Ejemplos con pequeñín

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Más adelante sería tomado bajo la protección de los Mendoza, condes de Tendilla, según se dice porque el joven Luis solía declamar a sus compañeros de juegos los sermones que había oído en la iglesia y al pasar por ahí el conde, asombrado de ver a un pequeñín como aquel hablar y expresarse de aquella manera, lo tomó bajo su protección y lo hizo paje de uno de sus hijos, Diego Hurtado de Mendoza, luego famoso por su dedicación a la diplomacia, el espionaje y la literatura.
Así los describe Celestino Zamora: El de Velasquillo era como un hombre gordinflón, pequeñín y chato y su vestido como el que usan los volatineros en los pueblos y el de su mujer era como el de una señora bastante vulgar, más alta que su esposo, pero de poca más belleza.
Aquel capitán vigoroso y de aire insolente, que podía fusilarle, era el mismo pequeñín que había visto corretear en la estancia, el imberbe del que reía su hija.
Vivía para su hijo, un pequeñín de cabeza enorme, siempre agarrado de su mano.
Arriba otra vez, arriba, Tito pequeñín de cuerpo y de espíritu amplio y comprensivo, sacude la pereza letal en que caíste después de los acontecimientos ensoñados y maravillosos que te dieron la visión de un espléndido porvenir, vuelve a tu normal conocimiento de los hechos tangibles, que viste y apreciaste en la vida romántica del Cantón cartaginés, y refiérelos conforme al criterio de honrada veracidad desnuda que te ha marcado la excelsa maestra.
Aunque yo había quedado airoso, por ser uno contra tantos, llevaba en mi cabeza tremendos chichones, y mataduras dolorosas en distintas partes de mi cuerpo garboso y pequeñín.
El exaltado cura, tan pequeñín que apenas se le veía sobre el jamelgo, se esforzaba en suplir su menguada estatura con la fiereza de sus gritos y la bizarría de sus actitudes.
Recordaba el entusiasmo con que había hablado a Aresti del pequeñín: renacían en su memoria las palabras al describir su belleza delicada: un verdadero hijo del amor, tan hermoso que en nada se me parece.
Veía al pequeñín cuando lo colocaba su padre sobre la dura espina del animal, golpeando con sus piececitos los lustrosos flancos y gritando ¡arre! ¡arre! con infantil balbuceo.
Y un señorete pequeñín, agobiado bajo el peso de un disforme sombrero de copa, sujeto de circunstancias que desempeñaba en Gracia y Justicia el negociado de , expresó con biliosa amargura una triste opinión: ¡Pero si aquí no tenemos cabezas, en lo militar se entiende!.
Pero el pequeñín, el , como cariñosamente le llamaba su madre, estaba mojado de pies a cabeza, y lloraba temblando de miedo y de frío.
¡Cuan desgraciado era! ¡Solo contra todos! Al pequeñín lo encontraría muerto al volver a su barraca, el caballo, que era su vida, inutilizado por aquellos traidores, el mal llegando a él de todas partes, surgiendo de los caminos, de las casas, de los cañares, aprovechando todas las ocasiones para herir a los suyos, y él, inerme, sin poder defenderse de aquel enemigo que se desvanecía apenas intentaba revolverse contra él, cansado de sufrir.
Parecía que el pequeñín, al irse del mundo, hubiese dejado clavada una espina en la conciencia de los vecinos.
Husmeaba la ganancia a cien leguas, colocaba los capitales ajenos con la mayor seguridad, tenía esclavizada la fortuna, y a pesar de esto, ¡qué sencillo! ¡Con qué modesta afabilidad trataba a los pequeños! Era un señor pequeñín, enfermizo por el exceso de trabajo, con gafas de oro y esa sonrisa atractiva y cándida cuyo secreto sólo poseen los grandes hombres de negocio o los Padres de la Compañía.
Pero al fin era su primo, y trataba con tanto cariño al huérfano Juanito, con tales cosas sabía alegrar al pequeñín, que éste no podía pasar sin el tío Rafael.
La chica, llevando al pequeñín de la mano, se dirigía hacia la parte del Prado donde paran los cochecillos tirados por cabras o burritos para recreo de niños.
Avanzó hacia la berlina que venía siguiéndola, esperó a que se detuviese, y sin volver el rostro, abrió la portezuela, en seguida dejó que montase la niñera, después levantó al pequeñín en brazos para que aquélla lo acomodara sobre sí, y, por último, subió ella, descubriendo algo más que el pie, con lo cual don Juan quedó maravillado y suspenso, experimentando una impresión parecida a la que debió de sentir Moisés cuando le enseñaron de lejos la tierra prometida.
¡Oh!, si yo hubiera estado en Arnay-le-duc mi pequeñín no hubiera muerto.
-Con un caballero flaco y pequeñín que iba mucho a casa, cuando el Sr.
Una sola vez he visto a Goron, y le vi en el apogeo de su fama de policía a lo Javert, cuando se refería de sus ojos de lince que escudriñaban las entrañas de cualquier criminal, por negras y profundas que fuesen, y en verdad que me pareció, por lo que toca al físico, tan pequeñín como anodino.
Mi nombre es pequeñín.
Muerto el pequeñín, había que enterrarle.
¿Ve usted qué mono? Es pequeñín, pero sobra espacio.
Todos encontraron deliciosa la respuesta, celebraron la ingeniosidad de los retoños de Sánchez y cuando se iban, cuando cada uno se dirigía a su asiento, el viejo señor Masías se levantó apresurado y cogiendo al pequeñín le dio un beso.
Ahora, pequeñín, ven con mamá.
Y Basilio, el pequeñín, que abrazaba su rifle como si fuese una insignia de honor, gritó, exaltado:.
Lloraba el pequeñín sin consuelo, y en su cara había la huella de una pena muy superior a su corta edad.
A la mañana siguiente, Lorenza desmintió las censuras del ama: nunca fue mejor cuidado, más mimado de su chacha el pequeñín.
¡Pequeñín! -gritaba Eva con la mejor de sus sonrisas-.

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