Ejemplos con orquesta

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Luego, en el escenario, hay otros personajes, comparsería, orquesta, coros, la misma Iglesia asegura que hay coros.
¿Ves cómo es bueno montar en caballos briosos? Estás muy reguapa: pareces otra: mira, para hacer una conquista, no tenías más que darte una vueltecita así, por delante del Casino, cuando está tocando la orquesta.
Gozosa y atendida, veía Pilar una fiesta de las en el Casino constelado de innumerables mecheros de gas, en el aire tibio poblado con las armonías de la magnifica orquesta, en el salón de baile donde los amorcillos juguetones del techo se bañaban en el vaho dorado de las luces.
En los remates de la crestería, una orquesta muda de ángeles góticos, de rígida dalmática y plegadas alas, tañían laúdes, tiorbas y flautas.
Cuando llega el Corpus o la fiesta de la Virgen del Sagrario, yo sueño siempre con una gran misa digna de la catedral, pero el Obrero me ataja pidiéndome algo italiano y sencillo: asunto de media docena de instrumentistas buscados en la misma ciudad, y tengo que dirigir a unos cuantos chapuceros, rabiando al oír cómo suena la orquesta ratonil bajo esas bóvedas que se construyeron para algo más grande.
La orquesta dio principio al acto, tocando magistralmente la obertura de.
¿Qué sabían ellas lo que era morir? Tan sólo lo comprendían en el Teatro Real, dejándose caer poco a poco en la poltrona de Violeta Valery, cantando al compás de la orquesta y en los brazos de Alfredo: !.
Algo impalpable y armónico que se reflejaba en las voces de los cantantes y en los ecos de la orquesta lo había visto él, Pedro López, descender del carro de Febo, que decora el techo, y dinfundirse por la atmósfera embriagadora de la espléndida sala.
De improviso, rompe la orquesta bruscamente la cadencia, rugen los contrabajos estrepitosamente, las flautas dejan oír agudos silbidos, el metal, desencajado, truena con espantosa violencia, los timbales redoblan convulsamente.
Escapósele a aquella una leve exclamación de sorpresa, que el tío Frasquito pescó al vuelo, mas un azulado relámpago iluminó en aquel momento la escena, un inmenso diseño cromático, nacido en las alturas de la orquesta y resuelto en las profundidades de los bajos en un rumor apagado y fatídico, anunció la caída del rayo, y entre truenos y relámpagos y sublimes convulsiones de los instrumentos de cuerda, escapósele lo que Butrón añadía, pudiendo percibir tan sólo estas palabras dichas por el diplomático con grande insistencia:.
A la mitad del acto cuando Dinorah recobra la razón y quiere recordar la bellísima plegaria entre sublimes vacilaciones de la orquesta, que parecen revelar los esfuerzos mentales de la pobre loca, envolvióse Currita en su soberbio abrigo de terciopelo granate, forrado de pieles blancas, y aceptando en señal de reconciliación el brazo de Diógenes, salió del palco escoltada por Villamelón y Leopoldina, gozoso él por irse a dormir su indigestión, furiosa ella por marcharse sin oír el coro final de la romería.
Las de la Parroquia, graves, solemnes, como un arcediano cuando entona el prefacio en la misa de Corpus, las de San Francisco seriotas, sonando en ritmo circular, rotundo el toque, como en los domingos de cuerda, las de San Juan desafinadas y chillonas, el campanario de la iglesita de San Antonio armaba una algazara sin igual, como en una orquesta platillos y chinesco, en la espadaña del convento de Santa Teresa se volvían locas las campanillas, y el esquilón rajado del Cristo resonaba presumido y vanidoso, a semejanza de un tenor cascado que no quiere retirarse del teatro.
Además, la vista de su familia parecía traerle algo de los esplendores de la fiesta, el perfume de las mujeres, los ecos de la orquesta, el voluptuoso desmayo de las amarteladas parejas, el ambiente del salón, caldeado por mil luces, y el apasionamiento de los diálogos.
El Carnaval tenía para él mala pata, y al susurro de la orquesta que sonaba abajo, salía bailoteando siempre la carta contraria y se llevaba al montecillo del banquero las pesetas de mamá.
Los monigotes eran siete bebés colosales, que componían una orquesta abigarrada, y en el centro, un caballero de frac y batuta en mano.
Aplausos y carcajadas, y a los pocos minutos servían de blanco todos los bebés de la orquesta.
Como en la orquesta salta el pasaje fundamental de atril en atril para ser repetido por todos los instrumentos en los más diversos tonos, aquel verde eterno jugueteaba en la sinfonía del paisaje, subía o bajaba con diversa intensidad, se hundía en las aguas tembloroso y vago como los gemidos de los instrumentos de cuerda, tendíase sobre los campos voluptuoso y dulzón como los arrullos de los instrumentos de madera, se extendía azulándose sobre el mar con la prolongación indefinida de un acorde arrastrado del metal, y así como el vibrante ronquido de los timbales matiza los pasajes más interesantes de una obra, el sol, arrojando a puñados su luz, matizaba el panorama, haciendo resaltar unas partes con la brillantez del oro y envolviendo otras en dulce penumbra.
Las letras van de caida: el vulgo, que tanto atormentaba a Horacio, ha ingresado en la orquesta, y con su ruido de gigante apaga todas las melodías.
A las ocho, esta marea creciente había ya inundado aquel sotabanco del templo de la música, y rugía, silbaba, reñía, gritaba , reía, golpeaba en la madera y palmoteaba a compás, como en la plaza de toros, mientras que la orquesta templaba y concertaba los instrumentos.
Por lo demás, el local es lujosísimo, la orquesta maravillosa, la concurrencia innumerable.
Lo último que oyó fue un trozo descriptivo en que la orquesta hacía un rumor semejante al de las trompetillas con que los mosquitos divierten al hombre en las noches de verano.
Oyó la orquesta, que seguía imitando a los mosquitos, y al mirar al palco de su marido, vio a Federico Ruiz, el gran melómano, con la cabeza echada hacia atrás, la boca entreabierta, oyendo y gustando con fruición inmensa la deliciosa música de los violines con sordina.
¡Cosa estupenda, según me ha dicho Candelaria! El catafalco llegaba hasta el techo, y la orquesta era magnífica, muchas luces Ahí tienes para qué les sirve el dinero a esos egoístas.
Cuando tenía que sonar entera la orquesta, mangaba otra vez el en el , así podía acompañar la elevación de la hostia con una solemne marcha real, y el postcomunio con una muñeira de las más recientes y brincadoras, que, ya terminada la misa, repetía en el vestíbulo, donde tandas de mozos y mozas se desquitaban, bailando a su sabor, de la compostura guardada por espacio de una hora en la iglesia.

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