Ejemplos con patas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Platero alza la cabeza al cenit levantándose sobre las patas, huye, se revuelve.
Sobre la estantería se alineaban los antiguos sillones de la casa: unos a la española, austeros, de líneas rectas, con deshilachados rapacejos, otros de forma griega, con las patas curvas y embutidos de marfil.
Era el perro despidiendo al pobre , lanzando un quejido interminable, con los ojos lacrimosos y las patas estiradas, cual si quisiera prolongar el cuerpo hasta donde llegaba su lamento.
Las tiraban del rabo, cogíanlas de las piernas, obligándolas a andar con las patas delanteras, las hacían rodar por los ribazos o intentaban cabalgarlas colocándose de un salto sobre sus sucios vellones.
Más allá de los puentes, al través de sus arcos de piedra, veíanse los rebaños de toros, con las patas encogidas, rumiando tranquilamente la hierba que les arrojaban los pastores, o andando perezosamente por el suelo abrasado, sintiendo la nostalgia de las frescas dehesas, plantándose fieramente cada vez que los chicuelos les silbaban desde los pretiles.
Cuatro muchachas con hueca falda, mantilla de seda caída sobre sus ojos y aire pudoroso y monjil, agarraron las patas de la mesilla, levantando todo el blanco catafalco.
No se trataba de un cólico vulgar, y la pobre bestia, sostenedora inconsciente del prestigio de la familia, revolcábase abajo, en la obscura y húmeda cuadra, quedando panza arriba y con las patas agitadas por un temblor convulsivo.
Y siempre el maldito caballo ocupando su pensamiento, viéndolo con los ojos de la imaginación tal como estaba en su cuadra al salir ellas de paseo, panza arriba, estirando convulsivamente las patas.
Colgando de las traseras de los carromatos balanceábanse racimos de chicuelos, que al menor vaivén caían en la arena, saliendo milagrosamente de entre las patas de los caballos.
Allá fueron ellas, y al entrar vieron a Nelet el cochero en mangas de camisa, con un cuchillo en la mano, ocupado, con la gravedad de un sacrificador, en abrirle el gañote a un robusto capón que sostenía Visanteta por las patas.
En torno de la mesa, husmeando con aire goloso, estaba una diminuta perra inglesa, que, con su piel de porcelana, sus ojillos de cristal y las patas de alambre, parecía escapada de una tienda de juguetes.
Sobre el suelo, con las patas atadas, recordando tal vez en aquella atmósfera de sofocación y estruendo las tranquilas llanuras de la Mancha o las polvorientas carreteras por donde vinieron siguiendo la caña del conductor, estaban los pavos, con sus pardas túnicas y rojas caperuzas, graves, melancólicos, reflexivos, formando coro como conclave de sesudos cardenales y moviendo filosóficamente su moco inflamado, para lanzar siempre el mismo cloc-cloc-cloc prolongado hasta lo infinito.
Entonces, apoyado en nudoso tallo, cortado a la subida, bajaba yo lentamente, cargado de flores: irídeas de subido escarlata, que a millares crecen entre las piedras de la vertiente, patas de león , simpáticas moradoras de las umbrías, buvardias que se me antojan talladas en coral, helechos que parecen tiras de raso, musgos raros, frutos desconocidos, guías enflorecidas de cierta campánula blanquecina que huele a miel virgen.
Uno de los mocosos arrastraba su panza por el suelo, abierto de las cuatro patas, el otro cogía puñados de arena y se lavaba la cara con ella, acción muy lógica, puesto que la arena representaba el agua.
Después se había quitado su propio calzado, porque era un marrano que gustaba de andar descalzo con las patas sobre el suelo.
El mamón estaba fajado y en el suelo, con las patas y las manos al aire, berreando, sin que nadie le hiciera caso.

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