Ejemplos con oía

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Ella, en su delirio, lo llamaba, triste: ¡Platerillo! Desde la casa obscura y llena de suspiros, se oía, a veces, la lejana llamada lastimera del amigo.
El que le oía, quedábase anhelante, esperando el estallido de la nuez.
¡Nueva dificultad! No se le oía.
Todos estos diálogos, y otros muchos por el estilo, oía don Simón a su entrada en los Ministerios, mientras se abría paso entre aquel enmarañado laberinto de pretendientes y otorgantes, y en semejante ocasión, como era bastante novel en el tráfico para haber perdido el rubor por completo, solían saltarle a la cara algunas chispas de él, lo cual no le impedía llegar con sus peticiones al punto en que habían de ser atendidas.
Oíala Simón sin soltar prenda, y aun haciendo como que no la oía, pero la verdad es que en el fondo de su corazón detestaba de la villa tanto como su mujer.
¿Cuántos tenían vocación? ¿Cuántos se habían encaminado al Seminario siguiendo una voz interior persuasiva, una estrella ineludible? Yo les oía contar chascarrillos de curas de aldea, de lo mucho que tragaban, de lo majamente que vivían, de los amores con que se distraían, del respeto y obediencia que se les tenía, y se refocilaban de antemano con la esperanza de arrastrar una existencia a lo regalado y holgón en una parroquia rústica, con el ama y la sobrina, pues casi todos profesaban, teórica y cínicamente, la poligamia.
El señor Novillo oía el runrún con la indiferencia con que las imágenes talladas en madera de ciruelo oyen himnos y plegarias.
No dormía, no: escuchaba los ronquidos de su mujer, acostada junto a él, y de sus hijos, abrumados por el cansancio, pero los oía cada vez más hondos, como si una fuerza misteriosa se llevase lejos, muy lejos, la barraca, y él, sin embargo, permaneciese allí, inerte, sin poder moverse por más esfuerzos que intentaba, viendo la cara de junto a la suya, sintiendo en su rostro la cálida respiración de su enemigo.
En la vega, que azuleaba bajo el crepúsculo, no se oía mas que un ruido lejano de carros, el susurro de los cañares y los gritos con que se llamaban de una barraca a otra.
Y los pobres animales en vano protestaban con tiernos balidos, pues no los oía el pastor, ocupado en relatar con fruición la agonía del último francés matado por él.
El constelado firmamento hacía gala de sus pálidos fuegos, la tierra dormía silenciosa, y de cuando en cuando se oía a lo lejos el ladrido de un perro o el canto de un gallo.
Le oía yo desde la otra pieza, y sin embargo, me sonrojé.
Yo, desde la pieza contigua, lo oía todo, me reía a carcajadas y gozaba de la tertulia lo que no es dado imaginar.
Desde mi cuarto las oía yo que iban y venían.
Diciendo pestes del recaudador, que le oía sereno e inmutable, y echando ternos contra el Gobierno, que cobraba semejantes impuestos sin mantener en los caminos ni un soldado, volvió a su asiento y a su zarape multicolor.

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