Ejemplos con parecía

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Cuanto más le miraba, menos me parecía un cura y más un hombre de mundo.
Extraña y misteriosa asociación de ideas y sentimientos se fué operando poco a poco en mi espíritu, la poesía del Breviario, la esencia indecible, penetrativa, mareante, que brota de sus melodías y se adhiere para siempre en el corazón donde se derrama, eran la misma poesía y esencia que se exhalaban del alma de Angustias, la niña que en su candor y pulcritud parecía una rosa dilecta del Hacedor Supremo.
¿Qué habría sucedido ahora? Felicita, arropada en una toquilla de estambre y con zapatillas de orillo, se pasaba horas y horas, del día y de la noche, inmóvil, reseca, ósea, color de cera, en el mirador de cristales, parecía una momia en la vitrina de un museo, entre flores ajadas, como de trapo, y pajarillos inmóviles por el frío, como disecados.
¡Y cómo se parecía Apolonio a sus gallos! Se les parecía en la silueta, en el aire de prestancia, en el énfasis, en la cresta, pero no en los espolones, se les parecía por fuera.
El padre Alesón emitió un suspiro que, a causa de lo aflautado de la voz, parecía más de monja que de fraile.
Añadió:¿Y la otra, la Juana, su mujer? Me parecía algo, vaya, algo así una tarasca.
Xuantipa había arañado y cortado y pinchado desde el principio, pero en fuerza de frotar, arañar, cortar y pinchar, a Belarmino le parecía el roce más blando cada vez, y sentía ya el alma redonda, suave y como lubrificada al contacto con su áspera cónyuge.
Se parecía a una virgen de Rafael, algo ajada.
Y el duro pan parecía más sabroso, el vino mejor, el trabajo menos pesado, imaginándose las rabietas de los dos avaros, que con todo su dinero habían de sufrir que los rústicos de la huerta se burlasen de ellos.
Por las rendijas de las puertas parecía escapar la respiración entrecortada y brutal del sueño aplastante después de una noche de caricias de fiera y caprichos amorosos de borracho.
Rosario se animó con la conversación, parecía rejuvenecerse junto a esta amiga de la niñez.
Los últimos ruiseñores, cansados de animar con sus trinos aquella noche de otoño, que por lo tibio de su ambiente parecía de primavera, lanzaban el gorjeo final como si les hiriese la luz del alba con sus reflejos de acero.

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