Ejemplos con paz

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

¿Verdad que ves cómo se ríe en paz, clara y fría, el agua de la noria del huerto, cuál vuelan, en la luz última, las afanosas abejas en torno del romero verde y malva, rosa y oro por el sol que aún enciende la colina?.
La noria del huerto ,- reír en paz ,- las afanosas abejas ,- volar en torno de ,- el romero.
En la paz brillante, se oye el hervor de la olla que cuece en el campo, la brama de la dehesa, la alegría del viento del mar en la maraña de los eucaliptos.
Y el mar, inmenso coro de esta humilde tragedia, parece asociarse al esfuerzo de sus domadores, entonando con ritmo pausado y solemne el himno de la paz de la conciencia, que huye del del Berrugo y calienta del Lebrato.
Y cuando se extinga hasta el último resto de aquella raza marinera, de la cual en otra ocasión he escrito que en la Edad Media daba caza a los balleneros ingleses en los mares del Norte y ajustaba tratados de paz y de comercio con sus reyes , todavía vivirán en un libro de sólida e indestructible fortaleza ciertos nombres y reminiscencias que tienen virtud de conjuro, como todo lo que toca la vara mágica del arte.
El día en que el Gobierno, o la provincia, o el demonio, haga el camino, recoge usted su depósito y en paz.
Y el buen señor, sincero y cuerdo en aquellos instantes, renegaba de la hora en que se resolvió a luchar en semejante terreno, y se acordaba del amor de su familia y de la paz de su hogar.
No habrá nada de lo dicho, y en paz.
Pocos momentos después se enredaba una agitadísima discusión entre aquella familia, hasta entonces modelo de paz y de armonía.
Con cuerpo y alma se dedicó, y con mayor empeño a medida que el día funesto se acercaba, a predicar la paz y la concordia entre las fuerzas disidentes.
Pues yo dije: Duerme en paz, hermana, has resucitado con el Señor.
Todo es paz y todo es contento en el valle de lágrimas.
Y dice la voz inaudible de los coros angélicos: Paz en la tierra a los hombres de buena voluntad.
Belarmino, entonces, resolvió poner en orden de paz y hermosura su mundo interior, y, por lo tanto, el mundo exterior, que no es sino eco o imagen sensible del otro.
Para los ojos, todo era paz en el huerto conventual, para el oído, la querellosa algarabía de los gorriones vespertinos.
¡Cosas de la viday, después de una pausa, añadióy de la muerte! ¡Descansa en paz, Novillo bueno, Novillo fiel, Novillo amante!.
No morirá en paz si no me tiene a su lado.
Y si usted le quiere, lo menos que puede hacer es dejarle morirse en paz.
Las órdenes religiosas conservan la clausura, ese fuero interno de paz egoísta, muro defensivo, inexpugnable fortaleza, gozaron un tiempo el sagrado derecho de asilo, que era como el foso exterior de la clausura, universalmente respetado, y no se resignan a reconocer que lo han perdido, que ya no son inviolables cuantos se acogen a su protección y amparo.
Su domestidad, y más todavía su ausencia, contribuyen no poco, en mi sentir, a que Belarmino viva en paz octaviana.
¡Será preciso que mate a uno! ¡No me dejaréis morir en paz! ¡Malditos todos, que llegáis a esta puerta y no respetáis mi dolor! ¡Yo también seré maldito, porque vosotros no me dejáis morir arrepentido! ¡Mis horas están contadas! ¡Tengo ya la sepultura abierta! ¡Dejadme! ¡Toda la noche han aullado los perros! ¡Cierro los ojos para morir, y vuestras voces me despiertan! ¡Sois como las hienas, que desentierran a los cadáveres! ¡Tendré que mataros! ¡Dejadme, hienas y lobos y escorpiones! ¡Dejadme que muera y que la tierra caiga a puñados sobre mis ojos!.
Y todos, con resignación oriental, sentáronse en el ribazo, y allí aguardaron el amanecer, con la espalda transida de frío, tostados de frente por el brasero que teñía sus rostros con reflejos de sangre, siguiendo con la pasividad del fatalismo el curso del fuego, que iba devorando todos sus esfuerzos y los convertía en pavesas tan deleznables y tenues como sus antiguas ilusiones de paz y trabajo.
En el interior de la barraca, ¡qué abundancia! ¡qué paz! Batiste se mostraba admirado de su cosecha.
Pero la paz ajustada espontáneamente ante el blanco ataúd del pequeño no llegaba a turbarse.
¡Rediós! Ahora comprendía él, hombre de paz y padre bondadoso, por qué los hombres matan.
Así, así es como se castiga a los pillos y triunfa el hombre honrado y hay paz.
El paisaje respiraba paz y honrada bestialidad, era una Arcadia moruna.
Sólo el graznar del borracho o el canto del enamorado turbaban la callada paz de la ciudad histórica.
Aquí todo es paz, mutuo respeto, humildad cristiana.
Creeríase que la cultura moderna había al fin vencido en su lucha con las levantiscas costumbres de la gran behetría, y que ésta saboreaba las delicias de una paz duradera.

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