Ejemplos con pequeñeces

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Los textos tan variados de su artículos Pequeñeces son reflexiones, esfuerzos, semblanzas, anecdototas algunas veces hilarantes y otras satíricas pero sin herir y apuntes de vida bien observados.
Otros programas fueron, Pequeñeces, y Cuénteme usted su caso.
Las que escribió don Simón, menos relacionado que sus auxiliares con la gente del distrito, venían a decir, salvas ciertas y otras pequeñeces de estilo, lo siguiente:.
El alma humana es grande porque, como todo lo grande, se compone de pequeñeces sin número.
Todo cambia, todo se renueva, y hay mil pequeñeces, una expresión, una prenda de vestir, una moda de tocado que denotan al punto la edad de la persona que las usa, y por más que el abate Delille la recomiende, me parece, por ejemplo, de mal gusto la costumbre de aplastar en el plato la cáscara de un huevo pasado por agua, costumbre calificada ya por el vizconde de Marenne, en su libro sobre la , publicado hace años, de.
Su infinita misericordia está por encima de todas las pequeñeces de la vida.
Cuando a la distancia conveniente para examinar un cuadro, abarcamos con la vista en una habitación o al aire libre una reunión de personas o una sola figura, no distinguimos más que su aspecto total, para que la mirada aprecie pequeñeces y minucias, es necesario que las busque y se fije en ellas particularmente.
¿No ves en Córdova la gran figura militar y política? ¿Has pensado alguna vez en ese hombre, que no nos merecemos, no, que se sale del cuadro de nuestras mezquindades y pequeñeces? Aquí somos miniaturas, él retrato de gran talla.
¿Pero quien esto escribe es una mujer o un monstruo compuesto de los siete sabios de Grecia? ¿Has visto, has conocido quien con más arte y donosura exprese la triste realidad de nuestras pequeñeces políticas?.
Luego, por pequeñeces, como la de si habíamos o no de comer de vigilia, exageró su furia y se ensañó con nuestra madre: ¡esto es lo que me ha hecho más daño! La pobre ha tenido que marcharse de casa.
Estoy de estas pequeñeces hasta por cima de los pelos.
¿Echa padre algunas pequeñeces de menos?, yo estoy abriendo a madre el reino de los cielos.
La estancia en Madrid comenzaba a serle desagradable, pues nunca imaginó servir a la buena causa en pequeñeces y menudencias, sino en lo más importante y principal, que era agotar todos los medios capaces de levantar el país contra los gobiernos revolucionarios, perseguidores de la Iglesia.
Pero tú no entiendes de causas tú no ves más que pequeñeces.
-Yo no me paro en pequeñeces -dijo D.
-Pero ven acá, melenudo, llorón y mal poeta, ¿no habla nada a tu razón la misma naturaleza del obstáculo? ¿No se te ocurre que mujer que por tales pequeñeces te despide, no es digna de que por ella pase un mal rato un hombre como tú?.
Es más difícil de lo que parece mostrar ingenio, discreción, tino y, sobre todo, arte en las trivialidades y pequeñeces que son el tema obligado a los comienzos de esas visitas «de cumplido» que todos hacemos, que hace todo el mundo.
¡Pequeñeces que allá juzgaba de alta trascendencia!.
Y si estas pequeñeces tanto extrañas,.
En cuanto a los tontos que en el mundo dejan tales sabios llorando su criminal locura, ¿qué vale eso? Quien no acierta a conocer a Dios en toda su vida, ¿cómo ha de fijarse en semejantes pequeñeces en el momento de cometer la heroicidad?.
¡Bah! ¿Quién se para en tales pequeñeces hoy? ''Tener o no tener'', ésta es la cuestión.
Hincábase don Sotero delante del bondadoso párroco para acusarse de haber escupido en el templo sin necesidad, o de haberse distraído dos veces rezando el rosario, o de haber mordido un arenque después de comer un torrezno, sin acordarse de que en aquel día no era lícito promiscuar, o de otras pequeñeces semejantes, y aunque el cura, sospechando lo muy gordo que el penitente se callaba, se entretenía un cuarto de hora en hablar del sacrilegio que cometen los que se acercan al comulgatorio con la conciencia impura, y del horrendo castigo que aguarda en la otra vida a los que en ésta tratan de engañar al mundo con un falso temor de Dios, el gazmoño bajaba la cabeza como si le escandalizara el peso de las ajenas culpas, y se iba a comulgar tan fresco y despreocupado.
Si en tus propósitos entrara el de asociarte a otra persona para llevar a cabo una empresa de gran importancia para ti, y cuando más te halagaran las esperanzas del lucro, averiguaras que aquella persona no era honrada, ¿qué harías en tal conflicto? ¿Retroceder inmediatamente, renunciando sin vacilar al lucro prometido antes de exponerte a manchar tu honra en semejante compañía, o volverte airado a la sociedad que te lo aconsejara, para reprenderla porque no enseña a los hombres a transigir en tales ''pequeñeces''? No necesitas decirme cuál de los dos partidos adoptarías, pero yo te pregunto ahora: en la necesidad de que haya conflictos, porque es imposible que los negocios del mundo vengan ordenados a los humanos deseos, ¿por qué han de ser dignos de respeto los que proceden de los azares comunes de la vida, y no los que son hijos de un mandato de Dios?.
Por entonces le asaltaron las mientes los recuerdos de aquellos poéticos relatos de su madre sobre la vida futura y los milagros de la fe, cosas tan opuestas a las ''verdades'' que el dedo de la ciencia le iba señalando en las páginas que devoraba con creciente avidez, y sin detenerse a considerar si aquellas pequeñeces infantiles y candorosas eran el rayo tibio de la aurora, cuyo otro extremo llega hasta el Sol, foco de la luz y del calor del mundo, y pálido reflejo y hechura de otra Luz más grande, si con esta Luz por guía y aquel rayo por senda se podría llegar a ver las cosas del revés de como él las contemplaba o, por lo menos, en perfecta conformidad las unas con las otras, arrojó de su memoria con burlesco desdén los candorosos recuerdos que, aunque de flores, parecíanle trabas puestas a su razón soberana, y se entregó por entero a la manía que a la sazón le subyugaba en el terreno de sus investigaciones.
¿Por qué no? Usted no sabe lo que son artistas, lo que es vivir para el arte, y despreciando las pequeñeces de la vida de pueblo y de la moral corriente.
Y no se nos diga que el sublime ingenio no hubiera nunca descendido a semejantes pequeñeces, porque esas pequeñeces forman nuestra existencia de ahora, como constituían la de entonces las comedias de capa y espada, y porque Cervantes, que las escribía para vivir cuando no se escribían sino comedias de capa y espada, escribiría, para vivir también, artículos de periódico.
¡Cuesta tanto a veces cumplir las pequeñeces!.
Mi espíritu veía con indiferencia las pequeñeces de nuestra vida corriente.
-Hablemos ahora de pequeñeces, impropias hasta cierto punto de personas de nuestra posición, pero en que hay que entrar forzosamente.

© Todos los derechos reservados Buscapalabra.com

Ariiba