Ejemplos con pegó

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

En Nueva York Federico le compró un piano eléctrico Fender Rodhes,y en esa época él no sabía las notas en teclado y las pegó con una cinta adhesiva.
Bob accidentalemtne pegó a Ormdorff con la escayola y perdió la pelea.
En los penales se luciría el arquero del equipo argentino y ocurriría un recordado penal donde Costacurta le pegó a la tierra.
Estuvo a punto de comercializarse debido al tema Glockstlye, que pegó en la radio.
Fue entonces que el Joker apareció en su casa, le pegó un tiro dejándola paralítica y raptó a su tío, James Gordon, a quien ella consideraba su padre.
En ese mismo año pegó el salto al CART, como compañero de Al Unser Jr.
No es cierto que el auto era inestable, lo que ocurrió fue que al bajar a la tierra el auto se fue para todos lados y eso provocó el desprendimiento de la rueda de auxilio, pegó contra el tanque de combustible y lo destapó.
Después envolvió los tubos de goma con una lona para protegerlos y los pegó sobre las llantas de las ruedas del triciclo.
¿Que te pegó Cristina la del Cojo, hija mía?dijo Juana, único intérprete capaz de traducir al castellano aquellas palabras, dichas por la media lengua de la inocente.
De pronto estalló la cólera de Ulises El oficial holandés, el sabio naturalista, el cantante que se pegó un tiro, y ahora el falsificador de antigüedades Pero ¿cuántos hombres había en su existencia? ¿Cuántos quedaban aún por llegar? ¿Por qué no los soltaba todos de una vez?.
Y pegó como si su enemigo fuese un hombre, sin vacilación, sin misericordia, concentrando en el puño toda su alma.
A mí no me la pegó con su serenidad porque cuando me dijo: Sardiola, me acompañarás esta noche a velarla , me acordé, ¡mire usted, señorita, qué tontería! pues me acordé de un corneta de nuestras filas, que tocaba unas dianas famosas con su instrumento, que era tan claro y tan lleno y tan hermoso y un día tocó mal, y como nos burlásemos de él, cogió la corneta, y sopló y nos dijo: Chicos, ha tenido una pena y se ha reventado la pobrecilla mía Pues mire usted, la misma diferencia de son que noté en la corneta de aquel majadero de Triguillos, noté en la voz del señorito usted ya sabe que la tiene muy sonora, que daría gozo oírle mandar la maniobra y aquel día estaba reventada la voz, vamos.
Pegó Miranda al escucharlo un brinco en el muelle diván.
Al pasar por delante de la puerta del piso principal, pegó el oído a ella.
Doña Cristina volvió la cabeza, como si descansase antes de entrar en la segunda parte de su confesión, y al ver tan próxima a Pepita, fijos en el devocionario sus ojos cándidos, se pegó más a la rejilla.
Pepita no oyó más: su madre pegó la cabeza a la rejilla, ahogándose las palabras de la penitenta y el confesor en un confuso murmullo.
¿Y el emperador Carlos V? ¿Qué tienes que decir de él? ¿Conoces un hombre más extraordinario? Les pegó a todos los reyes de Europa, medio mundo era suyo: el sol no se ponía nunca en sus dominios , los españoles éramos los amos de la tierra.
¡La Villasis! ¡La Villasis!susurró en aquel momento Butrón con aire de triunfo, y pegó al punto el ojo al agujero, para no perder ningún incidente de la escena que iba a seguirse.
De repente, en el calor de su explicación, hizo este un brusco movimiento con el brazo y pegó en la paleta del niño, desprendiósele esta con fuerza de la mano, y fue a caer sobre la manga izquierda de Jacobo, manchándosela toda de pintura.
El tío Frasquito pegó un brinco en el asiento, abriendo los ojos tamaños, y Jacobo inclinó la cabeza entre las manos, mirando atentamente su copa vacía y guardando silencio.
Algo quiso decir en alta voz, pero él no la dejaba meter baza, y como si trajera un discurso preparado y no quisiera dejar de pronunciar ninguna de sus partes, pegó en seguida la hebra: ¿Te acuerdas de cuando yo estaba loco? Los ratos que te di te los tenías bien merecidos, porque en realidad te portabas muy mal conmigo.
Doña Lupe dormitaba, sentada en una silla junto a la cama del matrimonio, pero Fortunata no pegó los ojos en toda la noche.
Don Basilio pegó la hebra con los curas de tropa y con Nicolás Rubín.
La poseedora de ella, después que recorrió ambos corredores enseñándola, se pegó otra vez a la señorita, frotándose el lomo contra ella como los gatos.
Después de una larga pausa, durante la cual Jacinta se pegó a su marido como para defenderle de una agresión, el infeliz dijo esto, empezando muy bajito como si secreteara, y elevando gradualmente la voz hasta terminar de una manera estentórea: Y si usted descubre que su mujer, la Venus de Médicis, la de las carnes de raso, la del cuello de cisne, la de los ojos cual estrellas si usted descubre que esa divinidad, a quien usted ama con frenesí, esa dama que fue tan pura, si usted descubre, repito, que falta a sus deberes y acude a misteriosas citas con un duque, con un grande de España, sí señor, con el mismísimo duque de Tal.
Pegó otro trompis y se levantó, dejando solo en el comedor a Julián.
Primero limpió, sacudió, planchó sirviéndose de la palma de la mano, pegó papelitos de cigarro a fin de juntar los pedazos rotos de alguna escritura.
Poco duró la contemplación, y a punto estuvo el clérigo de besar la tierra, merced a la huida que pegó el rocín, con las orejas enhiestas, loco de terror.
Sin pulsos quedó Carrizales con la amarga vista de lo que miraba, la voz se le pegó a la garganta, los brazos se le cayeron de desmayo, y quedó hecho una estatua de mármol frio, y aunque la cólera hizo su natural oficio, avivándole los casi muertos espíritus, pudo tanto el dolor, que no le dejó tomar aliento, y con todo eso tomara la venganza que aquella grande maldad requeria, si se hallara con armas para poder tomarla: y así determinó volverse a su aposento a tomar una daga, y volver a sacar las manchas de su honra con sangre de sus dos enemigos, y aun con toda aquella de toda la gente de su casa.
Y en este todavía se le pegó la lengua al paladar, de manera que no pudo hablar mas palabra ni detener las lágrimas que, como suele decirse, hilo a hilo le corrian por el rostro en tanta abundancia que llegaron a humedecer el suelo.

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