plácido era Guttenberg.
Y si no le conoces, con decir: voy a ver a Plácido te dejará pasar.
Dos, señora, dosdijo Plácido corroborando con igual número de dedos muy estirados lo que la voz denunciaba.
Plácido tenía que decirle muchas cosas, y entrecortaba su rezo para irlas desembuchando.
Dicho esto, Barbarita seguía rezando y Plácido se ponía a echar pestes mentalmente contra el Sordo, un tablajero a quien él No le protegía, era que.
Y en el pórtico, donde ya estaba Plácido esperándola, decía: Vamos a casa de los de Sobrino.
Baldomero Plácido, Dios le guarde.
Vivía Plácido en la Cava de San Miguel.
Era Plácido hermano de la Paz y Caridad, cofradía cuyo domicilio estuvo en la derribada parroquia.
Tal ascendiente tenía la señora de Santa Cruz sobre aquella alma sencilla y con fe tan ciega la respetaba y obedecía él, que si Barbarita le hubiera dicho: Plácido, hazme el favor de tirarte por el balcón a la calle , el infeliz no habría vacilado un momento en hacerlo.
Bonifacio Arnaiz enfermó para morirse, Plácido no se separó de él ni enfermo ni difunto hasta que le dejó en la sepultura.
Plácido la profesaba con no menos entusiasmo que cualquier caballista andaluz, sólo que era de infantería, y además no quitaba la vida a nadie.
Plácido no había nacido para el presidio de una tienda.
Plácido había salvado el honor, que era lo importante, pagando religiosamente a todo el mundo con las existencias.
Poco a poco iban llegando los amigos, aquellos hermanos de su alma, que en la soledad en que Plácido estaba le parecían algo como la paloma del arca, pues le traían en el pico algo más que un ramo de oliva, le traían la palabra, el sabrosísimo fruto y la flor de la vida, el alcohol del alma, con que apacentaba su vicio Pasábanse el día entero contando anécdotas, comentando sucesos políticos, tratando de tú a Mendizábal, a Calatrava, a María Cristina y al mismo Dios, trazando con el dedo planes de campaña sobre el mostrador en extravagantes líneas tácticas, demostrando que Espartero debía ir necesariamente por aquí y Villarreal por allá, refiriendo también sucedidos del comercio, llegadas de tal o cual género, lances de Iglesia y de milicia y de mujeres y de la corte, con todo lo demás que cae bajo el dominio de la bachillería humana.
Plácido, ¿tiene usted pana azul?.
Su principal, que le conocía bien, hacía lúgubres profecías del porvenir comercial de Plácido, trabajando por su cuenta.
La singularidad de que teniendo Plácido estas mañas, no pudieran los dueños de la tienda prescindir de él, se explica por la ciega confianza que inspiraba, pues estando él al cuidado de la tienda y de la caja, ya podían Arnaiz y su familia echarse a dormir.
El llamado Estupiñá debía de ser indispensable en todas las tertulias de tiendas, porque cuando no iba a la de Arnaiz, todo se volvía preguntar: Y Plácido, ¿qué es de él?.
Pepe Rey miró a todos lados, arriba y abajo, y observó un plácido silencio de sepulcro: ni un paso, ni una voz, ni una mirada.

© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba