Ejemplos con pelambre

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

El pelambre es castaño rojizo, más oscuro en las partes altas.
El pelambre es fino y aterciopelado, de color marrón con visos rojizos en la parte superior y amarillo canoso en la inferior y además, un contorno negruzco alrededor de los ojos.
Su pelambre es suave y aterciopelado, en la espalda de color pardo o gris obscuro, con tonos rojizos, y blanco amarillento en el cuello, pecho y vientre.
El pelambre de los machos es de color castaño, oliváceo o anaranjado con manchas blancas irregulares, en tanto el de las hembras es gris.
Su pelambre es gris con tonos castaños o rojizos y plateados.
Su pelambre es de color marrón rojizo o bronceado.
Su pelambre es de color gris obscuro a negro en la espalda y crema, amarillo, anaranjado o rojizo en el vientre.
El pelambre del cuerpo es grisoso a negruzco, jaspeado de diferentes tonos.
Estaba vestido de paisano, revuelta la pelambre, que, embebiendo el claror, le hacía halo en torno a la cabeza.
Este viejo tiene la cara pálida, sin afeitar desde hace muchos días, su bigote cae lacio por las comisuras de la boca, y cuando sonríe muestra por los lados, en sus encías lisas, dos dientes puntiagudos que asoman por la pelambre del mostacho.
Esos cultos tienen ya sacerdotes del mismo pelambre, de la propia hilaza linajuda.
Con bramido salvaje y zarpazo furibundo, arrojó a su madre sobre el camastro próximo, y le clavó en el rostro las uñas, y le descompuso todo el pelambre recién peinado, y sus roncos acentos remataron la bárbara impensada acción.
Ostentaba la pelambre de esta prenda innumerables cicatrices, testimonios de una vida azarosa, estrujones, apabullos, palos ganados en escaramuzas callejeras.
Bronceño es su cutis, negra su pelambre, retorcidas las pestañas de sus cerrados párpados.
En forma de collar afeita su barba, que trepa al largo del carrillo para unirse con los mechones de una pelambre gris.
Su cuerpo de Hércules rechoncho desafía los embates del vendaval, su pelambre gris va y viene como un montón de púas.
Sólo quedó el Nazareno ajusticiado, de la pelambre negra y de las crueles heridas.
Ostentaba la pelambre de esta prenda innumerables cicatrices, testimonios de una vida azarosa, estrujones, apabullos, palos ganados en escaramuzas callejeras.
Con bramido salvaje y zarpazo furibundo, arrojó a su madre sobre el camastro próximo, y le clavó en el rostro las uñas, y le descompuso todo el pelambre recién peinado, y sus roncos acentos remataron la bárbara impensada acción.
Una camisa vieja y sucia le mal cubría el pecho donde tiritaba la pelambre gris, como hilos de ceniza.
Reconcentré en un solo esfuerzo todos mis vacilantes bríos, y como bañista perezoso que teme el primer remojón, contuve el aliento, hinché los carrillos, cerré los ojos y me lancé a la calle, sin que pueda describir el efecto que ésta me hizo, porque yo no veía más que el ondulante pelambre del plomizo alero que asombraba mis ojos extraviados.
Un mocetón, hijo de un rentero suyo, que al día siguiente había de servirle de paje, o espolique, se encargaba de rascar con un par de garojos el encrespado pelambre del rocín que, pastando siempre a su libertad, como ya se ha dicho, estaba hecho una miseria a fuerza de revolcarse en el polvo y en el barro de las callejas.

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