Ejemplos con pataditas

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Ella ,- pasar bajo él ,- pegar pataditas ,- dejar la mano en la boca ,- coger las orejas ,- llamar ,- variaciones mimosas de su nombre.
El pobre animal mostraba con pataditas el contento de verse salvo de su naufragio.
Algunas mañanas, en los ratos que mediaban entre un despertar alegre y un desayuno de inaudita frugalidad, hacía volatines sobre las enjalmas y tapices del camastro, y elevando sus extremidades inferiores de inmaculada blancura, daba pataditas en el techo, o bien se deslizaba por un hueco alto del tabique medianero entre la alcoba-sala y el comedor-cocina, no más grandes que un confesonario de mi tierra, realizando el prodigio de adelgazar su cuerpo hasta lo increíble, y de imitar las ondulaciones de la culebra.
Fernandito, con las manos en los bolsillos del pantalón, daba pataditas en el suelo, diciendo tímidamente:.
Villamelón, dando sus pataditas, repetía por centésima vez muy angustiado:.
Y daba pataditas en el suelo, llena de impaciencia, mientras Germán se lanzaba presuroso por toda la casa en busca de la llave.
Hubo un momento de pausa, en que Fernandito daba pataditas en el suelo, diciendo con gran impaciencia:¡Vamos!.
Hubo una nueva pausa, hubo nuevas pataditas de Fernandito, repitiendo ¡vamos!, y apareció entonces, muy despacito, la roja cabecita de la Albornoz, engarzada en un sombrerito negro, recorrió con rápida mirada los varios coches detenidos a uno y otro lado de la puerta de Palacio, y bajó después lentamente, mirando siempre en torno suyo y diciendo al cabo muy disgustada:.
Amparo pensaba que, por ser la más pequeña y la más débil, tenía que contentarse con el sobrante de la otra, y Concha retocaba su moño nerviosamente, murmuraba y daba furiosas pataditas, mirando de soslayo, sin poder copiar el perfil gracioso del peinado de aquella muñeca.
Ahoracontinuó, apoyando sus palabras con pataditas nerviosas, ahora, todo muerto por culpa del maldito Lyón, de esos gabachos que con sus máquinas endiabladas nos han arruinado.
Los pasillos de su gran casa le parecían lúgubres, sólo porque no sonaba en ellos el estrépito de las pataditas infantiles.
Jacinta había empezado a dar pataditas, haciendo saltar el edredón que a los pies tenía.
La chiquita, sin transición, había pasado de la furia a la bonanza, y reía abriendo un palmo de desdentada boca, reía con los labios, con el mirar, con los pies bailarines, que descargaban pataditas menudas en el muslo de Perucho.
Virgen Madre, ¡qué entrecejo ponía! Estaba furiosa la madama, y cuando se convenció de que había sido chasqueada, daba unas pataditas en el suelo.
Después de marearme bastante, registró todo lo que había en el cuarto del señor Naranjo, pero no debió de encontrar lo que buscaba, porque seguía dando pataditas y diciendo entre dientes: ¡Ese cobarde nos va a comprometer!.
Disponíase Braulio a contestar, atacándole con las armas del sentido común, no tan al alcance de su mano como él creía, cuando oyeron ambos en el pasillo unas pataditas rápidas y sonoras.
No he visto algazara como aquélla, arriba, uno pedía la teta, abajo berraqueaba otro, y en palcos y butacas las pataditas, el palmoteo, y aquel continuo mover de caras, producían confusión, mareo y como un principio de demencia.
-Comprendo lo de Sedán -gruñe don Casto, dando pataditas en el suelo-.
pero luego volvió la niña a su tema, al capricho de las máscaras, y volvía a llorar, y a dar pataditas en el suelo, ya del todo desprendida de los brazos de su madre.
Contaban que a su nodriza no tenía ningún respeto, y que la martirizaba con pellizcos, mordeduras y pataditas, decían también que le destetaron con jamón crudo y vino rancio.
Algunas mañanas, en los ratos que mediaban entre un despertar alegre y un desayuno de inaudita frugalidad, hacía volatines sobre las enjalmas y tapices del camastro, y elevando sus extremidades inferiores de inmaculada blancura, daba pataditas en el techo, o bien se deslizaba por un hueco alto del tabique medianero entre la alcoba-sala y el comedor-cocina, no más grandes que un confesionario de mi tierra, realizando el prodigio de adelgazar su cuerpo hasta lo increíble, y de imitar las ondulaciones de la culebra.
El animalito caza con la trompa al reo de muerte, y empieza por darle unas pataditas, pero con mucho cuidado, para no estropearle antes de tiempo, luego le arranca los brazos, en seguida le hunde las costillas, y, cuando le avisan que ya es hora de rematarle, le pone las patas en el pecho, bailándose una jota, y le hace añicos.
-¡No me digas eso ni en broma, Petrilla! -exclamó entonces Irene apretando los puños y dando dos pataditas en el suelo.
No cató bocado: se puso a hojear el papel del día, y topó algo allí que la llegó muy adentro, porque la Rita la había visto, por el ojo de la cerradura, dar pataditas en el suelo, y después de hacer «un ruño» con el papel, echarse a llorar como una Magalena.
De Pas daba pataditas de impaciencia.
Mesía, por toda respuesta, se acercaba entonces a ella, le pisaba un pie, pero la del Banco le recibía a pataditas, con lo que daba a entender «que era tambor de marina» y que seguía dominando en ella el criterio que había presidido a la bofetada de la tarde anterior.
El señor Carraspique daba pataditas en el suelo.
En tanto allá abajo, en el parque, miraba al balcón cerrado del tocador de la Regenta, don Víctor, pálido y ojeroso, como si saliera de una orgía, daba pataditas en el suelo para sacudir el frío y decía a Frígilis, su amigo.
-¡Muy bien! -dijo su padre dando pataditas en el suelo para desahogar la inquietud que le consumía-.
Rayana la hora de comer, don Alejandro Bermúdez hizo un montón con las cartas que había escrito en toda la mañana sin levantar cabeza, se restregó las manos muy satisfecho, como aquél que alivia la conciencia de un gran peso, dio unas pataditas para desentumecerse mientras guardaba las gafas de oro en el estuche, y salió del gabinete a la sala, precisamente en el mismo instante en que entraba Nieves en ella para ir al suyo, en traje de campo, algo agitada de respiración, y hubiera jurado don Alejandro que un tantico desencajada de semblante y despeinada, a lo que podía verse por debajo del ala del sombrero, muy caída sobre los ojos.

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