Ejemplos con perece

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Ambas desmintieron estos rumores, Brandy en una entrevista dijo: Me perece muy gracioso que la gente crea que lo que sucede en la canción pasa también en la vida real.
Se calcula que sólo la cuarta parte de los náufragos perece tras una larga temporada sobre pobres embarcaciones de emergencia.
Vuelto a casar su padre, Ino, su madrastra, urde por celos una trama contra ella y su hermano, Frixo, de forma que ambos van a ser sacrificados cuando un carnero con el vellocino de oro se los lleva a ambos por los aires, hacia la Cólquide, donde solo Frixo arriba, pues Hele perece al caer durante el vuelo al mar, en el estrecho que separa al Mediterráneo del Mar Negro.
Cree que Pinzón se ha perdido en el otro buque y que sólo queda él para dar al mundo la gran noticia: la gran noticia que todos ignorarán si él perece.
El cochero es Pedro Real, que lleva al lado a Adela, en la imperial, Juan y Lucía, adentro, con la gente mayor, que es muy respetable, pero no nos hace falta para el curso de la novela, Ana sentada entre almohadas, muy mejor con el gozo del viaje, con su cuaderno de apuntes en la falda, para copiar lo que le guste del camino, que ya le perece que está buena, y Sol a su lado, con un vestido de sedilla color de ópalo, tranquila y resplandeciente como una estrella.
Decaen los imperios, se desmedran las razas, los fuertes se debilitan y la hermosura perece entre arrugas y canas.
-Se muere el país, la libertad, el Sistema perece.
Dulcinea perece, tú vives en descuido, yo muero deseando, y así, desatácate por tu voluntad, que la mía es de darte en esta soledad, por lo menos, dos mil azotes.
Señor, yo no sé por qué quiere vuestra merced acometer esta tan temerosa aventura: ahora es de noche, aquí no nos vee nadie, bien podemos torcer el camino y desviarnos del peligro, aunque no bebamos en tres días, y, pues no hay quien nos vea, menos habrá quien nos note de cobardes, cuanto más, que yo he oído predicar al cura de nuestro lugar, que vuestra merced bien conoce, que quien busca el peligro perece en él, así que, no es bien tentar a Dios acometiendo tan desaforado hecho, donde no se puede escapar sino por milagro, y basta los que ha hecho el cielo con vuestra merced en librarle de ser manteado, como yo lo fui, y en sacarle vencedor, libre y salvo de entre tantos enemigos como acompañaban al difunto.
Esto es, Sócrates, lo que podríamos responder a estas razones, si alguno pretendiera que nuestra alma, no siendo más que una mezcla de las cualidades del cuerpo, perece la primera en lo que llamamos la muerte.

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