Ejemplos con ordenándome

Muchas veces la mejor manera de entender el significado de una palabra, es leer textos donde aparece dicha palabra. Por ese motivo te ofrecemos innumerables ejemplos extraidos de textos españoles seleccionados.

Salió a recibirnos la esclava y con ella se internó , ordenándome que en aquel patio le esperase.
Y pegando su rostro a la reja interior, y ordenándome que a la de fuera me aproximase, me miró bien, y orgullosa y risueña me dijo: Pues estás guapo de veras.
Pero como hábil cortesana, la disimuló al instante y recibió a Salmón con bondad, ordenándome a mí que me sentase junto a la gran copa de azófar que en mitad de la sala había, de lo cual colijo que ella debió de comprender el gran frío que a causa del rigor de la estación y de la diafanidad de mis veraniegas ropas me mortificaba.
ª Fermina -dijo-, que murió de pesadumbre por la pérdida de su hijo, me encargó todo al morir, poniendo en mi mano cuanto tenía y ordenándome que lo guardase y conservase hasta que pareciera Salvador.
Como allí conocían todos mis ideas, un día los liberales me acometieron con palos, ordenándome que diese vivas a la Constitución, negueme a tal vilipendio, y aquella deuda que para con ellos contrajeron mis honrados labios, pagáronla mis costillas con buenos cardenales.
-Sí, lo agradeceré -dijo miss Fly poniéndose en marcha, ordenándome que la siguiera.
¡Infeliz de mí!, a estas irrecusables pruebas de mi cariño, sólo contestaba llamándome bestia y ordenándome que se le quitara de delante.
Cuando Lesbia hubo concluido su epístola, la selló cuidadosamente y la puso en mis manos, ordenándome que la llevase sin perder un instante.
mil veces desgraciado, me habló en tono ceremonioso, ordenándome.
ordenándome que me presente al instante en Cádiz».
A este oráculo repitió el consultante: —«Mi amo y señor, acá vine para pediros remedio de mi voz trabada y defectuosa, y vos me dais oráculos diferentes para mí imposibles, ordenándome que funde ciudades en la Libia.
ordenándome, con apremio, el regreso a Albania.
Y pegando su rostro a la reja interior, y ordenándome que a la de fuera me aproximase, me miró bien, y orgullosa y risueña me dijo: «Pues estás guapo de veras.
cuanto veían que inclinaba la cabeza, me despertaban ordenándome que me divirtiese.
Ciñe después a su cintura un delantal cuadrado, pone al fuego una gran olla, descuelga con una horquilla un saco que, además de habas para su consumo, tenía un vetusto trozo de tocino rancio con mil heridas, y echa sobre la mesa una porción de aquellas legumbres, ordenándome que las pelase.
Siguió ordenándome mientras me miraba entreabriendo los labios.

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